viernes, 8 de febrero de 2008

REEELECCIÓN Y REVOCATORIA DE MANDATO SON OPCIONES DE LA DEMOCRACIA

La reelección es una opción absolutamente democrática. Se confunden o pretender confundir quienes la presentan como una manifestación de despotismo. Y será democrática mientras resida en el pueblo el poder de decidir quién lo gobierna. Es además el complemento racional y necesario de la revocatoria de mandato, cuya implementación los colombianos en su momento celebramos. Entre ratificar y revocar, debe oscilar, por lógica, el fiel de la balanza. Obstaculizar la reelección tiene una clara intención personalista; más allá de la persona que será favorecida, debería primar el derecho de los ciudadanos que quieren reelegirlo.

Las suspicacias que se levantan contra el actual mandatario de Colombia son más la expresión de ocultos intereses; bien subterfugios de una oposición ansiosa de cerrar el paso a quien lidera, bien la rivalidad de potenciales candidatos que anteponen sus ambiciones –habitual en la política- a los intereses de la patria. Reelegir es apenas la propuesta, la aprobación está en manos de las mayorías. Esa es la democracia.

Es cierto que no debe ser la reelección un privilegio individual, sino un derecho que se conceda a todo ciudadano. Válida para todo gobernante sin importar su jerarquía –presidente, gobernador o alcalde–, hoy parece que sólo a una persona beneficia. Pero se entiende que en un país en el que la impopularidad abrasa la espalda de sus gobernantes al término de su mandato, la reelección haya sido un asunto de poca trascendencia, y haberla planteado conociendo de antemano la derrota en las urnas de quien la pretendiera no tuvo sentido hasta que apareció el suceso renovador del presidente Uribe. Hombre de temple, trabajador como ninguno, dispuesto a restaurar una autoridad traspapelada, frentero ante una guerrilla que se perdió en los vericuetos de la delincuencia; un presidente que ha devuelto la seguridad que parecía perdida en la pusilanimidad de los gobernantes anteriores. Seguridad que es el pilar de su gobierno, que se traduce en halagadores indicadores económicos, en inversión foránea que crea industrias y servicios en Colombia, que hace y deja riqueza para impulsar el desarrollo de esta tierra. Esta exposición somera, pero producto de un análisis de mayor hondura, me hace unirme a las voces que reclaman la segunda reelección del presidente Uribe. No basta que otro candidato encarne sus mismas intenciones, pues no veo el carisma que mueva las mismas multitudes. Además un traspiés ante las Farc en momentos en que por fin adivinamos su derrota haría despertar y con más furia al monstruo arrinconado.

Percibo en el ámbito dirigentes con ínfulas de estadistas que pueden devolver al país al rumbo equivocado; veo políticos con pulso poco firme, dispuestos a tranzar con delincuentes; reparo en aspirantes con buenas intenciones, pero propicios para un país menos convulsionado.

Confieso el pragmatismo que me anima: si alguien ha mostrado acierto en su gestión, ¡que la culmine! Mientras no tenga certeza de que alguien lo pueda hacer mejor, mi voto es por Uribe. Y si precisa el presidente de una hecatombe para lanzarse a su tercer período, preciso yo de una hecatombe que lo derribe del pedestal en que hoy asienta para revocar mi decisión de acompañarlo.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

jueves, 7 de febrero de 2008

LA RACIONALIDAD DEL TRABAJO

Una investigación de la Agencia de Salud Pública de Barcelona que demuestra la afectación de la salud por el exceso de horas laborales, me da pie a retomar un tema que ha sido para mí una inquietud constante. Una inquietud que me deja sinsabores de frustración y de infortunio.
El estudio permite concluir que el trabajo tiene límites y que rebasados éstos la salud se perjudica. Más de 40 horas de trabajo semanal no son recomendables. Ansiedad, depresión, insomnio, hipertensión, son algunas de las consecuencias. ¡Fácil preverlo sin necesidad de estudio! Y pienso que no es en sí el trabajo sino las condiciones. De algo que hacer siempre precisa el hombre. De algo que colme sus aspiraciones, de algo que le dé satisfacciones, de algo humano que lo deje ser y realizarse. Pero no es el trabajo inclemente solamente el producto de la necesidad y la pobreza, de la explotación inmisericorde, y de la aceptación inevitable de condiciones laborales infrahumanas para sobrevivir, lo es también de la ambición que lleva al hombre a la pérdida de la moderación y la cordura, a perseguir sin límite el poder y la riqueza. En este orden de ideas, resultan o están más enfermas las mentes que los cuerpos. La consigan del mundo actual es producir sin tregua. Desde la tierna edad la formación va pervirtiendo el norte verdadero. Desde la irracionalidad de los colegios que atiborrando a los niños de tareas innecesarias les roban sus horas de familia y los van preparando para un mundo en que la satisfacción espiritual y afectiva es la menos importante.
Pero para que voy a repetirme, si creo que siguen siendo válidos los juicios que en prosa y verso expresé hace años.

“Vivir para el trabajo,
trabajar para vivir,
círculo sinfín,
absurdo de la vida.
¿Por el trabajo sometido
puede el hombre cultivar su espíritu?
¿Dedicarlo a la reflexión,
a la contemplación de lo creado?
¿A la expresión de sus íntimos talentos?
¿Nutrirlo con las cosas bellas?
Placeres elevados
o mundanos cercenados
por reglas sin sentido”.

