Los
paros que hoy afligen a Colombia y que se propagan con la vertiginosidad de una
epidemia irracional, más que descubrir problemas y necesidades que siempre han
existido, exponen la ingenuidad de quienes siguen el llamado a la protesta y la
sagacidad de quienes los azuzan, infiltran
y convocan. Deplorable espectáculo para quienes analizamos los hechos
desde otra perspectiva, y no vemos en las manifestaciones y ademanes violentos
cosa diferente a la anarquía.
Es
el retrato de la turba, manipulable e iracunda, insensata y absurda. Que con
pretexto o sin él se desmide en sus demandas. Que sin ingenio y sin arrojo para
dar solución a sus apuros espera que otros lo resuelvan. Pero los problemas,
fría, real y escuetamente, son de cada cual, de cada quien, que tiene el
interés centrado en sus ganancias. El campesino, por más querido que parezca, no
produce por amor al prójimo sino por su sustento y por su lucro. ¡No pongo yo
un negocio para que el Gobierno me lo vuelva próspero! Es inmoral. Carece de sensatez
hacerlo.
Tanto
importarán en este paro los intereses propios que la extorsión es su
estrategia. Causar malestar y daño a otros compatriotas para que el Gobierno
ceda a sus reclamos. Por eso su mejor arma es el bloqueo: que se cierren las
vías para que se desabastezcan los
pueblos y ciudades, para que turistas y viajeros se incomoden, para que no
puedan pasar las ambulancias, así se mueran los enfermos que trasladan.
Incuestionable infamia de manifestantes intransigentes que dizque presumimos
nobles, resignados y sufridos. Nos atropellan y tienen la desfachatez de pedir
solidaridad en sus apuros.
Este
paro es la marcha de un pueblo de mendigos que se niega a crecer por propio
esfuerzo, que todo lo anhela gratuito o subsidiado, que quisiera crecer sin
producir y enriquecerse sin esfuerzo. Pero en este mundo en el que todo cuesta,
para que unos disfruten lo gratuito otros lo han pagado encarecido. Pedir
subsidios al Estado es hurgar en el bolsillo de los propios compatriotas,
probablemente de aquéllos que han sido perjudicados con el paro. ¡Cuánta
desvergüenza! El Estado solamente es un concepto. Su dinero es el de los
colombianos que pagan sus impuestos. Si el esfuerzo se castiga con cargas
tributarias no tiene sentido el esforzarnos. Progreso no es que se arrebate a
los que tienen, sino que todos produzcamos y tengamos. No es redistribuir la riqueza,
sino generarla.
¿Hay
que dar solución a los problemas? Desde luego. Pero no con asistencialismos manirrotos.
Políticas sí, de gran envergadura. Inversión que se traduzcan en
infraestructura, en modernización tecnológica, en métodos que mejoren la
competitividad.
El
problema del colombiano es la irresponsabilidad. Desde los hijos que el menesteroso
arroja al mundo para que la sociedad se los levante, pasando por el que atenta
contra su salud y espera que lo atiendan gratis, hasta el pudiente que se hace
a los subsidios que no le corresponden. En Colombia no se enseña la
responsabilidad, que demanda obligaciones; todo son derechos sin deberes.
El
pobre que siente inquina contra el rico ignora que gracias a las cargas que le
imponen es él quien le subsidia sus servicios; que es su dinero el que levanta
las bibliotecas, las escuelas y los hospitales en que lo atienden gratis; que
sus impuestos pavimentan las vías que llegan a sus barrios y construyen muchas
de las viviendas en que viven. Sí, el vilipendiado capital es el responsable de
que los necesitados no se mueran de hambre. Y, sin embargo, hay que ver como
arremete la izquierda -siempre
incompetente, improductiva- contra los empresarios.
Y de
la irresponsabilidad a la deshonestidad se migra fácilmente. Irresponsabilidad
y corrupción, expresiones preponderantes
de la vida fácil, son para Colombia dos de sus peores males.
Pero
las protestas tan violentas que hemos visto son más que la manifestación
irreflexiva de la inconformidad. Hay un claro aprovechamiento por la subversión
del descontento popular -propio de todos los pueblos, de todas las épocas y de
todos los lugares- convirtiendo en idiotas útiles a los manifestantes.
Inconformidades tengo, pero sin importar la magnitud de mi reparo, jamás uniría
mi voz a esta protesta que magnifica el eco que viene de La Habana**. Que tiene
la impronta de la Farc y sus perversos intereses. Y pensar que hay intelectuales
que han devorado la carnada y siguen el sainete que impone la guerrilla.
