jueves, 20 de marzo de 2008

LASCIVIA Y CASTIDAD: LA MÁSCARA DE LA FALSA VIRTUD

El gobernador de Nueva York Eliot Spitzer tuvo que renunciar tras el escándalo que suscitó el conocimiento de su afición por trabajadoras sexuales exquisitas. David Paterson el sucesor no resultó más casto, pero si más inteligente. Revelando con franqueza sus infidelidades, previno que medios de comunicación impertinentes hurgaran donde no debían. Hizo bien en adelantarse a los rumores. Mañana otro famoso estará en los titulares de los diarios. Hace 10 años estuvieron el presidente Clinton y Mónica Lewinski, y hace 45 John Profumo, Ministro de Defensa de la Gran Bretaña, y Christine Keeler, la amante que lo puso en apuros, en un fascinante enredo de infidelidad y de espionaje. Conocidos o en secreto, esos son comportamientos propios de la humanidad desde que puso su pie sobre la Tierra, de pronto deba salvar la reputación de Adán, que debió ser fiel por falta de materia: sólo una mujer –Eva- rondaba el paraíso.

Ese es el hombre, lo digo poniendo la cara por todos los machos de mi especie. Aunque no sobra advertir que nada los hombres lograríamos sin la maravillosa complicidad de las mujeres. Pero como no he de ser yo quien se arriesgue a adelantar un juicio sobre su conducta, expondré mi raciocinio tocando apenas el lado masculino.

He de decir que en la lista de escándalos sexuales y conductas como ahora las llaman “impropias o indebidas”, hay nombres que tienen cabida por derecho propio, derecho que se los da la bien adquirida reputación en otros campos -la política o la literatura por ejemplo-, pero en honor a la verdad los nombres de todos los hombres merecen la inclusión en el listado.

¡Dejemos de posar de santos! ¡Dejemos de hacerle el juego a tanta hipocresía! Los hombres somos infieles por naturaleza, infieles sin remedio. En la intimidad, las andanzas de los gobernadores de Nueva York no nos sonrojan. Nada hay en ellas que pueda sorprendernos. Por poco son un déjà vu en que se esconden nuestros íntimos deseos, en ocasiones un gozo que nos causa envidia, en últimas una acción de la que también somos culpables. Y todo por el error de una cultura que declaró monógama a una especie que no tiene los genes para serlo. Esa es la realidad, lejana del ideal que pretendemos, frustrante si se quiere, pero incontenible. Ante el deseo del macho la religión y la moral quedan pequeñas. Qué difícil es reglamentar lo que por ley natural viene reglado. Se trata de un fenómeno propio de la biología. Su explicación es fisiológica, su represión moral y religiosa. Y como el dogmatismo siempre se estrella con la ciencia, el resultado es una sociedad que se debate entre el instinto y la sumisión a unos valores.

En toda esta cuestión no es la irremediable expresión del instinto lo que más molesta, sino la doble moral de los que juzgan y en gran medida de los que son juzgados. Los que juzgan, porque en secreto habitualmente practican lo mismo que critican; y los juzgados, porque con frecuencia mienten o terminan ante el peso de las pruebas dándose los golpes de pecho que exige el espectáculo. Ninguno tiene el valor para hacer que su vida privada se respete, pese a tener como un as a su favor la noción de que en materia de conductas sexuales y placeres no hay ser humano –por santo que parezca- que no sea vulnerable.

No hay más que morbo al descubrir la vida privada de los hombres públicos. La infidelidad y el deseo carnal se gestan desde el mismo pensamiento. Y en esa ideación es en la que hasta los mismos puritanos se desbocan.

Va siendo hora de que la humanidad que todo lo trasgrede, se quite la máscara de la falsa virtud, y actúe en coherencia. No luce bien que el gobernador de nuestro cuento persiguiera como autoridad la prostitución a la que en privado se entregaba. ¡O la acepta o la rechaza! Tampoco luce que el mundo se haga cruces en público renegando de la pornografía cuando sus portales de internet no dan abasto con tantos visitantes, y el mercado del sexo se rebosa en millones de ganancias. ¿Será que todos ojeamos mientras no exista una mirada escrutadora?

No nos digamos mentiras, el sexo es lo que más disfruta el hombre, aunque muchos no tengan el valor de confesarlo. Es, desde luego, la expresión más primitiva, menos evolucionada de su ser, acaso porque tiene la obligación de perpetuar la especie, pero tan respetable como su actividad mental más encumbrada.

La ley que con frecuencia frente a la moral se queda rezagada -al fin y al cabo es una especie de ética de mínimos-, parece en este tema más sensata. En general nuestro mundo occidental respeta la intimidad de las personas y castiga en esencia lo absolutamente condenable: el abuso sexual y la violencia. En lo moral, no tiene sentido plantear en abstracto principios de buen comportamiento. Sólo hasta conocer lo racionalmente exigible a la naturaleza de quien es su objeto, se puede argumentar con coherencia. El resto es charlatanería de tinte maniqueo.

¡En definitiva seamos más sinceros y menos timoratos!


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

viernes, 7 de marzo de 2008

CHÁVEZ Y CORREA CÓMPLICES DE UN PROYECTO EXPANSIONISTA

Toda acción humana por magistral que parezca es imperfecta. Siempre lo oculto resplandece. Hubo un tiempo en que a pesar de nuestra desconfianza tocó creer en la amistad de Chávez y en la franqueza de Correa. Hoy uno con cinismo se ha quitado la careta, el otro la perdió ante el peso de las evidencias. Grave es el conflicto generado; las consecuencias nada predecibles. Pero la verdad sale fortalecida. No es para Colombia despreciable la ganancia: nada peor que confiar en quien nos está engañando, que dar la espalda a quien espera eliminarnos. Las palabras almibaradas de la diplomacia en estos casos no sirven para nada. Si antes hubiera actuado el mundo, Hitler no hubiera sido más que un personaje imaginado, el protagonista acaso de un best seller. Pocos presintieron la amenaza; el resto de la historia es dolorosamente conocido. El presidente venezolano como el ecuatoriano deben ser denunciados ante la Corte Penal Internacional: su apoyo a los grupos terroristas también es terrorista.

Que dejen Chávez y Correa de dramatizar y de pedir explicaciones, somos las víctimas de las Farc las que debemos exigirlas. No es la violación del territorio la que les preocupa, sino el revés que las incursiones de nuestras fuerzas representan para sus oscuros intereses comunistas.

¡Que no quepa duda! El presidente Chávez es un fenómeno desestabilizador en América Latina, no es persona grata para los colombianos; cuando a nosotros se refiere como su pueblo hermano, sabemos de qué Caín provienen las palabras. Los enemigos del “imperio” (norteamericano) a que él con tanta frecuencia se refiere, son realmente los desafectos de su imperio, del imperio que Chávez espera construir pasando por encima de la soberanía de nuestros pueblos. Chávez representa un peligro expansionista y al final totalitario. Y habrá que controlarlo con las armas que la situación demande, porque la libertad que nos dejó ese gran venezolano, el Libertador Simón Bolívar, no se habrá de perder por el delirio de un fantoche que muy lejos está de parecérsele.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

domingo, 2 de marzo de 2008

EL GOLPE A LAS FARC, UN PARTE DE VICTORIA DE COLOMBIA

No puedo como colombiano dejar de dar parte de victoria al mundo: Ha sido abatido uno de los mayores criminales de Colombia. Con la muerte de alias ‘Raúl Reyes’ segundo hombre en importancia de las Farc, llega un mensaje contundente: no es imbatible el grupo terrorista. Ya la marcha mundial del 4 de febrero las había notificado: el pueblo no las quiere. Nadie –racional- puede amar a su verdugo.

No pudo sin embargo el mal vecino –el presidente Chávez- comprender en su psicosis los rostros de satisfacción de tantos colombianos. No eran de alegría por la consumación de una venganza, eran de alivio, de liberación de una carga con la que se dejó vislumbrar una esperanza. El primero de marzo del 2008 evoca el 2 de diciembre de 1993 cuando cayó Pablo Escobar Gaviria, otro terrorista que puso a temblar a un pueblo con sus sicarios y sus bombas. Y cientos más son las víctimas de Reyes.

Sólo el émulo desfigurado de Bolívar podía ser capaz de condenar nuestra conquista. Pero ya su tono arremetedor no nos inquieta. La cobardía se suele agazapar en la animosidad de los bocudos. Sus insultos no demandan el vigor de una respuesta. Ordinariez, torpeza e ignorancia son el pilar de su discurso.

Buscar una confrontación con Colombia es la mayor expresión de incompetencia. Si a tal enfrentamiento condujera, me atrevo a pensar que entre dos fuegos quedaría atrapado, el de los venezolanos que no están dispuestos a acompañar esa aventura y el de tantos colombianos que a fuerza de su persistencia hemos comenzado a abominarlo. Podría ser el final de su gobierno a manos de un golpe de sus propios militares. Nuestros pueblos son hermanos, sólo el “dictador de Venezuela” cultiva enemistades. No creo que los militares venezolanos estén interesados en una guerra inútil y absurda con Colombia.

La mediación de Chávez en la liberación de secuestrados, es más que humanitaria: artera. Oculta otro interés: la participación de las Farc en su proyecto. Pero ni él es el líder para América Latina -que en dirigentes como el presidente Lula tiene mejor mañana- ni las Farc tienen futuro, pues son terroristas y están en la pendiente de su decadencia.

Muy al contrario de lo que imagina el presidente Chávez, Colombia se siente agradecida con sus fuerzas armadas y con su presidente, y nuevos golpes reclama contra esos terroristas.

A las Farc, si dejan de ser tan obstinadas, sólo les queda negociar con el gobierno una salida decorosa. Reinsertados de otros movimientos subversivos, hoy reconocidos dirigentes, han demostrado que en Colombia más consigue la democracia que la fuerza de las armas. En cuanto a Chávez, en su futuro adivino la hecatombe.

Y si pensamos en Ingrid Betancourt y los demás rehenes, valdría la pena imaginar que muchos guerrilleros de menor rango han persistido en sus acciones por la obstinación de quienes los comandan y el temor a las retaliaciones, y en este momento de acefalía transitoria podrían optar por desertar llevando consigo a la libertad a los cautivos.
¡Gloria al bravo pueblo! que tiene que soportar a su tirano.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO