Las manifestaciones de desprecio, una constante de nuestro siglo, parecen que son la manera de empoderarse el hombre. Derribar cuanto luce sobre los pedestales hace sentir al hombre poderoso, amo y señor de cuanto a su alrededor ha sido trascendente. Se destruyen valores, porque los valores son los cimientos de la estructura moral que quiere demolerse. En pos del progresismo y la vanguardia el ser humano va construyendo un mundo más precario que en su degradación le pasará factura, cuando ya sea víctima de su propio invento.
Celebran los defensores del aborto un fallo que
consagra una vez más la cultura de la muerte, del irrespeto a la vida que un
día creímos urdida solamente en mentes criminales pero que hoy y para nuestro
asombro se gesta en el juicio de quienes moralmente debieran ser ejemplo. La
potestad sobre la vida es un delirio del hombre prepotente que quiere
equipararse a Dios, pero cuyo poder exiguo tan solo alcanza para destruir lo
que sus ínfulas crear jamás podrían. No alcanzo a comprender que en temas tan
complejos y sensibles, la suerte de tantos esté en manos de tan pocos, y tan
poco sabios. Un referendo sobre la despenalización del aborto hubiera sido más
prudente.
La decisión de los magistrados que impusieron su
parecer en la sentencia es de franco desprecio por la especie humana, que
contrasta con la protección de la vida animal que en otras ocasiones la Corte
ha manifestado.
Hace falta sensibilidad para trascender la frialdad de
una norma y adentrarse en el impacto de sus consecuencias. Resultado de la
sentencia anterior, C-355, hoy se practican feticidios. Se ha llegado al punto
de asesinar in útero fetos de más de 30 semanas y cercanos a su
nacimiento para complacer las ansias de exterminio. Que nazcan muertos para que
el Estado no tenga que prodigarles los cuidados que les permitiría sobrevivir
con ayuda neonatal. ¿Qué clase de moral practican quienes lo realizan? Estamos
viviendo la Alemania nazi de Mengele. A ese punto ha llegado la degradación del
país estimulada por las decisiones de la Corte: liberal hasta sumir a la
sociedad en la anarquía.
En los aspectos
médicos no voy a detenerme, suficientemente han sido puestos en evidencia por
mis colegas los errores. pero sí sorprende que los magistrados pretendan saber
más de medicina que los médicos. Resulta inadmisible que el médico, que por
tradición cuida la vida, resulte graduado por la corte de homicida.
Luís María Murillo Sarmiento MD.