miércoles, 26 de mayo de 2010

POR QUÉ NO VOTARÉ POR MOCKUS

Tras del convencimiento la vacilación no cabe. La vacilación y la duda son propias de la debilidad y características del desconocimiento. La capacidad de rectificar, que puede ser virtud de sabios y de hombres honrados, como Mockus, no siempre es conveniente. No cuando traduce error y desacierto. No es bueno tener que desdecirse diariamente: acertar es la obligación de todo gobernante.

El ex alcalde de Bogotá, que trasluce la sensación de un hombre bueno, ha sido, a mi parecer, tomado por sorpresa por una popularidad no imaginada. Ante una admiración que puede exaltarlo al cargo más alto de nuestra democracia, Antanas Mockus parece improvisar un programa de gobierno a las carreras. Ha tenido que pasar, sin tiempo, de la expresión de sus principios filosóficos a las soluciones puntuales que los electores le demandan; de concepciones teóricas generales, a aterrizados asuntos prácticos. Y como falta madurez a su proyecto, sobrevienen sus dudas y sus rectificaciones. No obstante, el ciudadano que admira sus virtudes y se entusiasma con su filosofía no alcanza a percibir que el candidato no está listo para enfrentar enemigos perversos y retos delicados.

No considero, como médico, un exabrupto que Mockus estime como una buena paga la remuneración de un millón de pesos para mis colegas. Colijo, en cambio, que es una muestra de su desconocimiento. Al igual que las estimaciones del desmedido ajuste tributario que propuso. Las cargas que el prevé darían al traste con el ambiente favorable para la inversión. Inversión que no dudo que tenga prioridad en su planes de gobierno, pero que desvirtúa con sus juicios impensados.

Veo en Mockus un hombre contenido, por eso no fueron en su administración grandes sus ejecutorias en infraestructura, y el país lo que demanda es un gobernante dinámico, un gerente emprendedor. Su proyecto de “cultura ciudadana”, en cambio, fue probablemente el legado mejor de su alcaldía, a todas luces un modelo que debe replicarse; pero no hay que ser presidente para ello.

¿Podrá Mockus lidiar con el proyecto comunista y expansionista del dictador venezolano? ¿Será capaz de llevar a la extinción a la guerrilla? ¿No caerá, con su buen corazón, en las celadas que le tiendan? Ya ingenuamente se declaró –sin serlo- admirador de Chávez, enemigo peligroso, cómplice de las Farc, que no dudará en introducir en Colombia su mísero modelo, enemigo de la libertad y de la propiedad privada. ¿Querrán el fruto de ese contubernio –Farc y Chávez- los colombianos que voten por un gobierno débil? ¿Tan pronto olvidaron los horrores de las Farc, las vías intransitables por el sobresalto del secuestro, los pueblos asediados por las bombas, los niños asesinados en las tomas guerrilleras, la gente extorsionada, las masacres, las ‘vacunas? Y que pregunten los jóvenes deslumbrados por el Partido Verde, lo que vivió el país cuando ellos eran niños.

No hay férrea convicción cuando se duda, y sin férrea convicción no hay garantía de que los planes triunfen. En ese convencimiento indoblegable residió el éxito de la seguridad del presidente Uribe.

El discurso de Mockus traduce más dudas que firmeza. Además considero que carece aún de estructura su programa, por eso no me inclinaré por su propuesta. En el futuro, cuando su proyecto se decante, cuando exhiba la juiciosa estructuración de los programas que hoy ostentan los de los candidatos Vargas Lleras, Santos o Gustavo Petro –estudiosos sistemáticos de los problemas colombianos-, estará probablemente Mockus entre mis favoritos. Cuando el país esté en paz, votaré por un candidato para tiempos tranquilos que rija sus destinos. Pero ahora, en una patria aún convulsionada, votaré por Santos. Más convincentes que sus palabras son sus realizaciones. Me tranquilizan sus ejecutorias en el Ministerio de Defensa y su claro conocimiento de la economía, porque en la seguridad y las sanas finanzas fulgura el futuro de Colombia.


LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO M.D.

No hay comentarios: