viernes, 11 de abril de 2008

PARA COLOMBIA ESTADOS UNIDOS DEJÓ DE SER CONFIABLE

Estados Unidos dejó de ser confiable como aliado. A un amigo no se le da con la puerta en las narices. Hizo el presidente norteamericano lo debido: urgir con su ultimátum al congreso norteamericano, para no prolongar más la incertidumbre. La mala voluntad de los demócratas para un tratado de libre comercio con Colombia ya tiene cifras ciertas, sólo 10 demócratas en la Cámara lo apoyan. La solidaridad con el mayor aliado suramericano (acaso el único) es apenas una cruzada de los republicanos. Solamente a ellos les inquietan, por cuestión de ideología, las fuerzas perturbadoras internas de Colombia como las que amenazan desde el vecindario. Con Obama, la nación del norte se preocupará más por restablecer la armonía con los gobiernos de Corea del Sur, Cuba, Irán o Venezuela, que por tener gestos amables con una democracia de tanta tradición como la colombiana.

Al margen de los juicios implacables que lloverán sobre Bush al final de su mandato, justo es reconocer sus gestos de amistad y su preocupación en asuntos de importancia vital para el país. ¡Claro que nos sirvió su ayuda para enfrentar el terrorismo! Salvo un triunfo de McCain en las elecciones de noviembre, habrá terminando la luna de miel entre Estados Unidos y Colombia.

El portazo de los demócratas al congelar la discusión del TLC con su vecino, demuestra la perversidad de la política, y expone el mundo de intereses que mueven las campañas cuando de conquistar votos se trata. Otra hubiera sido la decisión si el tratado hubiera sido fuente de sufragios. Se nos quiso convencer de que su oposición era un asunto filantrópico relacionado con su aflicción por la seguridad de los líderes sindicales colombianos -los que de paso ha de decirse no son víctimas del gobierno sino de una multitud de criminales-, pero al final todos supimos la verdadera causa y los mismos líderes demócratas y sindicales estadounidenses lo expresaron: pese a la modestia de nuestra economía no están dispuestos a competir con nuestros productos ni con nuestra mano de obra, temen sus repercusiones en su desempleo, nunca en el nuestro. Una decisión utilitaria que por supuesto no toma en consideración la amistad ni el sacrificio, porque muchos han sido los muertos en Colombia por una guerra contra un narcotráfico que ellos mismo propician con su consumo desmedido.

Conveniente o no el TLC para Colombia, lo que ofende de Clinton, Obama, Pelosi y quienes los rodean es la mala voluntad hacia una nación amiga y la falta de solidaridad con un gobierno, único hoy en América, que demuestra cordialidad a Estados Unidos, cuando otros de la región muestran los dientes.

No es para quienes hacemos profundamente molestos el reclamo, una declaración de hostilidad hacia un pueblo que seguiremos admirando, hacia una nación que los defensores de la libertad, la democracia, la tecnología, la ciencia y la propiedad privada, esperamos que incólume por siempre se mantenga. Es sí, una ruptura digna con un partido que traicionó nuestra confianza. Y es un llamado a nuestros compatriotas para que adviertan la laxitud y los vaivenes de las relaciones. Nuestra economía que parecía boyante, concentrada particularmente en dos mercados, el venezolano y el norteamericano, hoy con esas naciones no tiene aseguradas estabilidad ni garantías. Por fuerza de las circunstancias Colombia debe diversificar, y abrir sus ojos a nuevos mercados y a otros socios, de pronto en el oriente. Y acaso hasta se junte, vaya uno a saber, con los rivales de su antiguo y poderoso aliado, como pasa con los despechados, cuando el mal comportamiento de un amante manda por reacción al otro a los brazos de su contrincante.


Luis María Murillo Sarmiento

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