domingo, 8 de mayo de 2011

COMITÉS DE BIOÉTICA Y HUMANIZACIÓN

El concepto de que no todo lo científica y técnicamente posible es correcto, es en bioética un criterio fundamental, además irrefutable. De nada sirve el progreso científico si no es para servir apropiadamente al hombre. Se equivoca el científico que encamina su conocimiento a la destrucción del mundo, como el investigador que con el noble fin de aportar beneficios a la humanidad arrolla al ser humano que hace objeto de experimentación para proporcionar los conocimientos de la noble causa.

Pero, también, lo científicamente permitido desde la perspectiva ética puede resultar censurable en la práctica si no se es irreprochable en su aplicación.

En la asistencia, de igual manera, no basta una técnica impecable. Y no basta porque lo técnico no rebasa habitualmente la dimensión orgánica, ni siquiera -por efecto de la parcelación del cuerpo por las especialidades médicas- la contempla toda. Otra dimensión, la espiritual, demanda una atención que no desestime las necesidades afectivas, que las anteponga incluso a las dolencias físicas.

El ser humano es más que la sumatoria de sus órganos, es también la suma de sus sentimientos y de sus pensamientos. Éstos a diferencia de aquéllos -tan semejantes en su anatomía y su fisiología, en todos los miembros de la especie- son los que le confieren identidad al individuo. En ellos –intelecto y afecto- realmente reside la persona.

Tras de un órgano enfermo hay un ser que sufre. Una existencia que en contraste con el animal irracional tiene conciencia de su padecimiento y aventura posibles desenlaces; sufre y se siente vulnerable.

Tratar al ser humano implica, en consecuencia, atenderlo íntegramente. Calmando la dolencia física y serenando su espíritu, porque la dimensión espiritual del hombre; aquello que no es físico ni orgánico, que reúne lo inmaterial del ser humano: su alma, su psiquis, su mente, su intelecto, no puede quedar abandonada.

El arte de curar es compasivo

La medicina debió nacer más por la aflicción ante el dolor ajeno que por el interés en el conocimiento de las enfermedades. Con poco que ofrecer en los tiempos remotos de su nacimiento, el mundo oscuro de los conocimientos sanitarios debió inclinarse por la piedad con los dolientes. Mitigar el dolor, el anímico más que el corporal, ante la impotencia de sanar, fue propósito primordial de la medicina antigua. Los adelantos científicos y tecnológicos, muchos siglos después, terminaron por anteponer la capacidad curativa a la caridad, sin reparar que la compasión no debía perder vigencia. El hombre enfermo mientras cura sigue padeciendo.

Si reconocemos que la enfermedad está ligada al sufrimiento, no podemos disociar la curación del sentimiento humanitario: el arte de curar es eminentemente compasivo, Lo fue incluso cuando la enfermedad fue interpretada como fruto del pecado.

He afirmado en un ensayo previo, “La deshumanización de la salud, consideraciones de un protagonista”, que se necesita cierto enternecimiento por quien sufre para querer abrazar las ciencias médicas, por lo que un misántropo no encaja en la asistencia. Creo que la reiteración del párrafo resulta conveniente: “Las ciencias de la salud nacieron para curar, o para aliviar en su defecto. El arte de curar demanda virtudes que sobrepasan en número y magnitud la de la mayoría de los oficios. Quien atiende a un enfermo no puede ser un desalmado. Debe ser sin excepción benévolo. Las cualidades que reclama el paciente, son a la vez las que se esperan de la medicina: compasión, caridad, generosidad, bondad, amabilidad, consideración, afecto, diligencia, que no son otra cosa que la expresión de la humanidad en alto grado”.

En salud el trato humanitario es un axioma. No debe pasarse por alto que el paciente es sensible a nuestros actos y que la aplicación de la técnica, aunque cure, con frecuencia produce temor y sufrimiento.

Aunque el maremagno al que llegó la atención sanitaria sea pródiga en manifestaciones descorazonadoras, es deber moral de quienes asisten al paciente conferirle a la atención sanitaria un rostro humano. Tenemos la obligación de volver a humanizar la medicina.

La humanidad, un asunto bioético

La humanidad es más que sentimentalismo, es la expresión sublime de la beneficencia asentada en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana. Son las acciones que persiguen el completo bienestar del paciente, colmando la totalidad de sus necesidades. Que hacen posible que el enfermo se entregué al cuidado del equipo sanitario sin ansiedad ni desconfianza.

No siendo éste un asunto menor, se comprende que la humanidad deba asentar en los dominios de materias tan importantes como la moral, la ética y la bioética.

El trato humano, por fuerza, pone en juego los principios bioéticos de la no maleficencia, de la beneficencia, de la autonomía y la justicia.

Al ejercicio afectivo que hacemos de la aflicción, se suman poderosos argumentos racionales y filosóficos que fundamentan aún más el comportamiento que surge de la sensibilidad per se.

El respeto por la dignidad procede de muchas corrientes filosóficas: del humanismo griego, del humanismo del renacimiento, del humanismo cristiano, del humanismo materialista. Luego la dignidad es un valor universalmente reconocido y absoluto. A ninguna condición está subordinado, Ni a la raza, ni al sexo, ni a la edad, ni al credo, ni a la condición social. Es patrimonio de todo ser humano, un derecho natural del que gozan todos los miembros de la especie, y del que derivan todos los demás derechos. Del reconocimiento de la dignidad surge la humanidad como deber moral.

Cómo la humanidad se fue eclipsando

Hemos visto esfumarse la urbanidad y las buenas maneras del comportamiento humano, hemos visto convertir en rutina el sufrimiento, hemos menospreciado el valor terapéutico de las palabras, hemos transmutado la paciencia en productividad que agobia; nada es apacible porque nuestro mundo marcha a las carreras, relegando las dichas del espíritu. En semejante vértigo las actitudes humanitarias van quedando relegadas.

Causas generales como particulares del entorno sanitario explican esa pérdida de sensibilidad.

Indudablemente la masificación y la que denomino parcelación del cuerpo humano, consecuencia lógica del desarrollo del saber y de la especialización de la medicina, están entre sus causas. Como lo están, también, la comercialización de la medicina, el desmedido ensalzamiento de la técnica, el afán de producir, y el descuido en la selección y formación del personal sanitario.

En la multitud la individualidad carece de importancia. Todos los paciente son anónimos cuando se atienden muchedumbres, más aún cuando el tiempo atenta contra la atención y cuando todo ha de hacerse a las carreras.

La humanidad es el trato individual, personalizado, no la comunicación con la muchedumbre. En consecuencia la multitud deshumaniza. Y no sólo por convertir al paciente en insignificante fragmento de un tumulto, sino por el sinnúmero de personas que se entrometen en la relación del profesional con el enfermo, amenazando la privacidad del acto médico. La intromisión lo priva de la espontaneidad, al imponer reglas, estipular límites, determinar tiempos, coaccionar fórmulas, no en procura de la calidad, sino de la productividad y la estadística.

El progreso de la medicina asombra. Sembró esperanza donde se percibía fatalidad. Y llegó a ser el conocimiento tan extenso y tan profundo, que no hubo médico que pudiera albergarlo totalmente en su saber. Surgieron así las especialidades médicas y desapareció el médico omnisciente. Pero más que acabar con el médico que ‘todo lo sabía, terminó, desafortunadamente con el médico que todo lo escuchaba. El especialista no suele prestar atención más que a las quejas concernientes a los órganos y sistemas que son de su incumbencia.

La comercialización de la medicina deshumaniza, no porque la medicina de empresas deba ser insensible por naturaleza, sino porque se ha regido más por las leyes del mercado que por los postulados de la ética.

El encumbramiento de la técnica no pocas veces hace ver como flaqueza la actitud piadosa, en otras ocasiones su celo por restablecer la salud y prolongar la vida se traduce en trato encarnizado y sufrimiento.

En la formación del personal sanitario la ética como la humanidad apenas clasifican al ocurrente remoquete de ‘costuras’. Son materias en las que no se reconoce trascendencia. La adquisición de la habilidad resalta como la cuestión fundamental, sin reparar que su aplicación escrupulosa depende de los principios que se alientan y se inculcan en los educandos.

La selección de personal con vocación humana es necesaria, sin el sustrato de la benevolencia el milagro de la humanidad no se consigue. La humanidad auténtica no obra a la fuerza, es espontánea. Es una autoimposición moral. Obrar contra la voluntad es imposible.

Características del comportamiento humanitario

El ejercicio de la medicina nos demuestra que un ademán amable obra como un buen medicamento, y que una actitud displicente, por el contrario, puede hacer fracasar un tratamiento. Es la trascendencia de comportamiento humanitario en el alivio del paciente. Sencillamente el dolor exige más que un analgésico.

La aflicción del alma se mitiga con gestos y palabras. Por ello hasta los casos científicamente fallidos no están humanamente perdidos. Mucho se puede ofrecer a pacientes crónicos como terminales: no la cura, pero sí las condiciones que hagan más agradable la vida, que le demuestren que para los demás es valiosa su existencia.

