sábado, 11 de diciembre de 2021

SE MARCHARON LOS POETAS*

 Se marcharon los poetas dejándonos una estela de amor y de recuerdos. Seis socios y cinco amigos del Centro Poético han partido en los meses que lleva la pandemia, y no todos por ella. La enfermedad y la muerte confabulan para llevar almas al cielo.

El recital que hoy nos congrega revive su presencia y hace eco con sus versos en el nostálgico rincón de los silencios. Rincón de lo profundo y de lo íntimo en el que nadie muere porque los seres queridos son eternos.

Volverá a nuestras mentes su recuerdo como una fiesta que celebra su paso por la tierra. La muerte es más que un simple cortejo a lo recóndito. 

De la madre patria la gracia y el salero resonarán de nuevo en el humor fino y los sonetos de Manuel Boix Palacián, quien nos dejó la receta para un beso: Póngase un delantal de fantasía y busque un recipiente enamorado. Eche un tallo de amor recién cortado y un ramo de ternura y armonía”.

Blanca Inés Roa de Perdomo se nos presentará con su voz suave y el pensamiento crítico, con su pasión por la literatura y el timbre agudo y melodioso de su canto. Y con ese espíritu sereno que en la proclamación de su partida nos dejó esta convicción alentadora: Búsquenme en el aire que respiran, en las palabras sinceras, en los pensamientos puros, en la naturaleza toda”

Nos volverán a persuadir las razones filosóficas de Graciela Hurtado de Soto sobre el deber humano. Su pensamiento preclaro que proclama con la sonoridad del verso: “Deber antes que vida es la luz esplendorosa que ilumina. Cinco letras que abrazan los seres que conocen la libertad y la paz”.

Evocaremos a Teresita Chávez de Flórez en la nostalgia de sus declamaciones exquisitas, en su memoria prodigiosa, en su distinción innata y en su inquebrantable religiosidad, que un día tradujo en fervorosa confidencia: Mi oratorio es mi refugio y mi todo. A la Santísima Virgen, mi fuente de inspiración, le imploro con devoción”.

Y volveremos a escuchar el verso sublime de Héctor José Corredor Cuervo, el poeta de la rima rigurosa, el hombre de la espada y de la pluma; del palpitante amor por su terruño y la tierra americana. Que se alce su voz y nos repita: Tierra de ensueño y de riqueza, creada por el Señor cual paraíso para que viva en paz y sin pobreza”.  

Julio Roberto Galindo Hoyos llegará con la aureola intelectual que lo hizo insigne. Con el fruto del talento que Heródoto y Demóstenes, los genios griegos, le imprimieron. Nos resonará la voz del orador y declamador sin par en la memoria en el instante en que con vehemencia diga: Cuando en el trigo nazcan amapolas y nadie diga que la tierra sangra.  Sólo en aquella hora podrá el hombre decir que tiene patria”.    

Deláscar Vargas López, el escritor inspirado por la naturaleza y por la tierra, el del excelso amor por el terruño, el de la Ruta del Sayal y Pasogrande leerá sus versos costumbristas, y nos dirá con su sereno acento: Entre olores campesinos, entre bancadas e insidias, busqué silencios extraños y el complemento escondido”.

Recordaremos a Silvio Vásquez Guzmán, el bardo defensor del verso clásico que retrató la multitud de caras del trabajo y llevó al verso la historia de la patria. El hombre de la anécdota y la cita poética en los labios, que ratificó su oficio proclamando: Poetas soy porque la bella aurora aprisiona luceros en mi la almohada, poeta porque vibro entre flores que fecundó la abeja enamorada, poeta soy porque Dios ha colocado pentagramas de luz en mi palabra”.

Ah, los favores que presta la memoria, la de Zorayda Mejia Mejía no fue para la declamación y el verso. Refinada y erudita, se metió por los vericuetos de la historia. Recordarla es sumergir nuestra memoria en los acontecimientos del pasado tras la anécdota y el hecho revelador con que ella siempre los narraba.

Olga María Esquivel llega a nuestra cita con el aroma de la naturaleza fresca que amo como docente y poetisa, y que en sus versos nos dejó plasmada. Escucharemos su voz cuando nos dijo: “Cuando me vaya buscarás mi huella en el árbol perdido en la sabana, o arrullando en un cuento de palmeras el arco iris que refleja el agua”.

Bajo el seudónimo de Yamile Alberd llega el recuerdo de Alicia Bernal de Mondragón quien hizo del verso un universo sonoro y cadencioso, y de educar un jardín de semillas florecidas. “¿Qué esperas cosechar en tu parcela? -dijo- ¿Cuál emoción te impulsa cada día? Cultiva la semilla que retrate como un espejo la esencia de tu vida”.

Marchen en paz amigos admirables, que en la tierra bien plantada dejaron su semilla y el cielo ya recoge su cosecha.

 

Luis María Murillo Sarmiento

Vicepresidente Centro Poético Colombiano

 

* Palabras pronunciadas el 4 de diciembre del 2021 en el Museo Nacional de Colombia, en el recital llevado a cabo en  homenaje a los escritores fallecidos.


domingo, 12 de septiembre de 2021

LA TERTULIA LITERARIA EN COLOMBIA Y APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DEL CENTRO POÉTICO COLOMBIANO

Bajo este título presento mi nuevo libro, que tras un recorrido de la colonia al presente y por algunas regiones de Colombia en pos de la tertulia literaria, se concentra en la historia de una entidad, el Centro Poético Colombiano, que tras una historia de más de 60 años, sigue aportando a la cultura con sus recitales, sus revistas y sus antologías. https://drive.google.com/file/d/1FdGGh1T6e_srGtoHkDLqz5tvoFiLHnyd/view?usp=sharing

viernes, 10 de septiembre de 2021

LA CUEVA Y EL GRUPO DE BARRANQILLA ¿UN TEMPLO DE CULTURA?

En la primera mitad del siglo XX hay una figura que resaltar en la tertulia barranquillera: el librero catalán Ramón Vinyes y Cluet, nacido en Berga, en 1882. Llegó en 1913 a Colombia huyendo de un gobierno que lo perseguía por luchar por la independencia de Cataluña. Establecido en Barraquilla, fundó con otro catalán, Xavier Auqué I. Masdeu, la Librería R. Viñas & Co., donde conformó una tertulia que se alimentó con las lecturas de las obras del librero. También fundó la revista Voces, que circuló entre 1917 y 1920. La librería se incendió en 1923, pero años después Vinyes fundó la Librería Mundo, con Jorge Rondón Hederich, en donde desarrolló tras su regreso a Barranquilla, en 1940, una tertulia acreditada con intelectuales de Barranquilla, de la costa y el país, en torno a la literatura, el periodismo, el cine y la pintura.  También fue partícipe de otra tertulia, la del Café Colombia, en el centro de la ciudad y vecina al Mundo, que comenzaba tras cerrarse la librería y reunía contertulios comunes, como Alfonso, hijo de José Félix Fuenmayor, Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y Germán Vargas. Ramón Vinyes fue muy apreciado por García Márquez, quien lo llamó “el sabio catalán”. Una exageración, según Armando Benedetti Jimeno, para quien “Vinyes no fue un sabio. Sus cuentos y obras teatrales están lejos de merecer elogios discretos, y hasta su propia crítica literaria se muestra decepcionante”.

Son los anteriores importantes antecedentes de La Cueva y sus protagonistas, referencia que no faltará cuando de la tertulia literaria se hable en Barranquilla. Así lo demanda el reconocido prestigio de sus integrantes. No obstante, siempre albergaré la duda de cuánto fue cultura y cuánto fue relajo. Quién lo vivió es quien lo sabe diré parafraseando al Carnaval de Barranquilla. Y hoy tal vez el único que lo sabe es el único sobreviviente del Grupo, Plinio Apuleyo Mendoza, quien en alguna entrevista dijo: Ahí hablábamos de todo, de literatura, pero también de humor y de mujeres, por supuesto [...] A veces solo se emborrachaban y hablaban de escopetas, tiros y esas vainas”.

En la distancia puede percibirse La Cueva como templo de cultura, pero pudo ser más sitio de trago y diversión de intelectuales y artistas. Pero más que esto me importan las personalidades y sus obras, a todas luces sobresalientes, como lo atestigua una notoriedad que obtuvo el Nobel y trascendió las fronteras de su patria. Valga la pena la simpática expresión de Jacques Gilard:El grupo no existió, pero fue importante". Y es que hasta sus integrantes han negado su existencia. Qué tan grupo y qué tan tertulia fue está por resolverse, y mientras se resuelve su fama se sigue acrecentando. Lo cierto es que con sus integrantes todo fue mamagallismo, palabra que por primera vez utilizo en un escrito, pero que tal vez sea la ideal para describirlos.

José Cervantes Angulo en su escrito Los secretos de La Cueva cita a Félix Fuenmayor cuando dice: “Ese no fue un tertuliadero literario ni nada de esa vaina que se han inventado los cachacos con su prosopopeya pseudointelectual. La Cueva era una tienda donde se vendían yuca, arroz y manteca, y después cerveza Águila, cuando Álvaro la surtió. [...] Entonces surgió aquello de la tertulia, pero no se trataba de tertulias literarias y artísticas, sino roneras. Allí lo que se consumía era ron en cantidades alarmantes. [...] Nada de Faulkner, ni Joyce, ni Hemingway. Nada de Bach, Mozart o Beethoven. Allí lo que sonaba era la rumba, el son cubano, el cha cha cha (sic), el ritmo tropical, Celia Cruz, el inquieto anacobero Daniel Santos”. José Miguel Racedo complementa: “La finalidad de nuestras reuniones era la de mamarle gallo a todo el mundo. Era una tertulia de ron sin literatura”. En cambio, según Quique Scopell, en la finca de José Félix Fuenmayor, en Galapa, sí hablaban de literatura José Félix y Alfonso Fuenmayor, García Márquez y Cepeda Samudio.

Tertulia o no -todo puede ser tertulia-, el Grupo de Barranquilla existió en los años 40 y 50 del siglo pasado. Comenzó hacia 1940 con las reuniones de la Librería Mundo y el Café Colombia, que hacia 1954 pasaron a una tienda de la esquina de la calle 59 con carrera 43, llamada La Cueva, de propiedad del odontólogo Eduardo Vilá, donde, al parecer, la literatura y el arte se mezclaron con el jolgorio y la ebriedad.

Próspero Morales Pradilla dio en 1954 la primicia de ese grupo creativo de jóvenes de Barranquilla, cuyo nombre de Grupo de Barranquillo se consolidó tras una nota de Germán Vargas en la revista Semana. Años antes, el grupo había fundado el semanario Crónica, dedicado a la literatura y al deporte, como medio de difusión de la producción de sus integrantes. Estuvo bajo la dirección de Alfonso Fuenmayor y contó con García Márquez como jefe de redacción, pero tuvo corta vida, solo circulo entre 1950 y 1951.

La Cueva vio pasar contertulios como Plinio Apuleyo Mendoza, Consuelo Araújo, Fernando Botero, Álvaro Cepeda Samudio,  Jorge Child Vélez, Meira Delmar, Rafael Escalona, Juan B. Fernández Renowitzky, Alfonso Fuenmayor, Gabriel García Márquez, Enrique Grau, Héctor Rojas Herazo, Ángel Loochkartt, Nereo López, Néstor Madrid Malo, Próspero Morales Pradilla, Alejandro Obregón, Roberto Prieto, Juan Antonio Roda, Orlando “Figurita” Rivera, Julio Mario Santodomingo, Enrique Scopell, Germán Vargas y Eduardo Vilá.

Por haber ganado el Nobel, Gabriel García Márquez es hoy la figura más descollante de La Cueva, pero no está muy claro que tan asiduo fue de la tertulia. Vivió en La Arenosa entre 1950 y 1955, y así como se afirma que fue uno de los miembros más habituales, Jacques Gilard y otras voces son enfáticas en que García Máquez nunca la frecuentó. Quique Scopell, integrante del grupo afirma tajante que “Gabito nunca fue a La Cueva”, ¿Quien entiende? Si también había afirmado que “allí nos reuníamos Alfonso Fuenmayor... Gabriel García Márquez, Bob Prieto y yo”. Scopell también atestigua que Escalona “venía muy esporádicamente porque vivía en Valledupar”, al igual que Germán Vargas, porque vivía en Bogotá.

El Grupo de Barranquilla no estuvo exento de controversias y desacuerdos con escritores y otras agrupaciones literarias, y es así como Jacques Gilard, colombianista francés, recuerda sus confrontaciones con “las vacas sagradas del panorama nacional, López de Mesa y Calibán, entre otros” y sus críticas a Eduardo Carranza y los escritores caldenses.

La Cueva cerró sus puertas en 1959. Años después, La Cueva fue restaurada, y en la actualidad es centro cultural, galería de arte y restaurante-bar. Con Heriberto Fiorillo La Cueva sigue siendo sitio de todo tipo de tertulias.

Luis María Murillo Sarmiento MD.

BIBLIOGRAFÍA

·         Benedetti Jimeno A. Defenestrando a un sabio. La Prensa (Panamá) [Internet]. 27 ago 2021. [Consultado 8 mar 2020]. Disponible en: https://www.prensa.com/impresa/perspectiva/Defenestrando-sabio_0_1504349583.html

·         Cervantes Angulo J. Los secretos de La Cueva. Caribania Magazine. 1994. [Consultado 10 oct 2019]. Disponible en: https://caribaniamagazine.webcindario.com/AJUNIO7/h_jn/lacueva.htm]

·         Escobar Vilá, A. El Grupo de Barranquilla recordado por Plinio Apuleyo Mendoza. 24 oct 2018. [Consultado 7 mar 2020]. Disponible en: https://www.semana.com/contenidos-editoriales/barranquilla-sisepuede/articulo/el-grupo-barranquilla-recordado-por-plinio-apuleyo-mendoza/588319

·         Fiorillo H. Gabo y el grupo de Barranquilla. Corporación Otraparte. 22ago 2013 [Consultado 10 mar 2020]. Disponible en: https://www.otraparte.org/actividades/literatura/la-cueva.html 

·         Gilard J. El Grupo de Barranquilla. Revista Iberoamericana. 1984; [Consultado 27 sep 2019];50(129):905-35. Disponible en:  https://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/viewFile/3978/4146

·         Grupo de Barranquilla. [Internet]. Wikipedia, la enciclopedia libre. 13 sep 2019.  [Consultado 22 sep 2020]. Disponible en:  https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Grupo_de_Barranquilla&oldid=119286081

·         Joaquín Mattos O. Morales Pradilla, Cepeda y García Márquez. El Heraldo [Internet]. 19 feb 2021 [Consultado 10 mar 2020]. Disponible en: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/joaquin-mattos-omar/morales-pradilla-cepeda-y-garcia-marquez-702645

·         Los cuatro discutidores: el Grupo de Barranquilla descrito por Gabriel García Márquez. Centro Gabo. 2019 [Consultado 10 oct 2019]. Disponible en: https://centrogabo.org/gabo/contemos-gabo/los-cuatro-discutidores-el-grupo-de-barranquilla-descrito-por-gabriel-garcia

·         Salcedo Ramos A. Crónica y el Grupo de Barranquilla. El Colombiano [Internet]. 22 feb 2015 [Consultado 10 jun 2020]. Disponible en: https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/cronica-y-el-grupo-de-barranquilla-LA1345519

·         Vanegas Mejía, JA. Dos pilares del Grupo de Barranquilla. Vniversitas. 23 jun 2016. [Consultado 2 mar 2020]. Disponible en:  http://vniversitas.over-blog.es/2016/06/dos-pilares-del-grupo-de-barranquilla.html

lunes, 6 de septiembre de 2021

EL ABORTO PROVOCADO: UNA IMPOSICIÓN JUDICIAL LEJOS DE LA HUMANIDAD Y EL ACTO MÉDICO

La inobjetable perfección de los procesos que mantienen la vida, independientemente de cualquier sentimiento religioso, bien merece el calificativo de milagroso como expresión superlativa de la admiración con que nos sorprende la existencia. Asombrosa a pesar de lo cotidiana. Y nadie más llamado a dar testimonio del prodigio que el científico que conoce a profundidad los mecanismos que sustentan la vida.

La contemplación estética como moral de una maravilla generalmente conduce a la conservación y a la defensa de lo admirado, y a una inhibición que cohíbe su destrucción. Pero como hay hombres que no alcanzan a ver la vida desde esta perspectiva, la arrasan sin advertir la gravedad de sus acciones, aniquilando sin compasión la naturaleza y hasta la vida humana. Las palabras del Salvador pidiendo perdón para los que no saben lo que hacen, y que cobran vigencia cuando una influenciadora colombiana causa destrozos en una estación de Transmilenio convencida, según ella, de que no estaba obrando mal, me llevan a pensar que los que con vehemencia defienden el aborto no saben lo que hacen.

Desde Adán -que obviamente no fue el primer hombre sobre la tierra, pero nos ubica en los comienzos de la humanidad- hasta nuestros días, la historia del hombre es una historia de destrucción y de barbarie, concomitante, a Dios gracias, con los progresos de la inteligencia, obviamente a cargo de otros hombres. Pero cuando esperábamos que los progresos de la civilización volvieran al hombre más humano, en la acepción buena del término, han terminado imponiendo una cultura de muerte.

La vida, que puede contemplarse como un milagro, también es un estorbo, que simplemente se elimina. Se elimina en medio de un atraco, se elimina en la ferocidad del odio de la guerra, se elimina en medio de la rabia, se elimina por ser un obstáculo para malsanos intereses... se elimina cuando la víctima incluso no ha nacido. Concebir la extinción es hoy un pensamiento cotidiano, que ronda en la mente del criminal, como toca la del magistrado o la del médico, cada cual con su argumento o sus razones, con el eufemismo preciso que sosiega la idea. Se volvió cotidiano pensar en la muerte como solución, y lo cotidiano, hábito, al fin y al cabo, adormece lo moral, y se incorpora como costumbre aceptable a fuerza de la repetición.

Considero que la decisión de la muerte no puede ser otra que la decisión personal de la víctima, como ocurre en el suicidio. En aras del exaltado principio de autonomía, una decisión de tal envergadura no puede darse sin el consentimiento de quien va a ser inmolado. Y en el caso que me ocupa, el del aborto provocado -que no voy a mimetizar con el de interrupción del embarazo, y que alguna vez más vergonzosamente disimularon tras la denominaron de regularización menstrual- no puedo entender quién se arroga el derecho de ese consentimiento. La madre siempre vela por los derechos del hijo, pero en este caso actúa como agresora y no como tutora. Su decisión está viciada. Como está la de todos los que solo desean la muerte del embrión o el feto.

Indudablemente a ese fruto de la gestación se le ocasiona un daño. Y los argumentos que a su favor se invocan siguen sin satisfacerme. En casi todo hay un sofismo o una verdad amañada. Lo cierto es que se elimina una vida humana. Es vida, sin que el más obtuso defensor del aborto puedo negarlo; es humana porque en su crecimiento y desarrollo no dará lugar sino a un ser igual al que lo procreó  y al que lo alberga en su vientre. De otra parte, la mujer es dueña de su cuerpo, desde luego, pero el feto y el embrión son otro cuerpo. Que la mujer no puede soportar el peso de un embarazo no deseado es cuestionable. Podrá no causarle placer una gestación en tales condiciones, pero para su fortuna el embarazo apenas dura nueve meses y no termina en el fallecimiento, contrario a enfermedades crónicas mortales para las que no hay magistrados ni cortes que corten la condena. Sabe un padre adoptivo la felicidad que la adopción encierra. Que a quien no le coartaron el derecho a la vida pueda negar tal privilegio asombra. Y que en defensa de la ‘interrupción del embarazo’ se sacrifique un feto viable aterra. Del feticidio ya se habla sin rubor ni pena. Se mata dentro de la matriz a un feto casi a término ante el riesgo de que nazca vivo y adquiera todos los derechos que un ser humano adquiera al nacimiento. ¿Tal conducta podrá enorgullecer al cuerpo médico? Y pensar que el artículo 125 del Código Penal afirma: “El que por cualquier medio causare a un feto daño en el cuerpo o en la salud que perjudique su normal desarrollo, incurrirá en prisión de treinta y dos (32) a setenta y dos (72) meses”. Se está llevando a cabo el feticidio sin que yo conozca para los autores consecuencias.

He ejercido la obstetricia durante cuatro décadas y he encontrado en la humanidad la solución a la mayoría de los dilemas. Esa sensibilidad que agrega sentimiento al bien moral esquiva el daño y explora caminos razonables. No puedo arrepentirme de los casos en que frustré un aborto. Quienes se arrepintieron luego me compartieron la felicidad con su criatura. Aconsejé siempre con el convencimiento y la filantropía de un médico enamorado de su vocación, pero la sentencia que despenalizó el aborto ha condena la disuasión y el consejo por el médico tratante. Qué desconocimiento de los motivos que a una mujer la llevan al aborto, qué imperioso deseo de destruir al feto. Ni siquiera la penalización de la mujer que aborta me preocupa, no está en mis pretensiones que vayan a la cárcel, conozco la angustia y el dolor que las embarga, pero sé que en la práctica sin sanción penal se mantendrá la práctica. Mi parecer es, entonces, que sea sancionado quien lo lleva a cabo, ajeno por completo a la congoja de quien lo solicita.

El artículo 122 del código penal que penaliza el aborto debe ser sustituido. No debe ser la mujer, sino quien lo practica el objeto de la sanción estipulada, igual debe contemplarse el aborto desde la mirada médica y de salud mental, con énfasis en el apoyo que debe recibir del equipo de salud la mujer solicitante, sin el amedrentamiento actual, que aleja al médico de todo consejo y toda ayuda que no conduzca al objetivo indefectible de acabar el embarazo.

Luis María Murillo Sarmiento MD.


miércoles, 20 de enero de 2021

EL COVID, ENTRE LA ANGUSTIA TERRENAL Y LA SERENIDAD ETERNA

Al inaugurar el pasado 31 de octubre el encuentro anual de una entidad literario que presido, la despedida a un viaje sin retorno de tantos poetas y colegas médicos arrebató mis sentimientos, más que para proclamar el infortunio, para proclamar su llegada triunfal a un mundo libre de amargura y de dolores. Y emocionado escribí para el etéreo universo de los versos Travesía:

 

Inquieto veo al mundo, en trance de partir por la pandemia.

Veo cortejos de amigos hacia el cielo, y un desfile con rumbo al infinito.

Si todos marchan, yo alegre marcharé con ellos.

Un nuevo vivir presiento que me aguarda.

La humanidad está de viaje y yo preparo el equipaje:

el futuro aguarda, la inmortalidad en otro mundo espera.

 

Y cual invocación, esa perpetuidad se convirtió en llamado, afloró el contagio y mi cuerpo claudicó ante un mal incontenible. La realidad se diluyó en un sopor irresistible en el que el instinto por supervivir carece de sentido. Perdí el dominio de mí mismo y fácil se entregó la mente a los sopores de un sueño dispuesto a exceder confines conocidos: dispuesto a dormir eternamente.

Oh, cuerpo exánime, que solo se desplaza por la fuerza ajena, cual fardo dócil a la voluntad de quien lo mueve. Pero fue la voluntad divina, en la figura de un ángel terrenal, la que de nuevo me aferró a la tierra. Ah, colega y discípula que todo esfuerzo obró hasta que mi humanidad en el lecho del hospital que ella dirigió buscó remedio.

El pronóstico es sombrío con sensación de muerte irremediable. Espíritu y materia en pique paralelo se juegan la suerte. Pero no, morir para el viajero no es una carga de horror y de tinieblas.

El cuerpo con base en desalentadores análisis predice su derrota; el alma, en cambio, se siente conducida por el cortejo celestial que siempre la acompaña. Hermosa sensación de llegar al paraíso de la mano de Dios y conducido por mis padres, la sagrada familia de Nazaret y todos los seres celestiales que siempre me han amado. No, morir no es una carga de horror y de tinieblas. La enfermedad no aterra. En la antesala de la muerte material siento que del pasado son las dichas, pero también las cargas pesadas de este mundo. Oh, liberación reconfortante y plácida.

En medio del ensueño, de repente, una inquietud asalta. ¿Y el sufrimiento de mis deudos? ¿Y el angustiado clamor de mis amigos? No, no es fácil partir sintiendo la amargura de quienes nos despiden. Y entonces el Creador me devolvió a la tierra. Hay tareas por cumplir, una nueva alborada proclama la vida. Que la bondad reine en la nueva jornada.   

Dichosa ha de ser la existencia ante la presencia infinita de Dios, por ello para quienes ya transitan por los destinos de la gloria mi tributo emocionado por la estela de amor que dejan en la tierra, y a quienes aflige el dolor de la separación y la partida que obre el sanador efecto del recuerdo trasformado en entrañable y perdurable compañía. 

Luis María Murillo Sarmiento MD.

EN LOS 40 AÑOS DE UNA PROMOCIÓN DE MÉDICOS*

 Raudos 40 años transcurrieron desde aquel feliz instante en que un diploma para poder ejercer la medicina se  nos entrelazó en las manos. Los arrestos de la juventud se juntaron con los sueños, y una senda sugirió para abrirse a nuestro paso, y el andar se hizo camino hasta volver añeja nuestra huella, rancia como el licor bien conservado. Y más años y nuevos sucesos adornarán nuestra existencia, porque aún el porvenir aguarda, pero desde ya gozamos la deliciosa emoción de sentirnos en la cima. En vano no ha pasado el tiempo. Un quehacer humano ha ennoblecido nuestro espíritu, han sido nuestros pacientes la razón de nuestra entrega; se ha enriquecido el intelecto con los nuevos desarrollos de la ciencia, y el espíritu con la sabiduría y la experiencia. Tal vez apenas el cuerpo se resienta, la materia presiente su declive, que más da, si el alma atesora su riqueza. En la eternidad siempre un mejor futuro aguarda.

Gracias al ímpetu de la juventud una época nos tuvo por vanguardia, porque siempre la juventud gracias a su energía es la avanzada. Pero la supremacía no reside en la fuerza sino en la sabiduría, y la vida nos ha colmado de sapiencia. Nos ha constituido en faro que esparce su luz en el camino oscuro. Pero se han transformado el mundo y sus costumbres, lo filosóficamente vanguardista hoy puede hacer lucir la avanzada de ayer como retardataria. No importa, el apego honesto y la defensa de los principios en los que nos formamos son una satisfacción que nos complace.

Nos sentimos hace cuatro décadas parte del mundo más adelantado de la historia humana, cuán lejos estábamos de imaginar el vertiginoso progreso de la ciencia, del que gracias a la medicina hemos podido ser protagonistas.

Ha sido nuestra generación testigo excepcional del devenir humano. Nunca tantos sucesos, ni tan importantes se agolparon en el tiempo. Nunca tantas demostraciones hubo de la superioridad de la imaginación humana, probablemente, tampoco, de la torpeza de mentes menos lúcidas. Solo por ser espectadores, y más afortunadamente protagonistas, de ese acontecer, ha valido la pena nuestro paso por la tierra.

Hoy plenos de satisfacción, con un orgullo sano celebramos. Cuarenta años del ejercicio de una noble profesión bien lo merecen. Pero cuarenta años son el final y no el comienzo de nuestro periplo por el alma mater. Así que volvamos nuestros ojos al pasado al dichoso tiempo en que nos encontramos. Que afloren los recuerdos de los años felices en el Hospital de San José, que reviva la emoción de recorrer su estructura, creación de Pietro Cantini, ahora centenaria; la percepción del espíritu de los fundadores, egregias estampas de la medicina patria que el ingreso a cada pabellón nos recordaban, la memoria de tantos profesores eruditos y sobre todo, esa evocación conmovedora de nuestra relación, del florecimiento de amistades y noviazgos, de compartir aficiones, de asociarnos para estudiar, de disfrutar la vida, de constituir una familia, que sin darnos cuenta, perduró en el tiempo.  

Y en este momento de nostalgias que un instante recoja el sentimiento por quienes ya partieron y en un abrazo que ciña el infinito les hagamos llegar nuestra gratitud por las dichas que nos dieron.

 

Luis María Murillo Sarmiento MD

 

* Promoción 1980 de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario