Acertado o no, el fallo del
Procurador Ordoñez contra Petro es el de una autoridad legal y
constitucionalmente reconocida. El desacato del Alcalde, manifestado en las
movilizaciones populares que promueve, es un claro desafío a la democracia, que
se fundamenta en el respeto a los poderes públicos.
Una persona de bien acude a
las instancias judiciales en defensa de los derechos que cree vulnerados, no a los
ánimos exaltados de sus seguidores. ¿Cuántos funcionarios elegidos por el
pueblo han sido destituidos? ¿Cuántos de ellos han llamado a la asonada? Solo
uno: el actual alcalde de la capital.
Es claro que Petro no ha
abandonado su instinto subversivo, y que se sirve de la democracia solo para
alcanzar los fines que le fueron esquivos por las armas. Intimidar con la
insurrección popular debe ser motivo para la apertura de un nuevo proceso.
Que la gente de bien no haga
manifestaciones contra el Alcalde y a favor de su destitución no significa que
no exista rechazo: somos, cuanto menos, cientos de miles los que estamos en su
contra. La justicia hasta ahora le había sido benévola. Hasta la inhabilidad para
ser alcalde por haber sido condenado por porte ilegal de armas ha sido tolerada.
Luego ya era hora de verlo responder por sus errores. Improvisar y despilfarrar
en el manejo de una ciudad, y de la magnitud de Bogotá, no es una falta
irrelevante.
La reacción de Petro hace
evidente que no es un demócrata sino un instigador de todas las formas de lucha.
Algo que ya sabíamos. Demócratas, Antonio Navarro y Rosemberg Pabón, por
ejemplo, personas que tras dejar las armas se ganaron con su comportamiento el
respeto de la izquierda, el centro y la derecha.
Considero que en buena hora
puede deshacerse la ciudad de un retrógrado que se dice progresista -al fin y al cabo hoy progresismo es lo
contrario de lo que se conjetura-. La carrera séptima con el aspecto desteñido
y ruinoso que le dan las materas miserables que hizo instalar el Alcalde son
fiel retrato del socialismo decadente de ese progresismo. De un socialismo que
recuerda más la miseria de los países de la Cortina de Hierro sometidos por la Unión
Soviética, que la prosperidad del socialismo respetuoso de la propiedad
privada, que convive con la riqueza y con los ricos, y explota aquella en favor
de todos. Socialismos amables que
conducen al progreso, como el de la Concertación
de Partidos por la Democracia de Chile. Es que mucho va del socialismo
primitivo de Petro al de líderes respetables como Patricio Aylwin, Eduardo Frei,
Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Luiz Inácio Lula da Silva, por solo
mencionar algunos nombres.
Cuando las actitudes de
Petro como alcalde han ido desnudando sus verdaderas intenciones y, amén de su
mala gestión, poniendo en evidencia la peligrosidad de sus ideas perturbadoras,
se esperaba agrado con el fallo de la Procuraduría en buena parte de sus gobernados.
Pero los sofismas de su populismo confunden a quienes carecen de lucidez de
pensamiento y de capacidad de reflexión y cálculo. Hoy hasta quienes en un
futuro podrían ser expropiados en una eventual presidencia del alcalde
guerrillero lo ven inocuo y han salido candorosamente en su defensa.
Cuántas enseñanzas deja este
suceso de la condición humana. De la ingenuidad, de la racionalidad incoherente,
de la superficialidad del pensamiento. Advierto, por ejemplo, la paradoja de
quienes en su oposición al expresidente Uribe hicieron blanco de sus críticas
al caudillismo, y hoy, sin percatarse de lo que ayer dijeron, defienden a un caudillo.
En el populacho lo explica la ignorancia. ¿Pero qué explica en nuestros
‘intelectuales’ tamaña incoherencia? Dizque rechazan el fascismo, pero
defienden el equivalente de izquierda que Petro representa.
De pronto lo explique la
teoría de las inteligencias múltiples y el conocimiento de que la inteligencia
no es un todo que alcance la totalidad de los campos del pensamiento. Se puede
ser un genio matemático, pero torpe en materia de comunicación. Tal vez,
obedezca también a la ignorancia del intelectual en el tema -inadmisible pero
no infrecuente-, de pronto sea que falle la percepción y no se alcancen a
prever los riesgos, acaso haya faltado la experiencia de ver los atropellos del
comunismo soviético, en buena hora desaparecido, quizás exista el
atolondramiento que hace ver como paradigma los gobiernos de Cuba y de Corea
del Norte. O sencillamente no estamos frente a intelectuales verdaderos, sino
ante ideólogos del comunismo.
Sea cual sea el motivo por
el que se defiende a Petro, encuentro un deslumbramiento con él semejante al
que con Chávez tuvo Venezuela. Y como percibo en nuestro alcalde el mismo
engendro del venezolano, conjeturo que Petro se servirá de la democracia para
alcanzar el poder. Conseguido su fin habrá de restringirla. Y quienes hoy
ingenuamente lo defienden, habrán de padecerlo.
Entonces lo seguirán
apoyando quienes anhelan la muy mentada redistribución de la riqueza, quienes
anhelan vivir de los demás y sin esfuerzo, igual que en Venezuela. Pero quienes
han conseguido la prosperidad con sus arrestos vivirán una insoportable
pesadilla. Y más vale que los que fincan la felicidad en la riqueza miren más
allá de sus narices, que el eco del “exprópiese” venezolano ya resuena con
Petro, a la vuelta de la esquina.
El encono de Petro contra el
capital, lo privado y los que tienen es un fuego siniestro que anuncia una catástrofe.
En un país que busca reconciliarse la
dictadura del proletariado abrasará la paz. Sus actitudes desafiantes
promoverán la razonable reacción de la derecha en proporción semejante a su
temeridad.
¡No pasará este guerrillero
sobre quienes defendemos el modelo económico que conduce al país hacia el
progreso! ¡No se impondrá el empecinamiento de quienes designándose
progresistas son retardatarios! ¡No se impondrá el modelo asistencialista de
quienes pretenden vivir de los demás sobre el paradigma de la responsabilidad
individual! ¡No se impondrá la redistribución de la fortuna sobre la generación
de la riqueza!
Ojalá un procurador hubiera
salvado a Venezuela de la hecatombe que le dejó al país el espejismo del
coronel golpista. Definitivamente idiota útiles hay en todas partes.
LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO
MD.
* El 10 de diciembre del 2013 el Alcalde de Bogotá,
exguerrilero del M-19, Gustavo Petro Urrego, fue destituido e inhabilitado por
15 años para ocupar cargos públicos, por el Procurador de la Nación, Alejandro
Ordoñez, tras considerar varias faltas gravísimas en el desempeño de sus
funciones. Fue el primer fallo contra el Alcalde de los varios procesos que
cursaban en el Ministerio Público. En esta oportunidad el fallo se relacionó
con las irregularidades que provocaron una crisis con la recolección de la
basura de la ciudad un año antes. Pese a que por su mala gestión se adelantaba
un proceso popular de revocatoria de su mandato, el fallo del Procurador terminó
en una paradójica manifestación de respaldo al sancionado y de rechazo al
funcionario que lo sancionó.