Le pareció al presidente Kennedy que los ciudadanos estadounidenses debían pensar más en lo que podían hacer por su país que lo que su país podía hacer por ellos. Enmarcada en una máxima, la afamada frase no tiene aplicación entre nosotros, menos en una Colombia preelectoral en la que el pesimismo, la ingenuidad, las pretensiones desmedidas y los odios sin la contención de la razón -porque priman más los instintos viscerales que el entendimiento- amenazan pulverizar la democracia.
Los escrúpulos,
que no suelen ser virtud de la política, en la actual contienda sufren el
atropello de quien a toda costa busca instalarse en la Casa de Nariño. Acaso
todo vale cuando uno guarda en sus principios la convicción de que el fin
justifica los medios y son válidas todas las formas de lucha.
No esperamos
grandes y positivas transformaciones del país con ninguno de los candidatos. No
es pesimismo ni menosprecio, apenas la observación de una tendencia que confirma
nuestra historia. Pero al punto al que ha llegado la campaña presidencial
actual, el ansiado progreso es lo de menos. Lo que se juega Colombia el 29 de
mayo y el 19 de junio no es su progreso sino su democracia. Lo que espero para
Colombia es un candidato decente, que entregue el poder al final del su
período.
Que Gustavo
Petro no defraude a sus hipnotizados seguidores está por demostrarse. Sus logros
como alcalde precisan de un milagro que los reivindique; pero me preocupa más
que su capacidad para gobernar, tan inversamente proporcional a su oratoria, su
talante moral, su propensión a la lucha de clases, su desacato a fallos y
sentencias adversos, su desprecio a la Constitución y a las normas, su capacidad para
mentir y desvirtuar la verdad. La conducta ante la destitución cuando fue
alcalde hizo para mí un auténtico retrato moral del personaje.
A mis amigos petristas,
que no son tan escasos, les pregunto: ¿Tienen la certeza de que su candidato
entregará el poder y su presidencia será un mandato democrático? ¿No será su
gobierno el preludio de un régimen sin libertad y con persecución política? Si
su respuesta producto de un examen honesto y razonado afirma su creencia, que
depositen su voto con confianza. De lo contrario serán a más de artífices de su
desdicha, responsables del infortunio del resto de sus compatriotas, y Colombia
los culpará de su desgracia.
¡Moralmente ante
la duda más gana la conciencia al abstenerse!
Luis María Murillo Sarmiento MD.