viernes, 14 de noviembre de 2014

RAFAEL POMBO, POETA PARA NIÑOS Y PARA TODAS LAS EDADES - PERFILES DEL POETA

El año en su carrera rauda se termina, y este octubre, no es más que el anuncio de otra Navidad que se avecina. Ya veo al final del mes a los niños disfrazados, desfilando por las casas… pidiendo caramelos. Cuánta ternura encierran sus vidas inocentes. Cuánto futuro su historia inexplorada. Ellos son el bien de la patria… o su desgracia. Todo depende del buen abono que nutra la semilla. Dediquémonos a ellos con la responsabilidad y el amor que el fruto fresco nos demanda. Sembremos virtud y hagámoslos felices, de pronto, así, forjemos una Colombia con buenos ciudadanos.

Hagamos, hoy, de los niños, el centro de nuestra atención. Honrémoslos. Dediquemos esta tertulia a ellos y a quienes enriquecieron el mundo de la infancia.  

Yo recordaré a un poeta que ha sido por tradición el de los niños: Rafael Pombo, el de la niñez de los abuelos, el de la niñez de nuestros nietos; poeta de los niños, y poeta de los viejos, en fin, poeta de todas las edades. Porque es el de la infancia de numerosas generaciones, pero también, porque su poesía llena todo el espectro de la existencia humana.

Tal fue el hijo de Ana María Rebolledo y Lino de Pombo, personajes de la aristocracia payanesa cuyas tumbas, convertidas en una sola morada, topé en recorrido reciente por la galería central del Cementerio Central de Bogotá. Allí también se encuentra el mausoleo del poeta bogotano. El que nació el 7 de noviembre de 1833 y murió el 15 mayo de 1912.

Fue Pombo un poeta sin hijos, que cantó a los hijos de los millones que sí los engendraron. Y cuyos cuentos y fábulas seguirán aguardando que nuevas criaturas asomen a la vida.

Sin embargo su obra es más que poesía infantil. Descubro en el autor un poeta integral, capaz de circunscribir con sus letras todos los tópicos que pueden albergarse en un poema. Pombo es tierno, infantil, melancólico, filosófico, naturalista, crítico, intelectual, burlón, belicoso, ético, aleccionador, político. Él ilustra como ninguno cuánto un poeta puede hacer con los versos.

Fue versátil, multifacético, e incursionó en multitud de actividades. Fue poeta -si de enumeración se trata no sobra repetirlo-, diplomático, crítico, periodista cultural y político, soldado juvenil y revolucionario, políglota, libretista de ópera, traductor… hasta homeópata.

Fue versado en el latín, el alemán, el francés, el inglés, el italiano, el portugués, fue traductor de Byron y de Horacio. Un traductor singular, capaz de superar con su creatividad el texto original. Eso no lo saben quienes no conocen, por ejemplo, el texto inglés del siglo XVIII que dio origen a Simón el Bobito. Hasta plagiario lo llamaron. ¡Terrible desatino! Cuando comparo la fuente original y la genialidad del bogotano, descubro que convierte una sencilla canción de cuna de tres estrofas, un poema acaso insípido, en un formidable poema infantil de 15 estrofas.

Rafael Pombo nos dejó alrededor de dos centenares de fábulas y cuentos, cuya enumeración en esta sesión no tiene objeto: sobra cuando nuestra mente los guarda inalterables. Porque desde la tierna infancia, con la misma familiaridad con que brota nuestro nombre, brotan los versos tras la sola mención de las palabras  introductorias del poema. ¿Quién no terminaría estos versos?: “Pastorcita perdió sus ovejas”… “¿y quién sabe por dónde andarán”. “El hijo de Rana”… “Rinrín Renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo”. “Simón el Bobito llamó al pastelero:”…“¡A ver los pasteles! ¡Los quiero probar!”. “Era una pobre viejecita”… “sin nadita que comer”. “Mirringa Mirronga, la gata candonga”… “va a dar un convite jugando escondite”.

Pombo fue genial, y un prodigio juvenil. Algunas de sus afamadas obras como “Horas de tinieblas”, “Los filibusteros”, los poemas suscritos por Edda, brotaron antes de que el poeta cumpliera los 23 años.

La vida y obra de Rafael Pombo es pródiga en contrastes. Vivió diecisiete años en Estados Unidos, once de ellos como diplomático en Nueva York, y fue un antimperialista consumado. Claro, eran los tiempos del filibusterismo, aquella práctica abusiva que proclamaba la doctrina del Destino Manifiesto,  resumida en la muy conocida frase “América para los americanos”, con la que Estados Unidos se apropió de muchos territorios.

Fue tildado de agnóstico y ateo, creo que en superficial interpretación de sus reclamos por males y dolores de este mundo. Yo encuentro, en cambio, en su profusa poesía moral y religiosa, muy poco conocida, un hombre profundamente religioso, creyente y confundido. Un hombre que cree en Dios, pero le asusta; un hombre que cree en su poder, pero llega a desconfiar de su bondad. Que espera más de Dios ante la imperfección y la desolación del mundo. Tanto habla de Dios que no lo niega; y que llega a afirmar en su reclamo: “la imperfección que no sosiega prueba al Perfecto, como el cuerdo al loco”.

Pombo fue poeta de lo social en cuanto sus versos se convertían en crónica de lo trascendente e intrascendente de su tiempo. Traspiraba versos, plasmaba y enjuiciaba la realidad con ellos, escribía versos de circunstancia. Ese vicio de hacerle versos a lo trascendente como a lo frugal, fue incomprendido, y terminó en la burla pública. Pero de la burla justamente se pasó al desagravio. Esa fue la historia de su coronación. Jesús del Corral y Alfredo Gómez, periodistas amigos suyos, afligidos con las burlas al poeta decidieron promover un homenaje nacional para compensarlo. La respuesta fue multitudinaria, Pombo fue coronado  el 20 de agosto de 1905 en el Teatro Colón como Poeta Nacional, sus sienes lucieron una corona de oro donada por el presidente de la República Rafael Reyes.

La pluma de este poeta, he dicho, fue multifacética. Así podemos encontrar el Pombo infantil de Simón el Bobito:

“Hizo Simoncito un pastel de nieve / Y a asar en las brasas hambriento lo echó, / Pero el pastelito se deshizo en breve, Y apagó las brasas y nada comió // Se lavó con negro de embolar zapatos / Porque su mamita no le dio jabón, / Y cuando cazaban ratones los gatos / Espantaba al gato gritando: ¡ratón!”.

El Pombo moralista de “El sermón del caimán”:

“Iba un paisano caimán / Más hambriento que alma en pena / Corriendo tras un gañán / Que sorprendió de holgazán / A orillas del Magdalena. […] // En zigzag trotó el patán, / Y fue táctica maestra / porque en girar no es muy diestra / la mole de don caimán. […] // Este colérico al fin / Gritó al gañán… / Ande usted siempre derecho, cual lo exige la virtud… // La virtud del monstruo aquel / Es la de todo malvado, /  Provechosa sólo a él / Para enlazar su cordel / Al cuello del hombre honrado”.

El Pombo pedagogo de “Abecedario retahíla” y “Alfabeto imaginario”:

N: “Luego viene doña N /  Con trabajo, / Que entre dos varillas tiene, / Punta arriba, / Punta abajo, / Una viga atravesada / Como un codo, / Que no cupo de otro modo”.
Ñ: “Y la Ñ es igualita, / Con un pero, / Que salió como a visita / Y se puso su sombrero”.
K: A la K se le quebró / El palo de la derecha / Que como punta de flecha / Contra el centro se dobló”.
T: “Cruz sin cabeza es la T / O ancho martillo de herrero / O lezna de carpintero / Como la usó San José”.

El Pombo romántico de “Mi amor” (1855). Aquel bardo cuasiadolescente que bajo el seudónimo de “Edda” fue una poetisa ovacionada. Seguido en sus versos y suspiros por jóvenes enamoradas que ni remotamente imaginaron tras de aquellos versos el latir de un pecho masculino:

“Era mi vida el lóbrego vacío, / Era mi corazón la estéril nada; / Pero me viste tú, dulce amor mío, / Y creóme un universo tu mirada. […] // Si esto es amor, ¡oh joven yo te amo! / Y si esto es gratitud, ¡yo te bendigo! / Yo mi adorado, mi señor te amo; / Que otras te den el título de amigo”.

El Pombo naturalista de “Quién supieres pintar”:

“¡Oh cielo hermoso! ¡Oh hermoso mundo! / Quien te pudiera pintar así, / Con esos montes, con esas aguas, / Con esa magia de ardientes fraguas / ¡Do el sol se funde para morir!”.

El Pombo filosófico de “Hora de tinieblas” (1855):

Oh, qué misterio espantoso / ¡Es este de la existencia! / ¡Revélame algo, conciencia! / ¡Háblame, Dios poderoso! / Hay no sé qué pavoroso / En el ser de nuestro ser. / ¿Por qué vine yo a nacer? / ¿Quién a padecer me obligue? / ¿Quién dio esa ley enemiga / De ser para padecer? // ¡Sabios funestos, callaos! / El caos físico ha cesado, / Pero el que lo hizo ha dejado / Al espíritu en un caos. / ¡Pobres hombres! revolcaos / Mintiendo felicidad; / Yo entre tanta oscuridad / Rebelde contra mi suerte, / Ansío deberle a la muerte, / O la nada o la verdad”.

El Pombo religioso de “La medida del pecado”:

“Contra un Dios infinito hemos pecado; / Por Él nuestro pecado es infinito. / […] // No sólo me creó. Por culpa mía / Bajó a morir clavado en un madero / Y sigue allí muriendo cada día; // Y libre por él, yo, su heredero / Ingrato y alevoso todavía / Con diarias culpas en su cruz lo hiero.”

O el religioso de “La fe inerte”:

“Peor que el que no cree, ni creyó nada / Es el que cree y calla, y no practica; / Porque el otro, a sabiendas, justifica / Y a ser su vil comparsa se degrada. // Quizá Dios de aquel mísero se apiada; / Donde no hay luz la ceguedad se explica. / Pero éste la hubo, y no la testifica, / Y ella en su contra dispondrá indignada.”

El Pombo antimperialista de “Los filibusteros” (1856):

“Venid a conquistarnos, vosotros, heces pútridas / de las venales cárceles del libre Septentrión; / Venid, venid, apóstoles de la sin par república / Con el hachón del bárbaro y el rifle del ladrón”.

El Pombo político, contra la dictadura de José María Melo (1854):

“Seis meses ya de infamia y de vergüenza, / ¡Seis meses de rapiña y tiranía! / Seis siglos para ti Granada mía / Que eternos en tu frente pasarán.”

El Pombo de situaciones de la boda de sus amigos Ignacio Osorio y Antonia Orrantia:

“De dos amantes venenos / Se hizo un néctar conyugal, / Ya el singular es plural /, Ya son propios sus ajenos. / Hay una soltera menos, Hay una casada más; / Ya es de veras un quizás, / Y hacen dos una existencia: / ¡Cuánta extraña consecuencia, / Más las que vengan detrás!”.      
                                                                                        
El Pombo epistolar:

“Sr. D. Manuel Pombo
Octubre 3 - 49
Con mucho agrado recibí la suya / Fechada en 19 del pasado / En la que dice Ud. que ya me encuentra / en escribirle más formalizado, […] // Esta por ir en verso le suplico / La aprecie en un valor por duplicado / Pues quiero expiar a costa de la musa / lo que una distracción haya causado; / Y le encarezco que correspondencia / Para más gusto en verso establezcamos”.

Pombo es inagotable, básteme decir que su “Poesía inédita y olvidada”, título con que Héctor Orjuela bautizó los dos volúmenes que el Instituto Caro y Cuervo publicó en 1970 con la obra menos difundida del poeta bogotano, sobrepasa las 1300 páginas. Así, que justo es que esta nota termine y que a quienes motivó su lectura vayan calmadamente en pos su vida y de su obra.


Luis María Murillo Sarmiento MD.
Vicepresidente Centro Poético Colombiano
Biblioteca Nacional de Colombia
3 de octubre del 2014

Bibliografía
Orjuela, Héctor. Rafael Pombo – Poesía Inédita y Olvidada Tomo I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1970
Orjuela, Héctor. Rafael Pombo – Poesía Inédita y Olvidada Tomo II, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1970
Pombo, Rafael. Cuentos pintados, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1955

No hay comentarios: