domingo, 27 de enero de 2008

A MARCHAR CONTRA LAS FARC, ENEMIGAS DE COLOMBIA

Los vejámenes de las Farc contra la población colombiana, de los que el secuestro es apenas el delito más conocido por el mundo, llaman al repudio universal. Nadie que reconozca el carácter intangible de la vida puede sustraerse a la convocatoria que han formulado unos jóvenes valientes. Exenta de réditos políticos, las marchas contra las Farc, del 4 de febrero -en todo el orbe- tienen que aglutinar a cuantos han conocido los horrores de los cautivos en selvas colombianas. Quien se sustraiga a la protesta estará tácitamente confesando que comulga con las Farc, el peor enemigo de Colombia.

ESTOS SON LOS HORRORES DE LAS FARC




sábado, 26 de enero de 2008

UN CASO PARA ABOCHORNAR A LA JUSTICIA

No creo que sean hechos que sólo ocurren en mi patria porque la insensatez es una condición universal, -bien dijo Einstein que solamente el universo y la estupidez son infinitos-, pero si fuera así, con facilidad se explicaría que sea Colombia un manantial inagotable para el realismo mágico que ha tenido en García Márquez a su mejor representante.
El “paseo millonario” es un delito que une la extorsión con el secuestro. Ocurre cuando la víctima inocentemente toma un taxi y los salteadores –el conductor entre ellos- la sorprenden y retienen hasta que desocupan sus cuentas bancarias en un periplo de horror e incertidumbre por los cajeros automáticos. Entonces, y si ha colaborado, recupera su libertad la víctima. Otras modalidades que también existen, poco cambian la esencia de lo que estoy contando.
Pues bien, el jefe de una de estas bandas -que llegó a estar entre los delincuentes más buscados- por fin fue capturado. Y es aquí donde comienza el realismo sorprendente. La orden de captura había expirado, y como es más importante el documento que la praxis, se consideró que había que soltar al delincuente. Pero armonizando la tramitología con la cordura, a alguien se le ocurrió que la solución estaba en expedir con prisa una orden nueva. Pero cuando ya se tenía, se dieron cuenta de que no podía anteceder la captura a la orden de captura. En conclusión, había que dar libertad al delincuente. Con viveza la autoridad lo dejó ir, e inmediatamente, de nuevo, lo retuvo. Pero como epílogo de este relato breve, el juez le dio la razón al malhechor: había alegado en su defensa que fue presa de una trampa, porque sólo lo habían dejado alejarse cinco pasos cuando lo capturaron. Se le violaron sus derechos, fue la interpretación de la justicia. En definitiva quedó libre.
El sainete da para reflexiones preocupantes. ¡Cómo es posible que no prime lo esencial sobre la forma! Y que se enrede la justicia con leguleyadas negligentes que dejan a ciudadanos inermes en manos de la delincuencia. ¿Hay diferencia en la práctica, pregunto, entre una decisión socialmente nociva aunque amparada por la ley, y un prevaricato? En este caso ni siquiera valió el testimonio de las víctimas que fueron llamadas para identificar al secuestrador y extorsionista.
Le faltó decisión a la justicia. Un criminal no se somete a autoridades vacilantes. Quien ostenta el poder debe ejercerlo. Considero cuestionables los derechos de quien a los demás se los violentan. Es cínico creerse en posesión de un privilegio que uno no respeta. Las faltas intencionales y perversas implican riesgos que no puede desconocer quien las comete. Toda consecuencia para el infractor es previsible, la debe tener entre sus cálculos. El criminal que se siente a salvo de ellas no sólo perpetúa su accionar indebido sino que se vuelve más osado. La sensación de inferioridad y de impotencia es disuasiva. Cosa diferente ocurre con la que magnanimidad que se puede tener con el delincuente arrepentido, dado que no es la venganza el objetivo al administrar justicia, sino prevenir el delito y poner a la sociedad a salvo. Por eso la impunidad y la justicia ineficaz pueden llevar a que la víctima la ejerza por sus propias manos. Así surgieron, por ejemplo, los grupos paramilitares en Colombia.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO.

miércoles, 16 de enero de 2008

LAS FARC NO NOS DOBLEGARAN CON SU SEVICIA

Tienden los delincuentes a ocultar, desvirtuar o justificar en últimas, sus actos más horrendos, conscientes de la indignación que causan y de las consecuencias que conllevan; tal no ocurre con los facinerosos de las Farc, que perdieron hace tiempo todo asomo de vergüenza.
¿Cómo pudieron permitir que conociera el mundo todas las infamias que cometen con quienes tienen secuestrados? ¿Cómo dejaron que llegaran a manos de los familiares las cartas que escribieron los cautivos; cartas que conmueven por el dolor y el desconsuelo de quienes las escribieron, prueba de la degradación del verdugo y testimonio de la humillación de las víctimas: indefensas pero enjauladas, enfermas pero encadenadas, inocentes pero martirizadas? Sencillamente porque era ese su objetivo. Era lo que querían; esa era su intención: que el mundo conociera la sevicia con sus víctimas y el futuro atroz que aguarda a los cautivos; y conmovido con el estremecedor contenido de las cartas, forzara al gobierno que las viene combatiendo a ceder a sus requerimientos. Perdida la vergüenza han entrado en la fase de la insolencia y el descaro.
Es el uso del terror que busca dividendos -¿no es eso terrorismo?-, pero ni el gobierno ni el país han claudicado. Se han confundido gobiernistas y opositores en un unísono rechazo. Mal cálculo: la extorsión está consiguiendo un efecto sorprendente. Dentro y fuera de Colombia se levantan las voces contra la barbarie. El pregonado idealismo de las Farc ha expirado en las cadenas que ciñen el cuello de los secuestrados, en las alambradas y en las púas que se alzan contra su libertad y en los todos los vejámenes a que los someten.
No pueden desaprovecharse estos momentos de indignación extrema. ¡Debe crecer el repudio hacia las Farc como una bola de nieve en la avalancha! ¡Que todo el universo les reclame, que todas las puertas se les cierren! Sólo así habrá comenzado el fin de una organización que posando de subversiva martirizó por décadas al pueblo que tuvo por pretextos para sus acciones criminales.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

sábado, 12 de enero de 2008

¿ES AMISTOSO EL PRESIDENTE CHÁVEZ CON COLOMBIA?

No pudo disimular más el “dictador venezolano” la simpatía que siente por las Farc. No bien acaba de mediar para que el grupo guerrillero entregue a dos de las cautivas, cuando intercede por los bandidos ante el mundo.
¿Toca pensar que tras el gesto de humanidad que le creímos, primaba su intención de apuntalar su fama y de dar notoriedad a la guerrilla? El reconocimiento que acaba de pedir el presidente Chávez para las Farc y el ELN definitivamente ultraje a todos los plagiados, y a todos los que son sus víctimas, que es en última el pueblo colombiano.
No son ellas terroristas, ha dicho el líder socialista, y a pedido a gobiernos americanos y europeos que de tal denominación se les libere. “Son verdaderos ejércitos”, anota, “a los que debe darse estatus de beligerancia”. ¿Qué calificativo entonces se merecen un grupo que a sangre y fuego ha arrasado un sinfín de poblaciones, que pone carros bomba, que explota animales cargados de explosivos, que ha lanzado miles de pipetas de gas contra poblados indefensos, que puso un collar con dinamita al cuello de una mujer que finalmente fue volada, que ha asesinado en todas esas acciones infinidad de personas, amén de niños muertos y mutilados? ¿Qué además secuestra y extorsiona?
¡No es el camino correcto, presidente Chávez! Su vocación por las Farc desdice de la amistad que nos ofrece. Tememos que en su afán expansionista terminará aliándose con la guerrilla colombiana.
Costaría trabajo imaginar que en el mundo alguien pudiera pasar sin condenar las prácticas de la guerrilla, si no fuera porque a diario vemos con ella actitudes generosas.
Distinta es la realidad cuando se vive que cuando se imagina. No queremos ser más los colombianos víctimas de sus desmanes, hastiados estamos de sus atrocidades. ¿Qué pasa con quienes desde otros países las alientan. ¿Lo hacen por maldad? ¿Tan solo es ignorancia? ¿Acaso las perciben idealistas porque no sienten su crueldad en carne propia?
A todos los que se interesan por el conflicto colombiano: ¿Apiádense de las víctimas, no animen más a sus verdugos!

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

viernes, 4 de enero de 2008

LA EUTANASIA

Tantos como los adelantos científicos y tecnológicos, son los progresos en el campo de la ética, de la medicina hipocrática a nuestros días. Si bien la máxima latina primum non nocere (ante todo no hacer daño), se mantiene desde entonces incólume como pilar fundamental del ejercicio médico, la concepción paternalista, que en la relación médico-paciente prevaleció por siglos, se ha finalmente derrumbado. No es más el paciente el pasivo objeto de la terapéutica.

Con la introducción del principio de autonomía se reconoce al enfermo la facultad para decidir libremente sobre su salud y se le acepta en últimas como dueño de su propia vida; libre para aceptar o rechazar el tratamiento que pese al bien perseguido no podrá ser impuesto por la fuerza.

El concepto de la Corte Constitucional de Colombia* sobre la eutanasia, es realmente la noción más amplia de ese principio de autonomía, que podría llevar a resolver en lo legal una controversia que persistirá en lo moral hasta el final de los tiempos, sin vencedores ni vencidos desde el punto de vista dialéctico, pero con la posibilidad de mostrar en su aplicación el efecto de unos peligrosos excesos.

Aun la vida percibida como dádiva divina, y ha de serlo por la maravillosa perfección de lo creado, es un don que como toda ofrenda pertenece a quien con ella fue favorecido. Lícito entonces que el hombre en terminal e irremediable sufrimiento pueda disponer de su existencia, y ha de ser el reconocimiento a esa voluntad el único criterio que fundamente la eutanasia, no la percepción subjetiva de quien piadosamente quiera cercenar la vida del enfermo. Así lo interpretó la Corte, y la ponencia no es como hay quien lo perciba, una órden perentoria para extinguir la vida de cuanto paciente crea el médico sin remedio.

Debemos aceptar la bondad de cuantos de una u otra forma pretenden aliviar al enfermo terminal, pero el caso particular de la eutanasia plantea al médico las más preocupantes consideraciones y suscita para muchos el más grave enfrentamiento de los principios éticos de autonomía y de no maleficencia, que no puede resolverse sin que alguno sea gravemente quebrantado. Dilema que además plantea un reiterado interrogante ¿debe el médico renunciar a sus principios en favor de los principos del paciente?, ¿deben primar los del profesional que no acepta la eutanasia o los del enfermo que la solicita?, ¿los del médico que no acepta que su paciente muera por falta de una transfusión, o los del testigo de Jehová que prefiere morir antes que exponerse a ella?

En esta discusión interminable, es por fortuna claro para muchos médicos, incluído quien estas líneas escribe, que aunque el enfermo sea dueño de su vida, no debe pretender que un tercero ejecute su letal designio, y que la dignidad humana y el profundo sentimiento de preservar la existencia, encuentran el equilibrio ideal cuando el médico sin intervenir activamente en acortarla, libra al enfermo irrecuperable y en trance de agonía de todo esfuerzo que prolongue en vano el sufrimiento.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico")

* El criterio de la Corte emitido en la última década del siglo pasado, vuelve a revivir con el proyecto de ley que ha sido motivo de discusión en el 2007 en el Congreso de Colombia