martes, 21 de noviembre de 2017

DE LOS ESCÁNDALOS DE HOLLYWOOD Y LA CORRUPCIÓN DE LA SOCIEDAD ENTERA

De nuevo el mundo se rasga las vestiduras por un escándalo sexual. Muchas veces lo ha hecho para enmascarar su hipocresía, como protagonista de hechos peores que ocurren en su intimidad. Esta vez, a más de la doblez de los allegados del protagonista, que ahora lo repudian, está la indignación de la multitud que juzga con aparente ingenuidad la vieja costumbre de los favores sexuales a cambio de la fama.
Casi un centenar de actrices en busca de la gloria terminaron siendo víctimas de Harvey Weinstein, el productor que podía hacerles realidad los sueños.
La indignación, en este caso, más que juicio ponderado es arrebato. Un dictamen sesgado que pierde de vista la mitad de los hechos.
Que el productor haya aprovechado su poder, como tantos machos sin escrúpulos, para conseguir lo que cualquier hombre honrado procura de una mujer con respeto, maneras amables y galantería, es indudablemente condenable. ¿Pero esas revelaciones tardías de las víctimas -los casos datan de 1980- no resultan sospechas? Si a cambio de la fama se oculta la agresión sexual, la culpa con el abusador es compartida.
A diferencia de quien reducida por la fuerza invencible del agresor se resigna al atropello sin obtener nada a cambio, en este caso la concesión o el ocultamiento del supuesto abuso iba en pos de un beneficio. Por eso la denuncia resulta extemporánea. Primero había que esperar el resultado de la acción pecaminosa.  
Lo que dos seres humanos trancen en su intimidad sexual no es de mi incumbencia, ni de la de nadie. Que mientras no se cause daño, la gente sea dichosos con la libre expresión de sus instintos. Pero qué triste es que el sexo, que tiene otra finalidad, se haya convertido en moneda con la que se tranzan acciones criminales. Hoy se soborna con favores carnales, no solo con dinero. El sexo compra influencias, paga servicios, se ofrece, se exige, se comercia, se tranza en las altas esferas sociales, se negocia entre los delincuentes, sirve de puente entre el bien y el mal, es el incentivo por el que el hombre honrado se tuerce. Es, en fin, una magnífica carnada.
Por eso, quedarse solamente con la idea de que Weinstein es un “depredador sexual” es hacer una interpretación ligera del asunto. Es no ahondar en la degradación del comportamiento social y en el campo de las trasgresiones que pacta el hombre para satisfacer sus intereses.
Todo hace parte del espíritu corrupto del ser humano, en que por igual son culpables quien ofrece como quien recibe. Luego no es inocencia dejarse sobornar. Inocencia es resistir, inocencia es denunciar.  Pero hoy, corrompidas hasta las altas cortes, los involucrados buscan pretextos para demostrar que son honrados. En una tergiversación amañada de las responsabilidades. Se proclaman inocentes porque siempre el otro fue el culpable. La falta, aducen, es de quien instiga. ¡Falacia! La falta es también de quien accede.
El ser honrado es recto. Siempre se mantiene erguido, impávido ante la tentación por fuerte que resulte.

Luis María Murillo Sarmiento MD. 

sábado, 14 de octubre de 2017

MI ÍNFIMO SER, MI MUNDO INFINITO

Tan infinita es la creación que hasta la Tierra que me parece inmensa no alcanza a percibirse en la enormidad del universo. La Tierra es nada en la grandiosidad, y yo soy la nada de la nada. Y, sin embargo, en mi ser inapreciable el universo cabe. Cosas del Creador que domina lo infinito, que da infinidad a todo lo creado: al macrocosmos y al microcosmos. Que hace caber lo gigante en lo minúsculo.
No soy yo y el efímero instante, no soy yo y la aparente brevedad de mi vida, no soy yo y el estrecho lugar que me envuelve. Existe dentro de mí un mundo espacioso y profundo de sentimientos, pensamientos y sucesos infinitos: un universo entero.
No estoy circunscrito al tamaño inapreciable de mi ser, no existo en virtud de la cantidad de seres que me adviertan. Existo por mí y para mí, tejiendo un entramado que con la lucidez de mi razón y la fuerza de mi voluntad llegará a ser laudable o reprochable.
Mi historia es más que mi diario, es la de mis padres, la de mis abuelos, la de quienes me antecedieron y sembraron en mí sus recuerdos; la de mis hijos, la de mis nietos, la de otros seres que llegarán para trazar, sin querer, mi futuro. Será el devenir en otro mundo sin la carga pesada de mi cuerpo.
Soy la imaginación que no deja de zurcir pensamientos. Que reflexiona, concibe y discierne. Que fabrica ilusiones, y tal cantidad de nociones produce, que si materiales, necesitaría un lugar inmenso para conservarlas. Pero en la mente infinita de mi ser limitado se guardan.
Soy un gigantesco manojo de afectos: de felicidad, de angustia, de dolor, de sueños y preocupaciones. El mundo es enorme, mi ventura pequeña para que lo inquiete. Y aunque lo externo se vista de sombras, mi cielo se tiñe de azul, y refulge. Es mi subjetividad, a la que la mano divina ha encargado mi dicha.
Soy más que yo mismo, soy todos mis seres que en un mundo tenso yo amo y me quieren. La familia pequeña y extensa, los amigos que alegran mi esquina, las personas que luchan conmigo persiguiendo los mismos principios, las que respaldan las mismas ideas y se regocijan con mis ideales, las almas, en fin, que confiadas caminan conmigo.
Soy más que mi ser, mi mundo interior lo desborda. Un buen artista a pesar del detalle en la multitud como un punto me hubiera plasmado. Si acaso la cara, en un pincelazo burdo, hubiera pintado.
Del pincel prodigioso del Creador agradezco el detalle, el mundo admirable y sin límite, interno y externo, en el que yo existo.     
Me asombra el cuidado con que fui concebido, la prodigiosa conexión entre el todo y la nada, esa evolución admirable y constante, que sumido en la ciencia no admito fortuita. Más que la fe, es la razón la que admite que alguien muy grande inició lo creado.
Gracias Señor. La magnificencia de la creación me extasía, la grandeza de mi mundo interior me deslumbra, comprender la causalidad y la finalidad me ilusiona. Veo la bondad tras la humareda de las conflagraciones que los hombres encienden, entonces, la infinita gratitud que te debo en mí surge.  


Luis María Murillo Sarmiento MD.

viernes, 8 de septiembre de 2017

LA PAZ ESTÁ EN CAMINO, LOS ENEMIGOS DE LA PAZ NO EXISTEN

A las manos del carismático pontífice que nos visita han debido llegar los escritos de diversos autores de la Tertulia Acorpolista*: idealismo poético, angustia por la incertidumbre y pensamientos reflexivos sobre la paz que se confunden en un libro de 154 páginas, “La paz está en camino”, publicado con ocasión de la visita del pastor universal.

Con asombro un día encontré mi pensamiento incluido en el proyecto, y agradecido di el visto bueno para que pretéritas palabras líricas y pasadas opiniones sobre el proceso de paz brotadas de mi pluma terminaran en el mensaje al papa.

Escucho los pensamientos bondadosos expresados por Francisco con dulzura y siento, como pecador, la necesidad de contrastarlos con los míos. Creo que los versos en que invoco la paz y en que me entristezco con la mortandad absurda y fratricida se armonizan con su sentimiento, ¿pero qué hay de mi prosa que se exalta y que juzgan con dureza los acuerdos que ofrecen la paz estable y duradera?

La magnanimidad del sucesor de san Pedro me sonroja, al punto de tener que releer todos los escritos que sobre el proceso de paz he publicado. Al final el corazón hace una pausa y la razón retorna al análisis imperturbable de los argumentos. Me tranquilizo. Solo el devenir dirá si mis temores son justificados.

No soy enemigo de la paz, porque la ansío. Porque me ilusiono cuando, el material de guerra de las Farc, me dicen que será fundido; porque me alegra verlos lucir su traje de civil en vez del odioso camuflado; porque me complace verlos en vida de familia en zonas veredales; porque me regocija que la gente no escuche en el campo el traqueteo de sus fusiles, ni en las ciudades el estruendo de sus bombas. Pero me aterro cuando sus jefes a la sombra de la generosidad de los acuerdos dan señas de persistir en un modelo que no es otro que el ignominioso de Cuba y Venezuela. Cuando veo que la magnanimidad con un agresor despiadado va más allá de la rebaja de la pena y el perdón, y demanda la reforma de la Constitución para satisfacerlo.

¿Si el corazón auténticamente arrepentido -me pregunto- sufre, magnifica su falta, implora el perdón y anhela resarcir al agredido, por qué las Farc ocultan los bienes de la reparación y se señalan víctimas?  ¿Por qué quien ofreció el perdón a las víctimas al firmar el primer acuerdo de paz -en vez de suplicarlo-, insiste al lanzar su movimiento, en extender sus manos “en señal de perdón”, cuando solo los violentados pueden perdonar?  

Conozco el contenido del acuerdo, que casi nadie leyó por soso o por pereza; tiene la impronta de las Farc y sus ansias comunistas.

Quien deteste vivir en opresión debe saber que el comunismo es totalitario. ¿Y si a la dicha de una paz transitoria sigue la instalación progresiva de una dictadura cuál habrá sido, entonces, la victoria?  Las condiciones están dadas: no hay poder en Colombia que no se haya sido corrompido. Hasta los magistrados de las altas cortes delinquen como cualquier bandido. Cualquier populista de izquierda con carisma, que ofrezca solucionar los males -aunque no lo pretenda, ni lo intente-, tendrá de la masa el voto asegurado, y las Farc, que políticamente en este instante no significan nada, entonces podrán ascender al poder por puertas o resquicios que un gobernante con tal particularidad les abra.

Si ellos exigen leyes que prohíban el paramilitarismo, como si alguna vez nuestra normatividad lo hubiera permitido, nosotros exijamos que constitucionalmente quede blindada nuestra democracia. Que se la acate, que nadie, ni nunca, pueda coartar la libertad, que nadie deje de ser libre por expresar su pensamiento, que la pluralidad política se mantenga, que se respete siempre la propiedad privada.

Si tales garantías me dan las Farc y las leyes y reformas constitucionales derivadas del acuerdo me sereno; ni en cuenta tomo el pago de la reparación que ante el desinterés de las Farc saldrá de mi bolsillo, ni la tristeza de ver gente de bien tras de las rejas, cuando los culpables de los peores crímenes se libran de la cárcel. Y probablemente lo haga la mayoría de los que critican el acuerdo, porque los enemigos de la paz... no existen.

Luis María Murillo Sarmiento MD.

* Tertulia de Acorpol (Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de la Policía Nacional)