El trato humano requiere convicción: la espontaneidad le confiere sentimiento, lo vuelve auténtico y lo perpetúa. Es el afecto con que se prodiga el que convierte en humano el suceso técnico acertado e impasible. La técnica, sin embargo, es también requisito fundamental del trato humano, pues no basta servir, hay que tener conocimiento para hacerlo. Quien filantrópicamente intenta atender un paciente con trauma medular, probablemente lo deje parapléjico si desconoce la forma correcta de ayudarlo.

La aspiración de cómo queremos ser tratados es habitualmente la guía más práctica para el comportamiento humanitario. Nos anticipa al efecto de nuestras acciones. La humanidad tiene siempre el rostro amable, ese es un requisito primordial e ineludible. A partir de este axioma, aparecen todos los valores inherentes, las virtudes con las que nuestro comportamiento será definitivamente humano: altruismo, afecto, amistad, caridad, cordialidad, comprensión, diligencia, generosidad, honradez, humildad, indulgencia, justicia, prudencia, rectitud, respeto, responsabilidad, sinceridad, tolerancia, veracidad, entre la multitud de cualidades que involucra.

La humanización demanda personal sanitario y administrativo ético y sensible, que mitigue la angustia y siembre el sosiego en el corazón de los pacientes.


Acciones en humanización de un comité de bioética

Mucho es lo que un comité de bioética puede aportar en materia de humanización. Puede por ejemplo formular recomendaciones para rescatar la privacidad y autonomía del acto médico; despertar el interés de los profesionales por la vivencia del paciente y el efecto anímico de las dolencias; inducir al trato solícito y amable; promover el respeto a la intimidad del paciente y la reserva de la historia clínica; orientar en la toma de decisiones con el paciente terminal, haciendo más humano el proceso de morir; señalar a las empresas de salud los principios que deben asumir en el cuidado de la vida humana, aleccionar en el reconocimiento de la existencia y la salud como bienes absolutos, anteponiéndolos al lucro, y admitiendo al enfermo como fin y nunca como medio, y guiar en la búsqueda del equilibrio entre los intereses administrativos relacionados con la productividad y los eminentemente asistenciales,

Un listado más detallado, y sin embargo apenas fragmentario de asuntos que tienen que ver con el trato humanizado en las instituciones de salud, es el que presento en las siguientes líneas:

Abolición de filas, demoras y trámites innecesarios.
Revisión y adecuación de tiempos de consulta
Instauración de mecanismos para facilitar la asignación de citas
Ofrecimiento de espacios físicos seguros, cómodos y placenteros
Hospitalización en condiciones dignas
Restricción del aislamiento innecesario del paciente y la marginación de la familia
Flexibilidad del sistema de visitas
Supervisión de la calidad y los horarios de comidas (prevenir ayunos prolongado sin indicación médica por conveniencia organizacional)
Limitación de las remisiones por causas administrativas (evitar la dispersión de la atención de los enfermos)
Creación de instancias que velen por la satisfacción de los pacientes
Seguimiento a la atención de los enfermos enfocada al buen trato y su satisfacción
Observación en el trato de los dictados de la urbanidad
Abolición de actitudes prepotentes o impasibles con el enfermo y sus familiares
Establecimiento de estrategias para mejorar la relación y la comunicación
Generación de confianza entre el paciente y el personal sanitario
Promoción de comportamientos amables
Erradicación de actitudes que precipiten sentimientos de abandono en el paciente
Exhortación de actitudes sensibles ante el dolor
Orientación del manejo del paciente terminal
Respeto por las creencias y opiniones
Reserva y cuidado de la historia clínica
Cuidado del pudor del paciente
Confidencialidad de la información privada compartida por el paciente
Motivación a la participación del enfermo en el proceso terapéutico
Fortalecimiento de la comunicación con el paciente y sus familiares
Relevancia de la información exacta, clara y sencilla de las decisiones médicas
Respeto de las determinaciones del paciente
Claridad de las indicaciones médicas

Atento a muchos de los aspectos arriba enumerados, el Comité Bioético Clínico del Hospital de Kennedy de III Nivel de Bogotá, del cual he hecho parte desde su creación, acordó hace varios años algunas pautas para humanizar la atención, que inspiradas en el “Decálogo del trato humanizado” del Hospital Central de la Policía Nacional, se denominaron los “Mandamientos del trato humanizado”, y los presento como ejemplo de trabajo de un comité en pro de actitudes humanas en la atención de los pacientes:

1. Tocar a la puerta antes de entrar
2. Llamar al paciente por su nombre
3. Saludar y despedirse con amabilidad.
4. Identificarse ante el paciente, explicándole con sencillez y claridad el motivo de nuestra presencia.
5. Resolver satisfactoriamente sus inquietudes con honestidad, sin herir ni engañar.
6. Solicitar su consentimiento para examinarlo o para practicarle cualquier procedimiento.
7. Darle indicaciones claras y precisas
8. Respetar su privacidad y cuidar permanentemente su pudor
9. Evitar que nuestras indicaciones le causen incomodidades innecesarias
10. Comprender sus sentimientos y actitudes y proporcionarle apoyo en sus necesidades afectivas.
11. Mantener la más celosa reserva sobre lo que de él conocemos por razones clínicas o gracias a su confianza.
12. Ser solícito, atendiéndolo con prontitud y diligencia, no haciéndolo aguardar innecesariamente.
13. Servirle con humildad y nunca con prepotencia.
14. Presentarle disculpas cuando no podamos satisfacer sus requerimientos.
15. Tratar con respeto a sus familiares, suministrarles la información pertinente y darles muestras de apoyo y solidaridad.
16. Estar atento al bienestar y seguridad del paciente.
17. Infundirle seguridad y no generarle ansiedad innecesaria.
18. Respetar sus creencias y opiniones.
19. Preservar sus sentimientos de esperanza.
20. Brindarle apoyo, solidaridad y orientación a él y a su familia en enfermedades terminales
21. Evitarle demoras, trámites filas y desplazamientos innecesarios.
22. Brindarle orientación clara y suficiente para la realización de sus trámites y la ubicación de las dependencias a las que se remite.

El trabajador de la salud, objeto del trato humanitario

He enfatizado en los apartados anteriores la humanidad en el trato del enfermo, pero los criterios expuestos no dejan de ser aplicables al personal sanitario que suele llevar sobre sus hombros sus propias angustias y buena parte de la aflicción de sus pacientes.

La humanidad con el equipo de salud debe ser otro campo de interés para los comités asistenciales. Cuando se ignora el trato digno las compensaciones personales que retribuyen los esfuerzos se aminoran y el oficio de curar termina por enfermar a quien lo lleva a cabo. El ejercicio profesional en condiciones adversas desilusiona a los trabajadores soñadores, a los más ‘prácticos’ los transmuta en insensibles.

En la órbita de la humanización con los trabajadores sanitarios aspectos de análisis ineludibles y obvios son las condiciones de trabajo, la estabilidad, el ambiente laboral, el descanso, la relación entre la empresa y el trabajador, la seguridad en prevención de enfermedades y accidentes laborales, la confianza en el personal, los mecanismos de control, las relaciones entre los miembros del equipo de trabajo, el mundo afectivo del trabajador, el agotamiento físico y emocional, la insatisfacción personal, la autoestima del trabajador, los síntomas psicosomáticos del estrés, la carga laboral, la pertinencia de las actividades, el exceso de formatos que entraban el acto médico, la carga asistencial excesiva, la rutina, el error asistencial inducido por el trabajo desmedido, la remuneración, aspectos nocivos de la contratación, la distribución del trabajo, la objeción de conciencia, y la capacitación y actualización del personal.

Así, sin desamparar a unos ni a otros, ni a pacientes ni a trabajadores, los comités de bioética cumplen una labor trascendental en materia de humanización en las instituciones. Al tender la humanidad como un puente entre los frutos de la ciencia y su aplicabilidad, entre la dolencia física y la aflicción espiritual que la acompaña, entre el trabajo técnico y la labor piadosa, los comités encauzan la actividad asistencial.

Su competencia en la solución de los dilemas esclarece la forma de armonizar la ciencia con la ética, la productividad con la filantropía, y la generosidad con la riqueza. Y determina la forma en que el ejercicio de las ciencias de la salud compendie las bondades del ayer con las fortalezas del presente.

Luis María Murillo Sarmiento M.D.

-REVISA EL ENSAYO LA DESHUMANIZACIÓN EN LA SALUD, CONSIDERACIONES DE UN PROTAGONISTA

1 comentario:

Nancy Agustin dijo...

Su ensayo sobre deshumanización es muy bueno e interesante, me ha servido de apoyo para un texto que estoy elaborando sobre el tema. Me encantaría leer cualquier otro material que Ud. tenga sobre el tema. Un saludo desde Guatemala.