¿Dónde
ha quedado la autoridad? ¿Arrinconada? ¿Cediendo ante el chantaje? Ha sido incapaz
ante las extorsiones y atropellos, ha sido incapaz de proteger a los inermes. Hasta
una mujer ha tenido que defender con su cuerpo vulnerable a un pelotón de
policías. ¡Abrir fuego es la única alternativa contra los vándalos y los
encapuchados! Ya han medido, cual delincuentes, al presidente Santos su talante:
El mandatario es extorsionable, extorsionémoslo. Y con la instigación de la
guerrilla, que obviamente no tiene vocación de paz, todos a una se yerguen en
protesta. Difícil recordar mayor parálisis y mayor agitación en el país en los
años que llevo en esta tierra.
Demanda
Colombia autoridad enérgica, que ponga a la gente a marchar como se debe. ¿Una
dictadura militar será lo que hace falta? Una autoridad que dé de baja a tanto
delincuente (secuestradores, homicidas, atracadores, narcotraficantes,
defraudadores, vándalos, y toda la escoria social que nos asiste). Éticamente
es lícito que la sociedad, y no como acto de venganza, se deshaga de sus males.
Al fin y al cabo los derechos humanos son para quienes los respetan, nada deben
exigir quienes los violan. Tanta contemplación no ha conseguido nada. Ahí
tenemos a la autoridad arrinconada. La autoridad que debería ser el terror de
todo delincuente. Deben ser radicales las cirugías para curar el cáncer.
El
país definitivamente se ha polarizado. Parece imposible que puedan convivir
defensores y opositores, sectores de izquierda y de derecha, ciudadanos de bien
y delincuentes, gente que se esfuerza, que produce y seres que anhelan vivir
subvencionados.
Si
no podemos soportarnos, si el vecino es un parásito o una plaga intolerable, si
es un mantenido que espera vivir de mi riqueza, repartamos el país, para que
cada corriente disfrute su parcela. Podrían
vivir de un lado los emprendedores, de otro los mantenidos; de un lado los petros,
los cepedas, los robledos y las córdobas*** -los que sueñan en repartir la
riqueza que no les pertenece-, de otro los que generan opulencia; de uno los
que protestan contra los TLC, de otro los que aprovechan sus ventajas; de uno
los dispuestos a acabar con los delincuentes, de otro los que los toleran; de
uno los ineptos, de otro los competentes; de uno los ciudadanos de bien, de otro
las plagas -guerrilleros, corruptos y bandidos-.
¡Repartamos
el país que la convivencia entre iguales resulta más sencilla!
Luis
María Murillo Sarmiento M.D.
* Con el antecedente reciente de un paro cafetero cuya
resolución costó a los colombianos ochocientos mil millones de pesos en ayudas,
otros sectores descubrieron la conveniencia de protestarle al presidente
Santos. Así estalló el 19 de agosto del 2013 un paro agrario, que como bola de
nieve fue involucrando más sectores hasta volverse incontenible. Se unieron
cultivadores de diferentes productos, mineros y camioneros; y en solidaridad
marcharon indígenas, educadores, estudiantes, sindicatos, movimientos políticos
comunistas como Marcha Patriótica, y con ellos guerrilleros infiltrados,
vándalos y encapuchados, quienes con fiera agresividad reprodujeron imágenes
propias del Bogotazo. La mano de las Farc fue evidente en los desmanes Ya en
junio de ese mismo año las manifestaciones de erradicadores de coca en el
Catatumbo habían traslucido con sus peticiones y violencia las pretensiones de
las Farc. Bloqueadas las vías, el país se paralizó y algunos pueblos y ciudades
comenzaron a desabastecerse. Aunque todos los días fueron de bloqueos, enfado y
destrozos, la cresta de su barbarie se vivió en Bogotá el 29 de agosto cuando
en medio de las protestas los vándalos fueron incontrolables. Nunca los medios habían
registrado tanta barbarie en las protestas.
** En noviembre del 2012 comenzaron en La Habana los diálogos
de paz entre el gobierno y las Farc. Pero tal ha sido la voluntad de paz de la
guerrilla que permanentemente ha cometido acciones terroristas, Con cinismo llegó
a ofrecer públicamente hombres y armas a quienes protestaban.
*** Gustavo Petro, Iván Cepeda, Jorge Enrique Robledo y
Piedad Córdoba, representantes de la izquierda más recalcitrante.
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