sábado, 26 de enero de 2013

REFLEXIONES EN TORNO A LA FELICIDAD


Con jocosidad o en tono serio se ha comentado el ‘desaguisado’ que ubica a Colombia en el primer puesto del escalafón mundial de la felicidad. Un imposible concluyen los supuestos entendidos dada la infinidad de problemas que afronta el colombiano. Guerrilla, narcotráfico, violencia, desastres naturales, pobreza, desempleo, no dan, según su percepción, para que alguien pueda ser feliz en esta tierra. Y debo agregar yo, que también, un rotundo pesimismo, pues como no solemos hacer valoraciones imparciales el inventario nunca toma en cuenta los progresos del país en tantos frentes.
Para los nacionales Colombia es sencillamente pobre y atrasada así los indicadores nos ubiquen como la cuarta economía de América Latina apenas por debajo de Brasil México y Argentina (a la que hemos llegado a pisarle los talones), y la sexta de todo el continente.
“Venimos de un país pequeño”, resaltaba al enfrentar en un mundial al equipo de Corea del Norte una jugadora de fútbol colombiana, sin imaginar que Colombia con 1141748 kilómetros cuadrados  es el vigésimo sexto (26º) país en extensión sobre el planeta y Corea del Norte con 129540 kilómetros cuadrados apenas el nonagésimo noveno (99º), y que la pequeña patria que ella imaginaba tenía un PIB nominal de 365 mil millones de dólares, 12 veces superior al terruño de sus oponentes. Pero “venían de un país pequeño”, y con esa modestia no pudieron conseguir más que un empate.
Hay definitivamente discrepancia enorme entre la realidad y lo que de ella se percibe, y entre los motivos objetivos de desilusión y el sentimiento que al final aflora. ¿Será que por costumbre ensombrecemos la realidad  los colombianos a sabiendas de que vivimos en un mundo mejor que aquel que desacreditamos? Difícil poder ponerlo en duda. Es cierto en muchos casos. El colombiano por naturaleza es quejumbroso. Se queja, pero es indudable que su queja no siempre lo convence. Es un lamento de labios para afuera. En su interior sabe que se encuentra en mejor condición de la que expresa; o más interesante aún, si existe motivo real de descontento se conduele, pero suele ser indiferente a su lamento; se queja y acto seguido ríe, cual si el chaparrón de las penas se precipitara sin mojarlo. Definitivamente el pesimismo o el entorno adverso con el sentimiento de felicidad no riñen.
Felicidad e infelicidad hacen parte del mundo subjetivo del hombre, que es verídico -porque así lo percibe- solo para quien lo lleva dentro. Absurdo, si se quiere, para quien desde fuera lo percibe, pero no sujeto por ello a descalificación alguna. Ese es su mundo y ese su sentimiento, luego nadie más idóneo que su dueño para calificarlo. Por consiguiente si alguien dice que es feliz hay que creerle. No podemos obligar a ser feliz a alguien atiborrándolo de fortuna, ni infeliz colmándolo de desventuras: hay quienes felicidad han encontrado en el martirio. Lo que hace feliz a un hombre puede hacer a otro desdichado. Bástenos pensar que el sacrificio, habitualmente sinónimo de infelicidad, adquiere connotación laudable y jubilosa cuando se materializa en la felicidad del ser amado.
Descubro en la felicidad un estado de bienestar interior, de satisfacción consigo mismo, por lo que no depende tanto del mundo externo como del interno. De ahí la paradoja de que en medio de la adversidad se pueda ser dichoso. Ese carácter subjetivo de la felicidad es primordial para que la vida del hombre no sea una cadena perpetua de desilusiones. Para que se pueda sentir satisfacción con poco, dado que la abundancia es por lo general esquiva.
Considero que la felicidad mide la capacidad de adaptación de la persona, ello me explica que se puede ser feliz en la adversidad e infeliz en la fortuna, y que el amargado y el rencoroso -expresiones de desadaptación- no sean felices por más bendiciones que el mundo les depare.
Solemos considerar la felicidad como una consecuencia de sucesos, de motivos que la avivan o la frenan, pero tal vez no sea inexacto percibirla también como un mecanismo de defensa para sobreponerse al trauma continuo de la vida; una resiliencia en la que entre más feliz más se defiende el individuo del ambiente hostil y más goza con lo bueno que el mundo le depara.
Si así lo consentimos, tendremos que admitir que la felicidad está equitativamente repartida y no es un privilegio como la fortuna, pues por desheredada que parezca la persona puede acceder a ella. Basta que haga de su mundo interior un paraíso, así parezca un sicótico a la vista de quienes lo contemplan. Más prodigios hace la imaginación que la riqueza
¡Si el loco es feliz qué importa la cordura! Ser feliz es el empeño de todo ser humano.
¡Si un pueblo dice ser feliz que no se lo convenza de otra cosa!

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD.

sábado, 19 de enero de 2013

PETRO, PROGRESISMO Y DEBACLE. Motivos para una revocatoria de mandato


Quien conoce las prácticas del comunismo y la izquierda ortodoxa no se lleva sorpresas con la actual administración de Bogotá. Ni la acrecentada ineptitud que a muchos de sus electores desconcierta está por fuera de lo presupuestado. Buenos para ver la paja en ojo ajeno, individuos como el Alcalde lucen en la oposición como contendores espinosos, arriesgados y expertos en el embate y el sofisma; en el gobierno, privados de autocrítica, son empecinados e infecundos.
Su política de aseo, con todo el caos que ha generado en la ciudad, es la mejor ilustración del ‘progresismo’ que esas izquierdas promueven. Se hace demagogia con los necesitados, se les ofrece la redención a los recicladores, sin medir las consecuencias fiscales se ofrecen rebajas de tarifas, se seduce y enardece a los estratos bajos, se ataca al capital privado y se presenta al empresario como la ruina de las clases pobres y no como generador de empleo y de progreso. Y en el afán de doblegarlo, sin previsión ni cálculo, se cambia un servicio de aseo privado y aceptable por uno ineficaz y público -de pronto con decir ineficaz bastaba-.
No hubo que evocar para remontamos a la Bogotá de antaño con toneladas de basura por las calles, bastó dejar que la mirada desprevenida captara las escenas para tener la imagen de la basura que dejó la ideología petrista en los andenes. Volvimos al pasado, cuando apenas barría un tercio de la ciudad la Empresa Distrital de Servicios Públicos, cuando ni siquiera se recogía la mitad de la basura, porque entre otros motivos permanecían varados la mitad de los camiones.
Pero es más tozuda la realidad que la soberbia y le tocó al Alcalde contratar con los privados. Tan sólo un ínfimo 18% quedó a cargo de su nuevo engendro.  Pero con ese engendro se revive la EDIS (Empresa Distrital de Servicios Públicos) hace 16 años por su ineficiencia liquidada. Volveremos a ver su incompetencia, sus despilfarros, su corrupción, su burocracia y la habitual extorsión sindicalista. Y este, como todos los males que nos propicie el alcalde afín al comunismo -condición que rechazará como ha refutado ser émulo de Chávez-, será pagado por los contribuyentes, las clases que tributan, que paradójicamente son las que más detesta.
No afirmo que lo privado sea perfecto, pero si adolece de alguno de los males que menciono es su problema; cuando los vicios son de las entidades públicas, la carga por vía tributaria se traslada al ciudadano. Es más fácil administrar un contrato que controlar una empresa viciada por la burocracia, la incompetencia, la irresponsabilidad y las depravaciones de lo público.   
Hemos visto en los afanes del Alcalde volver a la volquetas -que no cumplen con las normas de salubridad para la recolección de las basuras-, alquilar compactadores en condiciones cuestionables, vincular más personal que el requerido, retrasarle los pagos, traslucir desorganización, casar enfrentamientos; y en el repliegue, devolver volquetas y compactadores, reducir personal, fabricar explicaciones y volver a contratar con los privados.
Tal vez deba sentir satisfacción con cuanto ocurre: por la enseñanza que ha debido dejar a los votantes -los electores definitivamente merecen lo que elijen-, pero, también, y sobre todo, porque el infortunio de la capital puede ser un aleccionador suceso. Y si sirve  la desgracia bogotana para que el país se salve de ‘marchas patrióticas’*, izquierdas dogmáticas y progresismos similares, habrá valido vale la pena el sacrificio. 
Ojalá con esta elección no se olvide la enseñanza de que una mayoría dividida termina por padecer la tiranía de la minoría que vence. Unidos sus rivales jamás Petro habría sido ungido como alcalde**, Defecto de la democracia que obligar a actuar con astucia y a hacer alianzas entre afines para impedir el ascenso al poder del adversario. No siempre se vota a favor, a veces debe votarse contra alguien en previsión de la debacle. Es la divergencia entre la abstracción y lo concreto.
Vicio de la democracia que se basa en el número y no en las cualidades de los electores. Y que concede hegemonía a la base de su pirámide, menos culta pero numerosa, en detrimento del vértice, de pronto exiguo, pero más reflexivo y más independiente. La base con la dádiva, el halago y la promesa se asegura.  Bien lo saben los populistas como el alcalde bogotano, que firme en su proselitismo ofrece agua gratis y descuentos en tarifas de trasporte y de servicios sin importar si se corrompen las finanzas, porque en su lucha de clases solo quienes tengan pagaran los platos rotos.
El manejo de las basuras en Bogotá es ilustrativo ejemplo de la ideología de las izquierdas ortodoxas y del mal llamado progresismo en el que el progreso es el mayor damnificado. Tras un decidido interés por lo social que las encumbra y las hace llamativas, afloran las concepciones realmente retardatarias de la economía, traducidas en populismo improductivo y exacerbación de odios sociales.
El socialismo malgastador y pendenciero, no tanto el de los socialdemócratas -que evolucionaron de Bernstein a la Tercera Vía-, cultiva incompetentes al inducir la pobreza espiritual y la inutilidad de los desposeídos en un paternalismo inadmisible que castiga el denuedo del que tiene y fomenta el facilismo del que recibe gratis.
El estado paternal al socorrer sin compromiso ni contraprestación alguna arruina en el beneficiado su afán por esforzarse, lo libera de responsabilidades inexcusables  y lo sume en la mediocridad. Desestimula en cambio a los ciudadanos productivos castigándolos con tributos abusivos para mantener una masa improductiva. La senda correcta es facilitar las condiciones para que los desamparados accedan con su esfuerzo a los mismos derechos de quienes disfrutan el bienestar social. Enseñarles a pescar más que obsequiarles el pescado reza la sabiduría del pueblo.
Debemos entender que todo cuesta y que toda erogación del Estado lo es realmente de los contribuyentes, porque el Estado no es más que una noción que no saca recursos de la nada. La largueza de los gobernantes populistas o pasa cuenta de cobro a los contribuyentes o arruina las finanzas del ente que administran.
El alcalde Petro compra adeptos rebajando tarifas a los estratos bajos -realmente la ayuda proviene de los estratos altos que son los que subsidian-, y reduciendo indiscriminadamente el valor de los pasajes en el trasporte público a discapacitados, ancianos y estudiantes, cual si por esa condición no pudieran sufragarlo. Lo que demandan ancianos y discapacitados es un trasporte digno en que nos sean estrujados como todos los pasajeros que usan Transmilenio. ¡La hacienda pública demanda responsabilidad en su manejo!
Combatir la pobreza no es repartir los bienes de quienes los poseen, sino generar riqueza para todos. Crear condiciones para que el esfuerzo personal y honrado se traduzca en patrimonio. Repartir es dividir; generar, multiplicar, acrecentar los bienes para que todos tengan. Principio elemental del desarrollo y del progreso, que difícilmente entienden los que usurparon la denominación de progresistas.
Como todo cuesta no debemos generar cargas a nuestros semejantes, todos debemos producir para responder por nosotros mismos y por quienes trajimos a este mundo. No se trata como piensa el Alcalde de arrebatar a unos para disfrute de otros. Son inadmisibles los beneficios onerosos sin esfuerzo y a cargo de terceros. Todos tenemos que hacer frente a nuestras obligaciones. La pobreza no exime de responsabilidades. Solo los niños deben ser mantenidos por sus semejantes. Por su indefensión, como por ser su vida ajena a su deseo y consecuencia de los actos de sus padres. Hasta el anciano es responsable de su supervivencia porque tuvo toda una vida para planificarla.
No hay que sentir resentimiento ni envidia de los grandes capitales. Los grandes conglomerados económicos generan millones de puestos de trabajo, a más de multitud de servicios y productos que todos disfrutamos. Seríamos famélicos e infelices si todo estuviera a cargo del Estado. Las dádivas del Estado tienen un tope exiguo -pregúntele a un cubano- que solo llena a individuos mediocres y sin aspiraciones. Con el capitalismo, caricaturizando un poco, se puede llegar a tocar el cielo con las manos. Hoy la China comunista nos deslumbra, pero porque adoptó la economía capitalista. Siempre la riqueza de alguna manera generará empleo y desarrollo: es un axioma.
Considero que la pobreza es un estado de ánimo y que la miseria reside en el espíritu. Con voluntad, esfuerzo y ambiciones se remedia la falta de fortuna; la pobreza espiritual no la remedia nadie. Es por ello que un pobre puede llegar a ser un hombre acaudalado y un heredero rico derrochador y tarambana un pobre irredimible. 
El izquierdista despistado, amante del atraso y la contienda, es hostil al empresario y al capital privado. Imagina que despoja al pobre de la fortuna -que no tiene- y le resultan cosa vana sus acciones. Emprender, arriesgarse a toda suerte de adversos resultados, generar trabajo y contribuir al bienestar con sus tributos no son para un comunista dignos de admirarse.  Así que se le enfrenta y se le imponen cargas confiscatorias que frenan la prosperidad de las empresas, matando, en acertado símil, la gallina de los huevos de oro.
Uno esperaría con la caída de la producción industrial en Bogotá al finalizar el 2012 una mirada del Alcalde a las oportunidades que proveen los tratados de libre comercio firmados por Colombia, pero acérrimo enemigo del libre comercio seguirá hostilizando  a las empresas y casando peleas con el sector privado. Su ideal es castigar el patrimonio, así que deberían emigrar como Depardieu*** quienes tengan los bienes en su mira -del estrato tres en adelante- y veríamos entonces con qué contribuyentes realiza sus obras populistas. No será de su bolsillo ni del de los adinerados izquierdistas más ágiles en la verbosidad que en las acciones: tal es su coherencia, tal su filantropía. Ellos las buenas obras las realizan con el esfuerzo y el dinero ajeno.
En Petro percibo el talante para la aventura chavista, la resolución para la expropiación arbitraria,  el populismo empobrecedor, el resentimiento guerrillero, y el autoritarismo propicio para cercenar las libertades y emprender las persecuciones propias de los regímenes comunistas. Motivos que unidos a su ineptitud como alcalde son más que suficientes para convencerme de la necesidad de revocarle su mandato.

Luis María Murillo Sarmiento MD.
* Movimiento político integrado o respaldado por personas que se perciben tan afines a las Farc como Carlos Lozano, Piedad Córdoba e Iván Cepeda.
**Gustavo Petro obtuvo 723157 votos  -32.2%-, pero Enrique Peñalosa, Gina Parody, Carlos Fernando Galán y David Luna contendores con similitudes políticas y programáticas obtuvieron 1314929 -58.65% de la votación-.
*** Gerard Depardieu el famoso actor francés, al igual que muchos millonarios, ante los exagerados aumentos tributarios del gobierno socialista, del 75% para los más adinerados, optaron por  el éxodo; y en el caso de Depardieu por la ciudadanía rusa que le fue otorgada en enero del 2013.