miércoles, 16 de enero de 2008

LAS FARC NO NOS DOBLEGARAN CON SU SEVICIA

Tienden los delincuentes a ocultar, desvirtuar o justificar en últimas, sus actos más horrendos, conscientes de la indignación que causan y de las consecuencias que conllevan; tal no ocurre con los facinerosos de las Farc, que perdieron hace tiempo todo asomo de vergüenza.
¿Cómo pudieron permitir que conociera el mundo todas las infamias que cometen con quienes tienen secuestrados? ¿Cómo dejaron que llegaran a manos de los familiares las cartas que escribieron los cautivos; cartas que conmueven por el dolor y el desconsuelo de quienes las escribieron, prueba de la degradación del verdugo y testimonio de la humillación de las víctimas: indefensas pero enjauladas, enfermas pero encadenadas, inocentes pero martirizadas? Sencillamente porque era ese su objetivo. Era lo que querían; esa era su intención: que el mundo conociera la sevicia con sus víctimas y el futuro atroz que aguarda a los cautivos; y conmovido con el estremecedor contenido de las cartas, forzara al gobierno que las viene combatiendo a ceder a sus requerimientos. Perdida la vergüenza han entrado en la fase de la insolencia y el descaro.
Es el uso del terror que busca dividendos -¿no es eso terrorismo?-, pero ni el gobierno ni el país han claudicado. Se han confundido gobiernistas y opositores en un unísono rechazo. Mal cálculo: la extorsión está consiguiendo un efecto sorprendente. Dentro y fuera de Colombia se levantan las voces contra la barbarie. El pregonado idealismo de las Farc ha expirado en las cadenas que ciñen el cuello de los secuestrados, en las alambradas y en las púas que se alzan contra su libertad y en los todos los vejámenes a que los someten.
No pueden desaprovecharse estos momentos de indignación extrema. ¡Debe crecer el repudio hacia las Farc como una bola de nieve en la avalancha! ¡Que todo el universo les reclame, que todas las puertas se les cierren! Sólo así habrá comenzado el fin de una organización que posando de subversiva martirizó por décadas al pueblo que tuvo por pretextos para sus acciones criminales.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO

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