viernes, 8 de septiembre de 2017

LA PAZ ESTÁ EN CAMINO, LOS ENEMIGOS DE LA PAZ NO EXISTEN

A las manos del carismático pontífice que nos visita han debido llegar los escritos de diversos autores de la Tertulia Acorpolista*: idealismo poético, angustia por la incertidumbre y pensamientos reflexivos sobre la paz que se confunden en un libro de 154 páginas, “La paz está en camino”, publicado con ocasión de la visita del pastor universal.

Con asombro un día encontré mi pensamiento incluido en el proyecto, y agradecido di el visto bueno para que pretéritas palabras líricas y pasadas opiniones sobre el proceso de paz brotadas de mi pluma terminaran en el mensaje al papa.

Escucho los pensamientos bondadosos expresados por Francisco con dulzura y siento, como pecador, la necesidad de contrastarlos con los míos. Creo que los versos en que invoco la paz y en que me entristezco con la mortandad absurda y fratricida se armonizan con su sentimiento, ¿pero qué hay de mi prosa que se exalta y que juzgan con dureza los acuerdos que ofrecen la paz estable y duradera?

La magnanimidad del sucesor de san Pedro me sonroja, al punto de tener que releer todos los escritos que sobre el proceso de paz he publicado. Al final el corazón hace una pausa y la razón retorna al análisis imperturbable de los argumentos. Me tranquilizo. Solo el devenir dirá si mis temores son justificados.

No soy enemigo de la paz, porque la ansío. Porque me ilusiono cuando, el material de guerra de las Farc, me dicen que será fundido; porque me alegra verlos lucir su traje de civil en vez del odioso camuflado; porque me complace verlos en vida de familia en zonas veredales; porque me regocija que la gente no escuche en el campo el traqueteo de sus fusiles, ni en las ciudades el estruendo de sus bombas. Pero me aterro cuando sus jefes a la sombra de la generosidad de los acuerdos dan señas de persistir en un modelo que no es otro que el ignominioso de Cuba y Venezuela. Cuando veo que la magnanimidad con un agresor despiadado va más allá de la rebaja de la pena y el perdón, y demanda la reforma de la Constitución para satisfacerlo.

¿Si el corazón auténticamente arrepentido -me pregunto- sufre, magnifica su falta, implora el perdón y anhela resarcir al agredido, por qué las Farc ocultan los bienes de la reparación y se señalan víctimas?  ¿Por qué quien ofreció el perdón a las víctimas al firmar el primer acuerdo de paz -en vez de suplicarlo-, insiste al lanzar su movimiento, en extender sus manos “en señal de perdón”, cuando solo los violentados pueden perdonar?  

Conozco el contenido del acuerdo, que casi nadie leyó por soso o por pereza; tiene la impronta de las Farc y sus ansias comunistas.

Quien deteste vivir en opresión debe saber que el comunismo es totalitario. ¿Y si a la dicha de una paz transitoria sigue la instalación progresiva de una dictadura cuál habrá sido, entonces, la victoria?  Las condiciones están dadas: no hay poder en Colombia que no se haya sido corrompido. Hasta los magistrados de las altas cortes delinquen como cualquier bandido. Cualquier populista de izquierda con carisma, que ofrezca solucionar los males -aunque no lo pretenda, ni lo intente-, tendrá de la masa el voto asegurado, y las Farc, que políticamente en este instante no significan nada, entonces podrán ascender al poder por puertas o resquicios que un gobernante con tal particularidad les abra.

Si ellos exigen leyes que prohíban el paramilitarismo, como si alguna vez nuestra normatividad lo hubiera permitido, nosotros exijamos que constitucionalmente quede blindada nuestra democracia. Que se la acate, que nadie, ni nunca, pueda coartar la libertad, que nadie deje de ser libre por expresar su pensamiento, que la pluralidad política se mantenga, que se respete siempre la propiedad privada.

Si tales garantías me dan las Farc y las leyes y reformas constitucionales derivadas del acuerdo me sereno; ni en cuenta tomo el pago de la reparación que ante el desinterés de las Farc saldrá de mi bolsillo, ni la tristeza de ver gente de bien tras de las rejas, cuando los culpables de los peores crímenes se libran de la cárcel. Y probablemente lo haga la mayoría de los que critican el acuerdo, porque los enemigos de la paz... no existen.

Luis María Murillo Sarmiento MD.

* Tertulia de Acorpol (Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de la Policía Nacional)

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