Y en el “Epistolario periodístico” escribía sobre la calidad total y la deshumanización total:

“Imperceptible y paulatinamente el hombre ha ido perdiendo la razón de ser de su existencia y ha renunciado a su derecho a disfrutar la vida. Sicotizado con desbocadas teorías de calidad total y perfección absoluta, ha entregado sin darse cuenta su vida y su alma a las empresas, que sólo le permiten pensar en términos de producción y en superar obstinadamente las metas del día anterior para sobrevivir laboralmente, olvidándose del bienestar de su espíritu.
Es el trabajador una máquina exigida que puede sin corazón reemplazarse. Omnipotentes las empresas, insignificante el ser humano; importante apenas como cliente del que pueda percibirse utilidad alguna. Importa más un indicador de gestión que un sentimiento, más un costo variable que una esperanza, más la orden perentoria que el llamado considerado. Como hipnotizado todo el mundo repite el estribillo de misión, visión y principios corporativos. Porque es apenas una moda, se consigna en ellos toda clase de ideas impensadas y se parcelan los valores, que son un todo íntegro, indisoluble, común y necesario para todas. Resultan así postulados necios que no se introyectan, porque suenan tan ridículos como aquél de que todas las empresas, por minúsculas que sean, se convertirán en la mejor del mundo. Realmente sólo las percibo deshumanizadas con el cliente interno, y por interés, con el externo humanas.
No me someto a recitar sin razón ese estribillo de la utilidad y la competencia descarnada, porque nunca objeto, institución o estado serán en mi sentir más importantes que el ser humano, que debe ser por el contrario para aquéllas su razón de ser. Del gerente al trabajador de menor rango, aún más aquél que éste, todos perdieron la verdadera misión y visión: la de sus vidas. Resignaron sus anhelos, sus deseos, sus afectos, sus esperanzas y hasta la libertad de su pensamiento en un torbellino laboral frenético. No viven, sobreviven. Cuestionada ética del trabajo, verdaderamente propicia para el suicidio, único escape a una insatisfacción permanente. Humanicemos las empresas, racionalicemos la producción y comprendamos que el hombre es un ser anhelante de libertad que no puede ser esclavo del trabajo. Esforcémonos por la humanización total para que por fin valga la pena vida”.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

lunes, 4 de febrero de 2008

EL MUNDO REPUDIÓ A LAS FARC

El colombiano ha sido un pueblo resignado a sus dolores, que tradicionalmente ante los violentos se acobarda. Prudente hasta la inacción, parece indiferente. Pero se manifiesta cuando aparece un adalid que lo convoque. Por eso fue tan multitudinaria y fácil la respuesta de la gente a la genialidad y al coraje de los cuatro jóvenes que a través de internet inspiraron la jornada de protesta. ¡Juventud: maravilloso motor que mueve el mundo!

El mensaje de la jornada mundial contra las Farc ha sido contundente. Colombia a la guerrilla no la quiere. Sencillamente a nadie representa, actúa en su propio nombre, defiende sus propios intereses, como ocurre con todas las bandas criminales.

La protesta fue unánime, las imágenes de los medios hablan por sí solas. Codo a codo marcharon los de izquierda con los de derecha, los de arriba y los de abajo, los jefes y los subordinados, los dirigentes y los gobernados, los privilegiados y los desheredados, los ateos y los creyentes; las minorías homosexuales; y hasta cientos de guerrilleros presos expresaron su rechazo a las acciones ordenadas por la cúpula del grupo terrorista al que pertenecieron. Colombia clamó por la paz, y todos sin distingo repudiaron a las Farc, porque sus acciones a todos nos ofenden, de sus crímenes cualquiera puede ser su víctima. Hasta “ajusticiamientos” masivos ha llevado a cabo las Farc contra sus propios miembros. ¡Ah si las fosas comunes nos contaran sus historias¡

Era imposible estar en desacuerdo con un reclamo pertinente. No se escucharon voces disidentes por más que diversos matices tuvo la protesta. Pocos familiares de secuestrados asistieron a las marchas, ausencia excusable y comprensible. Actitud que refleja los efectos de un delito que también secuestra con su terror la mente de los que están supuestamente libres. ¿Habrá entendido Chávez, preso de su megalomanía y su torpeza, que su apoyo a las Farc resta popularidad a su “grandeza”?
Algo ha de pasar tras la jornada. Las Farc han sido notificadas por un pueblo que hoy más que nunca las desprecia. Para el mundo quedó claro que no son las idealistas que pregonan. Pero es imprevisible la respuesta. Las Farc son cínicas mas no ciegas, se hacen las sordas pero no son sordas; también son insensibles y obstinadas. Políticamente hoy fueron derrotadas por los millones de personas que marcharon. Seguramente la desmovilización de guerrilleros habrá de incrementarse, habrá alguna desbandada de guerrilleros rasos. Los que queden, ya desenmascarados ante el mundo, o bien negocian la paz con el gobierno o asumen sin ambages su papel como cartel de narcotraficantes.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO