lunes, 16 de noviembre de 2009

UN ENFERMO MENTAL NO DEBE GOBERNAR A VENEZUELA

Llama a la guerra con Colombia el dictador venezolano. Cual ladrón que monta en cólera porque su víctima pone cerrojo a las puertas por las que pretendía colarse, Hugo Chávez, tan desvergonzado como cualquier malvado, ha perdido los cabales porque Colombia ha hecho acuerdos militares que obstaculizan sus planes delirantes*: Colombia no es tierra fértil para sus míseros proyectos. Expandir su carcomido socialismo en nuestra patria es imposible. Aquí son bienvenidos los norteamericanos; su democracia y su sistema nos convencen; nada supera la libertad que ellos defienden, libertad que agravia el vetusto proyecto del coronel venezolano. Cuanto menos le agrade ese convenio, al déspota, más lo defenderemos. Deja cierto placer hacer cuanto le amargue.

La mente del tirano está cada vez más trastornada. Enferma como la mente de todo hombre que pretenda dominar al mundo. Ante la mente enferma se precisa la atención psiquiátrica. Pero no en este tipo de hombres con poder, que se sienten intocables y niegan sus dolencias. En estos casos toca defenderse del enfermo.

La enfermedad mental contagia. En Venezuela, por fortuna, sólo aqueja a las mentes más endebles, en la Alemania de Hitler hasta las lúcidas se perturbaron. Acaso porque el líder de la nación bolivariana, aunque paranoide, mitómano, megalómano y maniaco, también es chabacano, y sus expresiones grotescas y chocantes previenen a quienes tienen algo más que él en su intelecto.

Es propio de quien pierde el contacto con la realidad aferrarse a proyectos fracasados. No más hace unos días que el mundo celebraba el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, símbolo de la ignominia que quiere revivir el dictador venezolano. El modelo de pobreza y aniquilamiento de la libertad propio de los regímenes comunistas se repetirá indefectiblemente. Ya lo estamos viendo. Un país que podría desarrollarse con sus recursos petroleros padece racionamientos de agua, de energía y de alimentos, mientras su presidente dilapida la riqueza en una revolución obsoleta y obstinada.

Con una constitución y unos poderes que sólo obran en su beneficio, se puede adivinar que Chávez no abandonará el gobierno de forma reposada. Sus abusivas intromisiones en el vecindario son el germen de un sentimiento que anhela acabar con el caudillo. En Colombia apenas las Farc celebran su invectiva, a los demás, en su contra, nos reúne.

El irrespeto a la soberanía de las naciones puede dar pie a que los estados afrentados se inmiscuyan en asuntos que sólo deberían incumbir a Venezuela. ¿Sería impensable que una alianza entre la oposición venezolana y los países molestos con su intervención lo derrocara? No es inconcebible, quizás es lo mandado. Medidas de excepción demanda la salud del continente.

Ni los venezolanos deben permitir que su país acabe en una dictadura como la cubana, ni las naciones latinoamericanas consentir que un desquiciado pretenda involucrarlas en su sueño imperialista, que reeditaría las atrocidades que vivieron los países de la órbita soviética. Nunca se debe desestimar al enemigo.

Chávez podrá ser un líder para Evo Morales o para Daniel Ortega, para los colombianos no pasa de ser un terrorista, en algo se nos parece a ‘Reyes’, el guerrillero dado de baja en Sucumbíos**.

Si los oprimidos por Chávez se sublevan, aciagos días esperan al caudillo. Triste final para un hombre que tuvo el poder para mejores cosas. El derrocamiento y la muerte no son ajenos a la suerte de todos los tiranos; quizás pase en la cárcel el resto de sus días.


Luis María Murillo Sarmiento M.D.

* Porque Colombia firmó un acuerdo que permite a Estados Unidos el uso de siete de sus bases militares en un programa conjunto contra el narcotráfico y el terrorismo, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, llamó lacayo de la nación norteamericana a Colombia, mafioso a su presidente Álvaro Uribe y pidió a los venezolanos a prepararse para la guerra.
** Provincia del Ecuador donde fue muerto por las fuerzas armadas de Colombia el segundo comandante de las Farc y varios guerrilleros (1º de marzo 2008).

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