miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA SANGRE DE SUS VÍCTIMAS RECLAMA EL EXTERMINIO DE LAS FARC

El secuestro y degollamiento del gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, por un comando de las Farc, es un crimen más en el largo historial de la barbarie del grupo terrorista. Uno más, porque son miles las atrocidades cometidas, y miles las que cometerán si no se las detiene. Pero es único y sobrecogedor como todo asesinato depravado. No se olvidará jamás el horror del collar bomba con que las Farc acabaron a una de sus víctimas. Y esos son apenas dos ejemplos de sus habituales demostraciones de sevicia. Las Farc son genocidas, en sus manos la humanidad perecería.

No merece la vida quien no es capaz de respetarla, todo derecho lleva consigo una obligación equiparable. Y no es difícil respetar la vida, truncarla es lo que para cualquier ser normal resulta insoportable.

¿Qué consigue un crimen repudiable, más que desear para los criminales la misma adversidad? ¡Si rehacer la Patria precisa la muerte de los subversivos –asesinos infernales-, abonemos el suelo con su sangre! Es lícita la destrucción de un genocida, es un derecho la defensa de la propia vida. No queda más alternativa que la aniquilación, no como conducta vengativa, sino como recurso final de una sociedad para someter a un agresor irredimible. Y pensar que su depravación es la encumbran los comunistas de América Latina hoy asociados en la Coordinadora Continental Bolivariana. Que su degradación es la que ganó la solidaridad del dictador venezolano que hoy esconde en su territorio a sus perversos cabecillas.

Una nación no debe arrodillarse ante sus victimarios, no puede perecer inerme y resignada. Un país de 45 millones de personas no puede dejarse arrinconar por ocho o diez mil facinerosos. Las Farc no sólo son enemigas del gobierno y de la fuerza pública, son enemigas de Colombia, luego todos los colombianos debemos participar en su aniquilación. Por más bárbaras que sean, no podrán sobrevivir a las armas del Estado.

Mano firme presidente Uribe. Más firme sí se puede. En un país de gobernantes pusilánimes, de líderes sin carisma o dispuestos a tranzar con los violentos, su talante resulta imprescindible.


Luis María Murillo Sarmiento

lunes, 16 de noviembre de 2009

UN ENFERMO MENTAL NO DEBE GOBERNAR A VENEZUELA

Llama a la guerra con Colombia el dictador venezolano. Cual ladrón que monta en cólera porque su víctima pone cerrojo a las puertas por las que pretendía colarse, Hugo Chávez, tan desvergonzado como cualquier malvado, ha perdido los cabales porque Colombia ha hecho acuerdos militares que obstaculizan sus planes delirantes*: Colombia no es tierra fértil para sus míseros proyectos. Expandir su carcomido socialismo en nuestra patria es imposible. Aquí son bienvenidos los norteamericanos; su democracia y su sistema nos convencen; nada supera la libertad que ellos defienden, libertad que agravia el vetusto proyecto del coronel venezolano. Cuanto menos le agrade ese convenio, al déspota, más lo defenderemos. Deja cierto placer hacer cuanto le amargue.

La mente del tirano está cada vez más trastornada. Enferma como la mente de todo hombre que pretenda dominar al mundo. Ante la mente enferma se precisa la atención psiquiátrica. Pero no en este tipo de hombres con poder, que se sienten intocables y niegan sus dolencias. En estos casos toca defenderse del enfermo.

La enfermedad mental contagia. En Venezuela, por fortuna, sólo aqueja a las mentes más endebles, en la Alemania de Hitler hasta las lúcidas se perturbaron. Acaso porque el líder de la nación bolivariana, aunque paranoide, mitómano, megalómano y maniaco, también es chabacano, y sus expresiones grotescas y chocantes previenen a quienes tienen algo más que él en su intelecto.

Es propio de quien pierde el contacto con la realidad aferrarse a proyectos fracasados. No más hace unos días que el mundo celebraba el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, símbolo de la ignominia que quiere revivir el dictador venezolano. El modelo de pobreza y aniquilamiento de la libertad propio de los regímenes comunistas se repetirá indefectiblemente. Ya lo estamos viendo. Un país que podría desarrollarse con sus recursos petroleros padece racionamientos de agua, de energía y de alimentos, mientras su presidente dilapida la riqueza en una revolución obsoleta y obstinada.

Con una constitución y unos poderes que sólo obran en su beneficio, se puede adivinar que Chávez no abandonará el gobierno de forma reposada. Sus abusivas intromisiones en el vecindario son el germen de un sentimiento que anhela acabar con el caudillo. En Colombia apenas las Farc celebran su invectiva, a los demás, en su contra, nos reúne.

El irrespeto a la soberanía de las naciones puede dar pie a que los estados afrentados se inmiscuyan en asuntos que sólo deberían incumbir a Venezuela. ¿Sería impensable que una alianza entre la oposición venezolana y los países molestos con su intervención lo derrocara? No es inconcebible, quizás es lo mandado. Medidas de excepción demanda la salud del continente.

Ni los venezolanos deben permitir que su país acabe en una dictadura como la cubana, ni las naciones latinoamericanas consentir que un desquiciado pretenda involucrarlas en su sueño imperialista, que reeditaría las atrocidades que vivieron los países de la órbita soviética. Nunca se debe desestimar al enemigo.

Chávez podrá ser un líder para Evo Morales o para Daniel Ortega, para los colombianos no pasa de ser un terrorista, en algo se nos parece a ‘Reyes’, el guerrillero dado de baja en Sucumbíos**.

Si los oprimidos por Chávez se sublevan, aciagos días esperan al caudillo. Triste final para un hombre que tuvo el poder para mejores cosas. El derrocamiento y la muerte no son ajenos a la suerte de todos los tiranos; quizás pase en la cárcel el resto de sus días.


Luis María Murillo Sarmiento M.D.

* Porque Colombia firmó un acuerdo que permite a Estados Unidos el uso de siete de sus bases militares en un programa conjunto contra el narcotráfico y el terrorismo, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, llamó lacayo de la nación norteamericana a Colombia, mafioso a su presidente Álvaro Uribe y pidió a los venezolanos a prepararse para la guerra.
** Provincia del Ecuador donde fue muerto por las fuerzas armadas de Colombia el segundo comandante de las Farc y varios guerrilleros (1º de marzo 2008).

viernes, 13 de noviembre de 2009

DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD (CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA) - HUMANIDAD, ÉTICA Y BIOÉTICA

La humanidad no es simple sentimentalismo. El germen que transita los principios de no maleficencia y de beneficencia, alcanza en la humanidad su manifestación sublime. Efectivamente la humanidad mora en los terrenos de la ética; la bioética la tiene en sus dominios. La ética como disciplina del comportamiento humano, por fuerza la involucra. La contempla la bioética cuando vela por la dignidad e integridad de la persona.

El trabajo bioético advierte las tendencias intolerantes y crueles, fomenta la bondad, procura que la humanidad se infunda desde la cátedra, pero también que se vierta desde la alta jerarquía: desde la cima de la administración, desde los poderes del Estado. Busca que la violencia y la negligencia se transformen, como postula Diego Gracia -médico y bioeticista español-, en respeto y la diligencia. El objeto de la ética es la protección del débil; y retomando al mismo autor, debo afirmar que mientras la selección natural lo elimina, la ética lo cuida y lo preserva.

Los comités de bioética cumplen en últimas con el objetivo de humanizar la asistencia y la investigación sanitaria. Su función busca la armonía entre la técnica, la ciencia y la dignidad humana, en pos de un modelo ideal que como propone José Alberto Mainetti “integre la medicina de alta tecnología y la medicina humanística, con el objetivo de procurar los mejores intereses del individuo y de la sociedad”. Su papel es más que pertinente en un mundo que deslumbrado por las maravillas de la ciencia se olvida de los sentimientos. Bien señaló Gracia que la ética médica clásica era una ética de la virtud, mientras la actual está más centrada en el deber que en la felicidad.

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.

VER ÍNDICE DE ESTE ENSAYO

viernes, 30 de octubre de 2009

DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD (CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA) - ¿QUÉ ES DIGNIDAD?

Los movimientos intelectuales, filosóficos y artísticos, como el humanismo griego (siglo V aC) o el humanismo del renacimiento (siglos XIV-XVI) al destacar al hombre y sus valores enaltecieron la dignidad humana. También la han destacado el humanismo cristiano –espiritual- como el humanismo materialista desde sus propias ópticas. Altruismo, como filantropía nacen de ella y convergen en ella. La dignidad es, pues, la esencia de la humanidad que demando en este texto. ¿Pero qué es la dignidad humana?

La dignidad, ateniéndonos a criterios de plena aceptación, es un bien absoluto. Con lo que se quiere expresar que es independiente de toda circunstancia. Ni el sexo, ni la edad, ni el credo, ni la raza, ni el estado de salud, ni el abolengo, ni la posición social, ni ninguna otra condición la subordinan. Es un valor fundamental inherente al ser humano, que no se otorga, sino que se debe reconocer indefectiblemente: deja de ser opcional, debe admitirse. Y como valor fundamental, es pilar de múltiples principios, que se traducen en el respeto por el ser humano y que deben, sin condicionamiento alguno, a todos cobijarnos.

Aunque incorporada -la dignidad- a todo tipo de leyes y tratados que hacen obligatoria su observancia, considero que debe ser su fundamentación filosófica y moral la que inspire su respeto, la que mueva la conciencia de los hombres.

“La superioridad del ser humano sobre los que carecen de razón es lo que se llama la dignidad de la persona humana” afirma Oscar Garay. Criterio ya expuesto en el siglo XVIII por Immanuel Kant, filósofo alemán. Planteó Kant el valor relativo del ser irracional, frente al valor objetivo de los seres humanos. Reconoció a las personas como fines en sí mismos y sentó el impedimento moral –al no ser cosas-de usarlas como medio y de utilizarlas para nuestros fines. Concluyó por lo tanto que el ser humano no tiene precio: tiene dignidad. Los seres humanos no son en consecuencia negociables, son, como dice el pediatra y máster en bioética Joan Vidal-Bota, únicos e irreemplazables

Dada por sentada la dignidad, sobre ella se erigen todos los derechos: a la vida, a la libertad, a la expresión, a la propiedad, al credo y todos los que las leyes, tratados y declaraciones universales a los seres humanos le conceden. A todos –lo resalto- en razón de que la dignidad es compartida por todos por igual, como un derecho natural por el sólo hecho de ser de nuestra especie.

Pero ese reconocimiento tiene, a mi parecer, implícitas ciertas condiciones. Por ser digno al ser humano se le trata con humanidad, pero por ser digno se espera que actúe humanamente. No se espera humanidad de otra especie hacia la humana, pero sí de ésta hacia las otras.

¿Pero qué ocurre cuando el ser humano abandona su condición racional y actúa de forma feroz contra sus semejantes? ¿Su dignidad-supuesta un absoluto- se resiente? ¿Se menoscaba ese valor fundamental? Seguramente. Pero el asunto, contradictorio y polémico, no tiene relevancia cuando la atención sanitaria es el tema central de lo que expongo. En salud el trato humanitario es un axioma. La cuestión es trascendente en lo penal y en la conducta hacia los delincuentes. Sostengo entonces que la dignidad no es un bien ilimitado y que sí demanda una responsabilidad mínima del titular de ese derecho, porque ser digno es ser, también, merecedor de algo. Sin tanta disquisición la sabiduría popular sostiene que hay respetar para que lo respeten.

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.

VER ÍNDICE DE ESTE ENSAYO

jueves, 8 de octubre de 2009

DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD, CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA - HUMANIDAD, HUMANISMO Y DESHUMANIZACIÓN

El sentido humano del comportamiento tiene un fundamento racional, pero también afectivo. Puede proceder de diversas corrientes filosóficas, pero también de la sensibilidad per se. Es tan universal que tiene raíces en el humanismo -movimiento antropocéntrico-, como en las filosofías teocéntricas. El hombre, bien como centro, bien como satélite, en las diferentes doctrinas, suele ser objeto de compasión. Razonado y convertido en doctrina, como expresión menos reflexiva, o como manifestación personal, el sentimiento humanitario corre paralelo a la historia del hombre, porque la humanidad es una característica de nuestra especie. No se espera caridad de un animal irracional. La preocupación por el débil, por el afligido, por el enfermo es universal. Con toda razón ese sentimiento está presente en el surgimiento de las ciencias médicas.

Las filosofías antropocéntricas con su discurso sobre la dignidad humana, y las doctrinas teocéntricas con la prédica del amor hacia los semejantes como precepto divino, tuvieron papel preponderante en el alivio de los males terrenales. Muchos siglos antes de Cristo los templos fueron albergue de enfermos y desamparados. Y ni qué decir de la edad media en que las órdenes religiosas se dieron al cuidado del enfermo y a la creación de hospicios y hospitales. Ni la interpretación del sufrimiento como manifestación de pecado contuvo la piedad por los dolientes.

Llama en cambio la atención que la maquinización y la producción a gran escala, a diferencia de los movimientos intelectuales, filosóficos y religiosos, suele alejar al hombre del sentimiento humanitario. Ejemplo de ello pueden ser la revolución industrial –de inobjetables beneficios- y, en nuestros días, la obsesión por la productividad sin tregua que se cuela en todas las labores. Las ansias de poder y de dinero suelen cegar al hombre y su deslumbramiento puede atropellar muchos valores. Pero ni la producción, ni la economía, ni la ciencia, ni la tecnología encarnan las adversidades de la humanidad: por el contrario, en ellas funda el mundo su progreso. La ruptura entre ellas resulta por tanto inaceptable, porque en ningún momento son contradictorias. Sólo basta que la ciencia y la tecnología discurran por cauces morales aceptables. Ese es el papel que le encomendamos a la ética, y más recientemente a la bioética.

Pero la falta de humanidad puede transitar caminos todavía más temerosos. Su detrimento conlleva un endurecimiento que no conoce límite, un desdén de la beneficencia y un desprecio por el principio de no maleficencia, que concluye en los comportamientos más perversos que hacen posible los descuartizamientos y masacres que parecían inconcebibles, pero que hoy son tan frecuentes como el pan del día. Lejos estoy de imaginar la salud de tal manera envilecida, pero si degradada por un entorno en que la afrenta a la dignidad de la persona se ha vuelto cotidiana.

La tendencia deshumanizante vuelve al hombre al escenario natural de las especies, a la selección en que el más fuerte –y en este caso el más perverso- sobrevive, mientras se extinguen el bueno, como el débil. Una premonición apocalíptica que suprime de la Tierra definitivamente la compasión y la piedad.

La humanidad, como conjunto de obligaciones que se intuyen, es un deber moral más que legal, pero de obligatorio cumplimiento. Es un deber prima facie que debemos observar para hacer grato el paso por el mundo.


LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.

VER ÍNDICE DE ESTE ENSAYO

viernes, 11 de septiembre de 2009

DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD (CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA) - ¿QUÉ ES HUMANIDAD?

La humanidad es un término de ambiguas acepciones, tan incierto como la condición humana. “Errare humanun est” -humano es equivocarse- afirma la sentencia. Y por humano se agravia, pero por humano se sufre, por humano se injuria, pero por humano se consuela. Esa aparente contradicción del vocablo, resume en últimas, con precisión, al hombre.

La humanidad, es un fruto particular de nuestra especie; así se conjetura. Un logro propio de seres racionales, de entes con libre albedrío y con conciencia. Ante ese axioma no cabe esperar comportamiento semejante de los animales, pero sí de los hombres hacia ellos. No obstante la razón flaquea cuando la mascota mima al amo, y el amo –en esencia racional- procede con toda crueldad contra los animales. Imagen surrealista se arruina toda argumentación sobre la superioridad de la razón humana.

Pero porque el hombre es humano es posible humanizarlo. La humanidad es a la luz del diccionario la compasión de las desgracias de nuestros semejantes, y en ese sentido ha de entenderse a lo largo del presente escrito. La humanización aspira a que las personas hagan el bien, que se sintonicen los hombres con la bondad y con las buenas maneras. Hacerlos benignos es humanizarlos. En su transformación el bien y el mal, eterno conflicto de la naturaleza humana se resuelve a favor del débil, del necesitado, del que sufre, del que siente; de todo aquel sensible a nuestros actos: en potencia todo ser humano. Y aunque la humanidad abraza el bien y reprueba las acciones malas, paradójicamente también comprende al infractor, incluso lo perdona.

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.

VER ÍNDICE DE ESTE ENSAYO

LA DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD (CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA) - INTRODUCCIÓN

Protagonista y testigo de más de tres décadas de nuestra medicina, cuento para mis reflexiones con el privilegio de haber visto desde primera fila sus transformaciones profundas e impensadas, y con el abatimiento y las satisfacciones que se sienten al ejercer el noble arte de aliviar y de curar.

La humanidad, cuestión que me impacienta, no es menos que los avances científicos y tecnológicos de nuestras profesiones, es el norte de una ciencia que existe en la medida en que ve padecer al hombre enfermo. Tal vez en otros campos quiera el científico rivalizar con Dios y construir, de pronto, un altar a su soberbia; en éste, su aliento debe ser humilde, benigno y compasivo.

Enfrascado en el examen de la bondad en el ejercicio de la labor asistencial, dejaré en las próximas líneas mis consideraciones, y algo, también, de la fructífera lectura de autores como Diego Gracia, Fernando Sánchez Torres, José Alberto Mainetti, Pablo Arango y otros más mencionados en la bibliografía, que ayudan a iluminar el pensamiento en el extenso mundo de la bioética y la medicina.

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.


ÍNDICE DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD, CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA

1. Introducción
2. ¿Qué es humanidad?
3. Humanidad, humanismo y deshumanización
4. ¿Qué es dignidad?
5. Humanidad, ética y bioética
6. El arte de curar: humanidad y ciencia
7. Cómo ser humano
8. Hipótesis sobre la deshumanización, un acercamiento al origen de los males
9. Humanidad y formación
10. Derecho y humanidad
11. Los males de la atención en salud
12. El personal de salud en una encrucijada
13. El trabajo sanitario: fuente de alegrías y de desgracias - Un vistazo al ‘Burnout’
y sus remedios
14. Los derechos del personal sanitario
15. Objeción de conciencia
16. Epílogo
17. Bibliografía

REGRESAR A PÁGINA PRINCIPAL DE LUIS MARÍA MURILLO PROSA Y POESÍA
REGRESAR A PÁGINA PRINCIPAL DE LUIS MARÍA MURILLO REFLEXIÓN Y CRITICA

lunes, 17 de agosto de 2009

CHÁVEZ ES EL ENEMIGO SIN LUGAR A DUDAS

Es evidente que el autócrata venezolano tiene claro interés en nuestra patria. Colombia hace, en su desquiciada mente, parte de su revolución bolivariana. Por eso tanto le preocupa la presencia militar norteamericana en bases colombianas. La misma que nos da tranquilidad ante el vecino amenazanta.

La diplomacia con el tirano, que probablemente también es un cobarde, carece de sentido. Hablemos sin ambages, la salud del continente americano necesita por fuera del poder a Chávez. Los millones de hombres que amamos la libertad debemos hacer causa común contra el opresor, notificarle que su déspota proyecto fracasará como se hundió la tiranía que un día asentó en las repúblicas soviéticas; que sus anhelos no son más que tercos antojos de un hombrecillo chabacano.

Chávez debe ser visto como un enemigo y como tal tratado. Osadía y valentía demanda la lucha contra el dictador venezolano. Un dictador no puede hacer más que lo que le permiten. Tanta pasividad es la culpable de las metástasis que hace su revolución en América Latina, pero Colombia no será tierra fértil para ella. Colombia está curtida de amenazas, y repudia a las Farc como repudia a Chávez.

Ha llegado la hora de enfrentarlo, de abrir nuestros mercados para que deje de creer que nos puede extorsionar bloqueando nuestras exportaciones, denunciándolo como auxiliador de terroristas, entregando al mundo la evidencia sus actos poco santos, bloqueando sus propuestas en organismos multinacionales, apoyando a la Sociedad Interamericana de Prensa y a cuantas organizaciones señalan sus abusos. Tantos talones de Aquiles tiene este chafarote que encuentro pródiga la imaginación en estrategias.

Es delirante que un hombre piense que puede someter al mundo, más desatinado aún, que existan hombres que se lo permitan.

Presidente Uribe, los colombianos demandamos menos timidez y más acciones. Chávez confabula, no sólo vocifera.

Luis María Murillo Sarmiento M.D.

viernes, 3 de julio de 2009

EL GOLPE A ZELAYA, UN GOLPE CONTRA CHAVEZ

La diplomacia, el arte de ocultar o maquillar los verdaderos intereses, ha tenido en estos días, con la destitución de Manuel Zelaya, un campo propicia a su histrionismo. Realmente no creo que le interese a todos los gobiernos que dicen respaldarlo, menos a aquéllos que deben ver como un peligro a un émulo de Chávez. Ningún gobernante espera ser destituido, así que la solidaridad es conveniente. Apoyar lo que parece un golpe tampoco es presentable, aunque en Colombia en 1953, se celebró tanto un golpe militar, que fue aceptado por todos como un “golpe de opinión”.

El problema para definir lo que realmente ocurre en Honduras reside en saber qué es la democracia. Ciertamente es el poder del pueblo: el gobierno “de la multitud” de Platón, o “de los más” de Aristóteles; al fin y al cabo el vocablo proviene de la antigua Grecia.

Pero el pueblo no sólo está representado por su presidente, más representativos por su diversidad pueden ser los parlamentos, que traducen en su conformación la composición del pueblo, y ponen de presente la existencia de las minorías. Bajo esa óptica lo que hay en el país centroamericano es un enfrentamiento de poderes*; y la traición de un mandatario que convenció al electorado con unas propuestas y una filosofía que ahora abandona para abrazar una ideología completamente opuesta, y peligrosa como es la aproximación a la izquierda del cuasi dictador venezolano. En tales condiciones resulta espuria la democracia que Zelaya representa y poco conducente es su defensa.

Si los mandatarios por el sólo hecho de ser elegidos por la mayoría adquieren el derecho para vulnerar la voluntad popular, se abre la brecha para que regímenes dictatoriales, como los comunistas, los más antidemocráticos que existen, accedan al poder valiéndose de sus dobleces y de las garantías de la democracia que sucumbirá en sus manos.

Venezuela debe ser el espejo en que se miren los países de América que hoy gozan de libertad de expresión, de libertad de prensa, de libertad de asociación, de propiedad privada, de respecto por los derechos humanos, facultades que a pasos agigantados van siendo conculcadas por el ex golpista venezolano que pudo convertirse en dictador, irónicamente, por cosas de la democracia.

Contemporizando con Hitler, Chamberlain creyó asegurar la paz del mundo, el resto de la historia se conoce, el nazi lo aprovechó para envalentonarse. ¿Contemporizando con Chávez y sus díscolos amigos pretenderá la OEA dejarnos en las garras del “socialismo bolivariano”? Si así fuere, preveo el surgimiento en América Latina de guerrillas de derecha contra totalitarismos de izquierda, porque la libertad no se pierde impunemente.


* Próximo a terminar su mandato, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya fue depuesto el 28 de junio del 2009. Arrestado primero en lo que parecía un golpe militar, fue finalmente destituido por el Congreso. Elegido por el Partido Liberal de Honduras –centro derechista-, fue migrando a la izquierda bajo la influencia del presidente venezolano Hugo Chávez, y contrariando el conceptos de la Corte Suprema, insistía en adelantar una consulta para reformar la Constitución con miras a su reelección como presidente. La OEA incondicionalmente le dio su respaldo.

Luis María Murillo Sarmiento

domingo, 21 de junio de 2009

¡ESCRITORES, A LA DEFENSA DEL IDIOMA! (Feminismo y mal hablar)

Preámbulo.
El Concejo ‘admirable’ de Bogotá, acaba de legislar sobre el idioma. También tiene entre sus delicadísimas misiones sacar a las mascotas de los parques. No sobrarán quienes digan que la Real Academia de la Lengua ha sido suplantada por unos iletrados.
Cosas de la demagogia y la política, y del resentimiento de algunas feministas. Pero no ha sido una ignorante, sino una concejal con formación universitaria en un reconocido establecimiento educativo colombiano, la autora del proyecto. Lo ha denominado “uso del lenguaje con perspectiva de género”.
La concejal Ángela Benedetti Avellaneda –según ella concejala, al parecer le suena más eufónico, o cree que concejal es masculino- busca “que las entidades públicas distritales, en sus documentos oficiales hagan uso de expresiones lingüísticas que incluyan por igual a los géneros masculino y femenino”. Y obliga en su proyecto, que ya tiene calidad de acuerdo, a todos los medios de comunicación públicos como privados. Ni Lucho, un concejal lustrabotas, que por esa condición hizo historia en el cabildo bogotano, se hubiera aventurado tanto.

¿Y los motivos?
No entiendo claramente los motivos de la autora de la norma, los logros académicos me hacen pensar en una persona inteligente, poseedora de un más iluminado pensamiento. Creo que con menos obsesión por la lucha de género habría conseguido un proyecto más brillante y más amable, con enfoque académico y humano, por consiguiente de mejor recibo.

El fundamento
La historia cuenta con un interesante antecedente. La revisión de una vieja ley por la Corte Constitucional colombiana.
Ocurrió en el año 2006, cuando los magistrados, fungiendo de académicos de nuestra lengua, declararon inexequible parte de una norma de 1887 que precisaba las definiciones de palabras de uso frecuente en las leyes, en concordancia con las normas del idioma. Pontificando, para “hacer visible a las mujeres”, declararon no exequible el artículo en que se definían palabras como hombre, mujer, niño, adulto y otras semejantes. Es ese el fallo que da pie a las acciones del concejo.
El cabildo en su decisión aduce discriminación, reclama igualdad real y efectiva, e invoca la protección que debe dar el Estado a marginados y discriminados –que no son propiamente las mujeres, antepuestas al hombre en toda norma colombiana-. Historia conocida de toda política de género: hablar de igualdad, pero hacer prevalecer a las mujeres.

La libertad en el idioma y en las artes
Realmente somos el lenguaje como la concejal afirma. Mal por ella, cuyo hablar, deslucido por su propia norma, nos desencanta de la persona que nos representa en el Concejo. En nada expresa más su libertad el hombre que en el lenguaje que utiliza. Luego no debe ser coaccionado.
Que los defensores de la norma que lo usen a su saber y a su entender, si eso les satisface, así a nosotros nos disguste. Pero que no cometan el exabrupto de volver obligatorio lo que para muchos es un disparate. Es la dictadura de la minoría que coarta a quienes utilizan correctamente las reglas del idioma.
¿Será el próximo paso intervenir las artes? Que desaparezca, por ejemplo, el hombre de afiches, retratos y murales. ¿Se intervendrá la anatomía? Porque el útero y el clítoris, masculinos en género, son órganos típicamente femeninos. ¿Se obligará a designarlos la clítoris y la útero? Al menos éste encuentra en el sinónimo femenino la matriz un sustantivo afortunado.

Apuntes sobre la discriminación y la violencia
La discriminación es un hecho presente desgraciadamente en toda sociedad. Blancos hay que han sido discriminados en comunidades negras, por ejemplo. Y nadie puede negar que haya habido discriminación con la mujer a lo largo de la historia; aunque también han existido sociedades matriarcales.
También es un hecho que la mujer domina al hombre con las irresistibles armas de la seducción y la ternura, no con acuerdos o decretos, no por el uso de la fuerza. La fuerza a diferencia de las buenas maneras, ensombrece la relación y favorece la conjura. Esa es tal vez la génesis de las actitudes feministas, que no pueden enrostrarse a todos los varones, ni alterar la convivencia con los millones de hombres que las queremos, protegemos y admiramos.
Es difícil situar a la mujer en condición de víctima y al hombre en la de victimario, porque la violencia tiene doble vía. La violencia es una perversión latente en todos los humanos. Hasta en la maternidad deja su huella. Por estos días conmueve a Colombia un horrendo crimen: el asesinato de un recién nacido por su madre. Repudiable como el del padre que hace unos meses le quitó la vida a un niño de 11 meses. Ya vemos, también, sicarios infantiles. El crimen de aquella mujer no es un hecho inusitado, los registros forenses colombianos registraron en el 2008 el asesinato de 25 niños por sus madres –y no me refiero a los abortos-.

Feminismo y conocimiento del idioma
Con criterios que han sido discutibles, Arthur Schopenhauer se refirió a los seres de ideas cortas y cabellos largos, y Sigmund Freíd a la envidia del falo, en las mujeres. Sus pensamientos vuelven a la palestra con un viso de verdad que emana del apasionamiento con que ciertas feministas abordan todo cuanto toca con el género.
Desconocer que existe el género no marcado -que por definición no distingue a un sujeto como macho- es ignorar que existen vocablos aplicables a ambos sexos sin modificación alguna. Paciente, detective, comentarista, contratista, por citar algunos. El género no es, además, forzosamente el sexo, por ello es aplicable a individuos como a cosas. Ni todos los sustantivos que terminan en a son femeninos, ni todos los que terminan en o son masculinos.
Pobre conocimiento han de tener del español –o mucha inquina con el hombre- quienes conjuran contra el género común en el idioma. Si los hombres fuéramos presa de la mismas suspicacia, estaríamos exigiendo que los términos taxista, ciclista, dentista, periodista, taxidermista y otros miles se reformaran con un ‘lenguaje incluyente’ para no ser ignorados, o peor aún, para no ser tenidos por mujeres. Y en la majestuosa palabra humanidad sobraría el hombre, dado el género femenino del vocablo.

Los cambios del idioma
La resistencia al cambio, característica de la psicología del hombre, no tiene sentido en un mundo que inevitablemente evoluciona, y no me acojo a ella para oponerme a las corrientes nuevas. Pero lo natural es que en un idioma los cambios los dé el uso y no disposiciones que vienen de lo alto; al punto que las autoridades de un idioma son las últimas que los contemplan, como sometimiento a la costumbre que imponen los parlantes.
“Limpia, fija y da esplendor” reza el lema de la Real Academia Española, y es de eso de lo que realmente se trata. Si obligara, sería una ley, o como en Bogotá, un acuerdo, susceptible de sanciones. En eso reside el exabrupto.

A la defensa del buen gusto.

En esta pugna de géneros (tan absurda como todas las que enfrentan a los sexos), el idioma no tiene que ser sacrificado. No hay en mi intención el deseo de doblegar el exaltado orgullo feminista, pero sí el de dar una batalla por la estética de nuestra lengua. Sin mal gusto también pueden figurar en el idioma. Cuán diferente es decir: “Niños y jóvenes de ambos sexos gozan las rampas con sus patines” –cita textual de Mauricio Pombo impecable columnista colombiano-, que en lenguaje ‘incluyente’ se convertiría en los niños y las niñas, y los y las jóvenes gozan las rampas con sus patines.
¿Serán sordos los oídos feministas a la bella sinfonía de las palabras, que prefieren estas estridencias que dizque las ‘visualizan’? En vez del pleonástico “niñas y niñas” propuesto por las feministas, el uso de la palabra niñez podría enfatizarse. En nada nos inquieta a los hombres el género femenino del vocablo –no somos quisquillosos-. Que igual se use la juventud en vez de recalcar una expresión que mortifica el tímpano: “las jóvenes y los jóvenes”. Y todo en un contexto amable, lejano a la pedantería.
Dice el escritor Oscar Collazos que se podría decir “el caballo y la yegua blancas”, -el caballo y la yegua blancos, es lo que se acepta-. Pienso que sí, y agrego, lo importante no es que domine lo masculino sobre lo femenino, o viceversa, sino que se preserve la belleza del idioma. Y al hacer concordar, en este caso, el género del adjetivo con el del sustantivo precedente, resulta más eufónico. Yo propondría esa norma.
¿Será que las luchadoras del ‘género’ están dispuestas, en su efervescencia, a arrasar con cuanto se cruce en su camino? ¿Será que ven como don Quijote gigantes a enfrentar donde hay sólo molinos? No se trata de responder con igual intransigencia, sino de hacerlas ver que hay opciones para el uso estético de nuestra lengua que dejan satisfechos a todos sus parlantes.
Presidente es, por ejemplo, un sustantivo común en cuanto a género, luego son presidentes hombres como mujeres, pero presidenta, que bien suena, sin imposiciones legales ya es reconocido. Es indudable que se puede llegar al entendimiento si el buen uso del idioma se preserva. Porque el idioma vive en evolución constante y toda flexibilidad es permisible mientras se preserve su belleza.
Debieran así entenderlo todas las mujeres, tan féminas y vanidosas como nuestra lengua. Sin la hermosura del lenguaje la lírica carece de sentido, y son ellas las primeras afectadas. Ellas que suelen ser la inspiración de todo hombre que escribe.

Es inútil enfrentamiento entre los géneros
El desabrido sabor que dejan los asuntos de ‘género’ se compensa cuando apreciamos a millones de mujeres que viven augusto con su mundo, y en armonía con una creación que incluyó al hombre -para disgusto de pocas-, y que entienden la inutilidad de medidas tan pueriles.
No son tantas las mujeres indispuestas con el hombre, así los movimientos de ‘género’ quieran exacerbarlas. Casi todas las que brillan son ajenas a estas naderías. Su superioridad es tan palpable que no necesitan subterfugios para que las reconozcan.
Toda mujer sin méritos -como todo hombre sin merecimientos- por lógicas razones será subordinada. Los méritos obviamente no proceden de los genitales, luego los logros deben darse en consideración a la valía. Más daño le hacen a su género las mujeres que viven en confrontación permanente con el hombre. Las posturas sectarias, la intransigencia y los resentimientos son un petardo a la sana convivencia. Pero viendo la minoría que representan y la armonía en que normalmente se vive, pienso que para esos movimientos será contraproducente el resultado, bien porque a los arrollados se les agote la paciencia, bien porque la cantaleta tenga el fin de todo lo monótono.
Y no será el fin de las conquistas femeninas: la mujer cada vez más independiente y estudiada desplazará inevitablemente al hombre que no le dé la talla. Hombres y mujeres se seguirán amando y al cabo de su romance se seguirán odiando; y nuevos amores vendrán para que el ciclo se repita. Esa es la ley natural indefectible.

La proclama
¡Escritores del mundo hispanohablante, defendamos nuestro idioma! ¡Feministas, serenidad! ¡Acordemos en sana paz los cambios que no menoscaben el esplendor de nuestra lengua!


Luis María Murillo Sarmiento

lunes, 4 de mayo de 2009

UN SINDICALISMO DESABRIDO

Las manifestaciones desabridas del sindicalismo el primero de mayo en Colombia, deslustradas con acciones vandálicas y consignas que parecen ceñidas al libreto de la subversión, desdicen del que debería ser un movimiento entregado al progreso del país y de sus trabajadores. Anclado en caducos postulados marxistas y en ideas recalcitrantes de izquierda, nuestro sindicalismo parece más devastador que edificante. En pugna permanente con el poder y con el empresario, ya poco congrega a los trabadores que buscan estabilidad y armonía en sus empleos, lejos de la agitación que propugna la lucha de clases y privilegios desbordados e insensatos. La escasa proporción de trabajadores afiliados habla por sí sola.

El mundo no es el que imaginó Marx, ni lo será. Tampoco es el de Lenin y Stalin: sus proyectos fracasaron. Ni la China es la de Mao: el comunismo chino vive las mieles del capitalismo. Irremediablemente, para los tozudos, sin capital no hay crecimiento. La crisis económica actual no lo perturba, apenas lo corrige. Nos enseña que necesita ciertos controles, pues no debe ir al garete.

Mucho historia ha transcurrido desde la explotación inmisericorde de los trabajadores, en que derivó la revolución industrial; desde la revuelta de Haymarket que nos trae el recuerdo de los Mártires de Chicago, sindicalistas ejecutados en esa ciudad en 1887, cuya memoria evocamos desde 1889 todos los primero de mayo, y desde la postulación de la dictadura del proletariado. El mundo es otro y sus admirables progresos afirman el capital como fuente de esos logros.

El capital y la riqueza deben ser para todos la fuente de la prosperidad. Pero ese bienestar no se construye mediante la dialéctica de vencedores y vencidos, de amos y esclavos, de explotadores y explotados, del capital contra el trabajo, de la mutua desconfianza, de la hostilidad perenne. Se edifica sobre la convivencia armónica y el reconocimiento del valor de cada actor del mundo laboral, en el que se comprenda la razón de ser del trabajador y el empresario, como complemento imprescindible uno del otro, y no como contradictores enconados.

Nadie duda la imperfección de los gobiernos, enormes son sus fallas, protuberante puede ser su negligencia, pero no se les puede endilgar todos los males, como los sindicatos suelen pregonarlo. Las arengas contra el capitalismo, contra el libre comercio, contra la inversión foráneo son una retahíla trasnochada que la mayoría de los colombianos recibimos con desdén.

Su perorata cansa porque parece la demanda de unos trabajadores incapaces que demandan privilegios, cuando a su lado cruzan trabajadores exitosos ajenos a prerrogativas sindicales, que salen adelante con su trabajo honesto y esforzado, sin quejas ni pretextos, sin huelgas ni extorsiones.

No se hace empresa fácilmente. El fulgor de las empresas que brillan no debe deslumbrarnos, en la carrera por el éxito muchas fracasaron. Luego hay que mirar con gratitud a quienes invierten su patrimonio en la generación de empleo.
Más vale que la clase sindical se modernice, que le pierda el miedo a la competitividad, que deje de ser el lastre del progreso y comience a mirar con visión empresarial el desarrollo.

¿Y qué se debe pedir a las empresas? Que sean humanas, que recompensen por su productividad a sus trabajadores, que premien su dedicación y su eficiencia y que no dejen de generar empleo.


¡Sindicalistas de Colombia: más inteligencia y visión demandan sus banderas!


Luis María Murillo Sarmiento

lunes, 16 de marzo de 2009

ESTADOS UNIDOS NO VALORA LA AMISTAD

Plausible actitud la del vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, al asumir una postura saludablemente altiva ante los desaires de algunos sectores norteamericanos. Terminada la controvertida administración del presidente George W. Bush incondicional aliado de Colombia, se percibe una actitud menos amistosa y sutilmente hostil de algunos congresistas norteamericanos de la bancada demócrata, que haciéndose eco de los opositores del gobierno del presidente Uribe, buscan pretexto para recortar al país los beneficios que venía recibiendo y para privar a Colombia de los frutos del tratado de libre comercio, en una actitud odiosa que pone la lupa sobre el país, cual si se tratase de un despreciable adversario y no de un reconocido amigo: el mejor aliado de la potencia en la región.

Ha dicho el vicepresidente Santos, so riesgo de reprendido por el presidente Uribe, que el Plan Colombia (ayuda de 550 millones de dólares) ya no se necesita y es hora de medir su precio político con su efectividad. Y que “el costo para la dignidad del país es demasiado grande”.

Comparto absolutamente sus consideraciones. A un amigo no se le puede tratar a las patadas, so pena de echar a pique la amistad, Y la verdad es que pese a la profunda admiración que siento por esa nación, por su democracia, por su sentido de la libertad, por su ciencia y su tecnología, y por su sistema económico –no exento de yerros, y hoy temporalmente en crisis-, creo como muchos, que los Estados Unidos debe tomar nota de nuestro malestar; y que los colombianos, con actitud digna, debemos explorar nuevos horizontes, y buscar nuevos socios comerciales que traten al país con el respeto que merece.

No se trata de desconocer que Estados Unidos es nuestro primer socio comercial con 38% de nuestras exportaciones y 29% de nuestras importaciones, sino de evitar coacciones indebidas por parte de su gobierno y de su parlamento. La verdad es que las transacciones comerciales se dan con el sector privado, particularmente amistoso, y que parece saber mucho más de diplomacia. Ni con un presidente tan calamitoso como el venezolano se ha deteriorado nuestro comercio, pues habitualmente es el sector privado el que dirige estos asuntos. En Venezuela, al menos, mientras el ‘dictador’ hunde a su país en la hecatombe comunista.
Pero el mismo fenómeno de la globalización y el surgimiento de nuevas potencias económicas obliga a diversificar y a abrir nuevos mercados. No resulta esperanzador que 58% de nuestras exportaciones se den con tres países (Estados Unidos, Venezuela y Ecuador) que con algún tipo de nubarrón nos amenazan.

Y al criticar la actitud demócrata hacia Colombia, no deja de llamar la atención su proceder atolondrado, pues ni como estrategia parece razonable. No cuando Ecuador los corre de la base militar de Manta, no cuando buena parte de las acciones colombianas responden a intereses de seguridad de la nación del norte y a su lucha apasionada contra el narcotráfico. ¿Son acaso producto del candor los oídos que presta a los enemigos de la democracia colombiana? ¿Desconoce acaso las andanzas sindicales en Colombia, emparentadas muchas veces con las acciones subversivas? ¿Ignora que las condiciones de seguridad de los sindicalistas han significativamente mejorado? ¿Que en los supuestos crímenes se incluyen los asesinatos pasionales, las venganzas personales y hasta las muertes naturales? Por algo el sindicalismo colombiano, que hoy no agrupa más que un ínfimo número de los trabajadores, no convence. Difícil entender la alianza de líderes de una nación que simboliza el desarrollo con unos desgastados dirigentes que encarnan el atraso.


Luis María Murillo Sarmiento

lunes, 9 de febrero de 2009

¿SERÁ POSIBLE NEGOCIAR LA PAZ?

Con la liberación de Alan Jara, Sigifredo López y los cuatro uniformados, vuelve Colombia a conmoverse con los horrores del secuestro. La dicha sublime de quienes recobraron la libertad contrasta con el sufrimiento inefable de quienes siguen viviendo en cautiverio. ¡Libres a todos los quisiéramos! Pero no hay asomo de humanidad en los plagiarios. Los secuestrados son rehenes: mercancía para doblegar al enemigo. Y en la medida en que el secuestro rinda sus miserables frutos, más colombianos inocentes conocerán el martirio del encierro.

En esta encrucijada insoportable no faltan las voces que piden negociar con la guerrilla. Un murmullo se siente que pide el intercambio humanitario: un rumor de voces que no albergan siempre las mismas intenciones. Hay voces que recogen los mejores sentimientos, hay voces ingenuas que piensan que puede haber honor en una guerrilla desalmada, hay voces que azuzan buscando dividendos, hay voces infiltradas, hay voces traicioneras. Hay voces sin recuerdo que olvidan que en busca de la paz un presidente casi les entregó el país y siempre lo engañaron.

¿Negociar? Desde luego, suele ser la forma en que los seres humanos resuelven sus conflictos. ¿Pero acaso estas bestias son humanas?

Han sucumbido en el mundo las doctrinas que abrazaron, y los rezagos de su ideología son el pretexto tras el que encubren sus acciones criminales. Que el pueblo para ellas carece de sentido lo corroboran sus acciones terroristas. Hay que entender que las Farc son un cartel de narcotraficantes. ¿Se debe entonces negociar con ellas? ¡Vaya dilema! Lo que suena cuerdo, a la luz de nuestras propias experiencias, es convenir un sometimiento a la justicia. Cosa difícil con un grupo tan demencial como soberbio. De todas maneras el gobierno nunca ha cerrado la puerta de la negociación. Pero son las Farc las que tienen la palabra. Álvaro Uribe no les va a rogar -como otros presidentes- para que pongan condiciones. Este gobierno no vive arrodillado, pero has sido magnánimo con los guerrilleros que se han arrepentido. Es la guerrilla la que debe demostrar su vocación de paz. Estoy seguro de que si las Farc depusieran sus armas y pararan su barbarie, este gobierno las trataría con la mayor benevolencia. Todo guerrillero en armas en Colombia es un bandido que puede liquidarse, sin embargo, todo guerrillero arrepentido es un hermano que puede perdonarse.

Luis María Murillo Sarmiento M.D.