sábado, 10 de mayo de 2014

LA POESÍA, UNA MANIFESTACIÓN INEXTINGUIBLE*



Nuestro mundo no es propicio para la expresión de las más altas manifestaciones del espíritu. Nuestro mundo es primordialmente el dominio de lo material. Los intereses del hombre que lo puebla rondan lo práctico, lo positivo, lo utilitario y lo corpóreo.
Expuesta la especie sapiens a la extinción y a los rigores de la naturaleza resulta entendible que emerja bajo estos patrones.  Su lucha por la subsistencia es inevitablemente material e instintiva, pero satisfecha la necesidad primordial sigue uno percibiendo una proclividad a dominar y poseer que no resulta imprescindible. 
Fortuna y poder afirman al hombre en el mundo, lo revelan exitoso ante una selección natural que recompensa a los ‘mejores’, pero remotamente lo descubren como ser superior capaz de proclamar su espíritu. El hombre corporal es apenas la dimensión más primitiva de la condición humana. Más que el ser devela el poseer.
Lo elaborado, lo cultivado, lo irreprochable, lo virtuoso, lo exquisito, en fin, las manifestaciones intangibles, denotan, en cambio, al hombre trascendente. Descubren el valor del poseedor y no el de lo poseído. Pero trascender es un proceso selecto, luego resulta vocación de pocos, y esfuerzo, arduo y apático para la mayoría. Siempre habrá más materialistas que quijotes
No obstante, encuentro entre esos dos polos que caracterizan la condición humana un ingrediente natural que los conecta: el sentimiento. Tan primitivo como el instinto, el sentimiento se erige, a mi parecer, como la primera manifestación espiritual del hombre. La inicial, la precursora, la puerta de entrada a  ese algo superior, que denomino espíritu, que pone freno a la ambición material, que modera los impulsos egoístas y que busca el bien como fin esencial de la existencia.
El sentimiento al hacer consciente al hombre de sus dichas y dolores, lo hace sensible, humano, en la mejor acepción de la palabra, lo relaciona con sus semejantes, lo hace trascender de su mundo material. Es la antesala a un mundo espiritual sin lindes.   
El mundo de los sentimientos subyace en el poema, luego la poesía traduce el mundo espiritual del hombre. Al expresar el sentimiento la poesía encumbra al hombre, luego es la poesía más que una manifestación literaria circunscrita a unos pocos eruditos. La poesía es una manifestación universal que habita en todo ser que tenga sentimientos. Y no hay, por perverso, corazón exento de ellos. El hombre puede ser esclavo de lo material, pero también de los afectos. Tener sentimientos resulta inevitable.
Aventurándome en mi reflexión evolutiva afirmaré que existe un sentimiento poético que precede a la poesía misma, y que existió un momento en la evolución del hombre en que ese sentimiento incorporó el lenguaje. De esa unión del sentimiento y el lenguaje debió brotar la poesía. Luego procede la poesía de los mismos albores de la humanidad. Arriesgada hipótesis, que aunque especula sobre un recóndito pasado no parece incoherente.
Vistas así las cosas, encontramos la poesía inmersa en varios escenarios. En forma simplificada, en uno universal y popular, en uno letrado, y en uno escolar y académico.  
Anoto del primero que la poesía se difunde en boca de la masa, volviendo popular lo culto. Pero además se enriquece con el sabor del pueblo, con sus giros y vocablos, con sus costumbres, con el testimonio de su tiempo. La lírica popular, como la copla, por ejemplo, también se vuelve prueba, evidencia histórica, social y antropológica. La poesía en este escenario tiene con la multitud su porvenir asegurado.
Cosa distinta ocurre en nuestro medio con el ambiente escolar, esquivo para ella. Al conocimiento tangencial de los autores se suma la indiferencia con su obra. Los centros literarios de antaño, que congregaban a los estudiantes todas las semanas con las mejores expresiones de su talento retórico, desaparecieron. Los colegios mandaron al exilio la declamación y los poemas.
Las artes forman la personalidad, son más que un pasatiempo. Pero hay que experimentarlas para que forjen el espíritu: la fría información que de ella dan los textos no sirve para nada. Un mundo en decadencia espiritual no puede seguir pasándolas por alto.
El futuro de la poesía en este ambiente dependerá de los ‘sabios’ que rigen las políticas de educación en los colegios. Por lo pronto es desalentador el panorama, y no por sustracción de vocaciones. Quienes trabajamos talleres con los niños sabemos que hay suficiente inspiración para que la literatura, y en particular la poesía, pervivan.
La poesía que habita en el más selectos de los mundos, el los estudiosos y los que la cultivan, tendrá siempre un destino asegurado mientras no sucumba el escritor a la tentación de la vanidad y el narcisismo. Su universo exclusivo y circunscrito vuela al infinito. De de sus raíces brota la devoción por los predecesores, de  su cantera emerge la producción poética en su manifestación más depurada, de sus autores nacen los versos que consagrará el futuro. Han de ser estos círculos los guardas del idioma, faro en el sendero oscuro, trayecto y trayectoria,  celo que mantenga la flama inextinguible.
A pesar de las nostalgias que con base en el presente el devenir presagia, debemos admitir que la poesía sobrevivirá a quienes hoy la cultivamos, porque es una manifestación inagotable que no sucumbirá mientras subsista el sentimiento, ni fenecerá mientras la lengua exista.
¡La poesía persistirá mientras exista el hombre!
LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD

*Palabras pronunciadas el 18 de septiembre del 2013 en el encuentro preparatorio del XX Récord Nacional e Internacional de Poesía.

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