El año en su carrera rauda se termina, y este octubre, no
es más que el anuncio de otra Navidad que se avecina. Ya veo al final del mes a
los niños disfrazados, desfilando por las casas… pidiendo caramelos. Cuánta
ternura encierran sus vidas inocentes. Cuánto futuro su historia inexplorada.
Ellos son el bien de la patria… o su desgracia. Todo depende del buen abono que
nutra la semilla. Dediquémonos a ellos con la responsabilidad y el amor que el fruto
fresco nos demanda. Sembremos virtud y hagámoslos felices, de pronto, así,
forjemos una Colombia con buenos ciudadanos.
Hagamos, hoy, de los niños, el centro de nuestra atención.
Honrémoslos. Dediquemos esta tertulia a ellos y a quienes enriquecieron el
mundo de la infancia.
Yo recordaré a un poeta que ha sido por tradición el de los
niños: Rafael Pombo, el de la niñez de los abuelos, el de la niñez de nuestros nietos;
poeta de los niños, y poeta de los viejos, en fin, poeta de todas las edades. Porque
es el de la infancia de numerosas generaciones, pero también, porque su poesía
llena todo el espectro de la existencia humana.
Tal fue el hijo de Ana María Rebolledo y Lino de Pombo, personajes
de la aristocracia payanesa cuyas tumbas, convertidas en una sola morada, topé
en recorrido reciente por la galería central del Cementerio Central de Bogotá. Allí
también se encuentra el mausoleo del poeta bogotano. El que nació el 7 de
noviembre de 1833 y murió el 15 mayo de 1912.
Fue Pombo un poeta sin hijos, que cantó a los hijos de los millones
que sí los engendraron. Y cuyos cuentos y fábulas seguirán aguardando que nuevas
criaturas asomen a la vida.
Sin embargo su obra es más que poesía infantil. Descubro en
el autor un poeta integral, capaz de circunscribir con sus letras todos los tópicos
que pueden albergarse en un poema. Pombo es tierno, infantil, melancólico,
filosófico, naturalista, crítico, intelectual, burlón, belicoso, ético,
aleccionador, político. Él ilustra como ninguno cuánto un poeta puede hacer con
los versos.
Fue versátil, multifacético, e incursionó en multitud de
actividades. Fue poeta -si de enumeración se trata no sobra repetirlo-,
diplomático, crítico, periodista cultural y político, soldado juvenil y
revolucionario, políglota, libretista de ópera, traductor… hasta homeópata.
Fue versado en el latín, el alemán, el francés, el inglés,
el italiano, el portugués, fue traductor de Byron y de Horacio. Un traductor
singular, capaz de superar con su creatividad el texto original. Eso no lo
saben quienes no conocen, por ejemplo, el texto inglés del siglo XVIII que dio
origen a Simón el Bobito. Hasta plagiario lo llamaron. ¡Terrible desatino!
Cuando comparo la fuente original y la genialidad del bogotano, descubro que
convierte una sencilla canción de cuna de tres estrofas, un poema acaso
insípido, en un formidable poema infantil de 15 estrofas.
Rafael Pombo nos dejó alrededor de dos centenares de fábulas
y cuentos, cuya enumeración en esta sesión no tiene objeto: sobra cuando nuestra
mente los guarda inalterables. Porque desde la tierna infancia, con la misma
familiaridad con que brota nuestro nombre, brotan los versos tras la sola mención
de las palabras introductorias del
poema. ¿Quién no terminaría estos versos?: “Pastorcita perdió sus ovejas”… “¿y
quién sabe por dónde andarán”. “El hijo de Rana”… “Rinrín Renacuajo, salió esta
mañana muy tieso y muy majo”. “Simón el Bobito llamó al pastelero:”…“¡A ver los
pasteles! ¡Los quiero probar!”. “Era una pobre viejecita”… “sin nadita que
comer”. “Mirringa Mirronga, la gata candonga”… “va a dar un convite jugando
escondite”.
Pombo fue genial, y un prodigio juvenil. Algunas de sus
afamadas obras como “Horas de tinieblas”, “Los filibusteros”, los poemas
suscritos por Edda, brotaron antes de que el poeta cumpliera los 23 años.
La vida y obra de Rafael Pombo es pródiga en contrastes.
Vivió diecisiete años en Estados Unidos, once de ellos como diplomático en
Nueva York, y fue un antimperialista consumado. Claro, eran los tiempos del
filibusterismo, aquella práctica abusiva que proclamaba la doctrina del Destino
Manifiesto, resumida en la muy conocida
frase “América para los americanos”, con la que Estados Unidos se apropió de
muchos territorios.
Fue tildado de agnóstico y ateo, creo que en superficial
interpretación de sus reclamos por males y dolores de este mundo. Yo encuentro,
en cambio, en su profusa poesía moral y religiosa, muy poco conocida, un hombre
profundamente religioso, creyente y confundido. Un hombre que cree en Dios, pero
le asusta; un hombre que cree en su poder, pero llega a desconfiar de su bondad.
Que espera más de Dios ante la imperfección y la desolación del mundo. Tanto
habla de Dios que no lo niega; y que llega a afirmar en su reclamo: “la
imperfección que no sosiega prueba al Perfecto, como el cuerdo al loco”.
Pombo fue poeta de lo social en cuanto sus versos se
convertían en crónica de lo trascendente e intrascendente de su tiempo. Traspiraba
versos, plasmaba y enjuiciaba la realidad con ellos, escribía versos de
circunstancia. Ese vicio de hacerle versos a lo trascendente como a lo frugal, fue
incomprendido, y terminó en la burla pública. Pero de la burla justamente se
pasó al desagravio. Esa fue la historia de su coronación. Jesús del Corral y
Alfredo Gómez, periodistas amigos suyos, afligidos con las burlas al poeta
decidieron promover un homenaje nacional para compensarlo. La respuesta fue
multitudinaria, Pombo fue coronado el 20
de agosto de 1905 en el Teatro Colón como Poeta Nacional, sus sienes lucieron
una corona de oro donada por el presidente de la República Rafael Reyes.
La pluma de este poeta,
he dicho, fue multifacética. Así podemos encontrar el Pombo infantil de Simón el Bobito:
“Hizo Simoncito un pastel de nieve / Y a asar en las
brasas hambriento lo echó, / Pero el pastelito se deshizo en breve, Y apagó las
brasas y nada comió // Se lavó con negro de embolar zapatos / Porque su mamita
no le dio jabón, / Y cuando cazaban ratones los gatos / Espantaba al gato
gritando: ¡ratón!”.
El Pombo
moralista de
“El sermón del caimán”:
“Iba un paisano caimán / Más hambriento que alma en pena / Corriendo
tras un gañán / Que sorprendió de holgazán / A orillas del Magdalena. […] // En
zigzag trotó el patán, / Y fue táctica maestra / porque en girar no es muy
diestra / la mole de don caimán. […] // Este colérico al fin / Gritó al gañán…
/ Ande usted siempre derecho, cual lo exige la virtud… // La virtud del
monstruo aquel / Es la de todo malvado, /
Provechosa sólo a él / Para enlazar su cordel / Al cuello del hombre
honrado”.
El Pombo pedagogo de “Abecedario retahíla”
y “Alfabeto imaginario”:
N: “Luego
viene doña N / Con trabajo, / Que entre
dos varillas tiene, / Punta arriba, / Punta abajo, / Una viga atravesada / Como
un codo, / Que no cupo de otro modo”.
Ñ: “Y la Ñ es
igualita, / Con un pero, / Que salió como a visita / Y se puso su sombrero”.
K: A la K
se le quebró / El palo de la derecha / Que como punta de flecha / Contra el
centro se dobló”.
T: “Cruz
sin cabeza es la T / O ancho martillo de herrero / O lezna de carpintero / Como
la usó San José”.
El Pombo
romántico
de “Mi amor” (1855). Aquel bardo cuasiadolescente que bajo el seudónimo de
“Edda” fue una poetisa ovacionada. Seguido en sus versos y suspiros por jóvenes
enamoradas que ni remotamente imaginaron tras de aquellos versos el latir de un
pecho masculino:
“Era mi vida el lóbrego vacío, / Era mi corazón la estéril
nada; / Pero me viste tú, dulce amor mío, / Y creóme un universo tu mirada. […]
// Si esto es amor, ¡oh joven yo te amo! / Y si esto es gratitud, ¡yo te
bendigo! / Yo mi adorado, mi señor te amo; / Que otras te den el título de
amigo”.
El Pombo
naturalista de
“Quién supieres pintar”:
“¡Oh cielo hermoso! ¡Oh hermoso mundo! / Quien te pudiera
pintar así, / Con esos montes, con esas aguas, / Con esa magia de ardientes
fraguas / ¡Do el sol se funde para morir!”.
El Pombo filosófico de “Hora de tinieblas”
(1855):
“Oh, qué misterio espantoso / ¡Es este de la
existencia! / ¡Revélame algo, conciencia! / ¡Háblame, Dios poderoso! / Hay no
sé qué pavoroso / En el ser de nuestro ser. / ¿Por qué vine yo a nacer? /
¿Quién a padecer me obligue? / ¿Quién dio esa ley enemiga / De ser para
padecer? // ¡Sabios funestos, callaos! / El caos físico ha cesado, / Pero el
que lo hizo ha dejado / Al espíritu en un caos. / ¡Pobres hombres! revolcaos /
Mintiendo felicidad; / Yo entre tanta oscuridad / Rebelde contra mi suerte, /
Ansío deberle a la muerte, / O la nada o la verdad”.
El Pombo religioso de “La medida
del pecado”:
“Contra un Dios infinito hemos pecado; / Por Él nuestro
pecado es infinito. / […] // No sólo me creó. Por culpa mía / Bajó a morir
clavado en un madero / Y sigue allí muriendo cada día; // Y libre por él, yo,
su heredero / Ingrato y alevoso todavía / Con diarias culpas en su cruz lo
hiero.”
O el religioso de “La fe inerte”:
“Peor que el que no cree, ni creyó nada / Es el que cree y
calla, y no practica; / Porque el otro, a sabiendas, justifica / Y a ser su vil
comparsa se degrada. // Quizá Dios de aquel mísero se apiada; / Donde no hay
luz la ceguedad se explica. / Pero éste la hubo, y no la testifica, / Y ella en
su contra dispondrá indignada.”
El Pombo
antimperialista de “Los filibusteros” (1856):
“Venid a conquistarnos, vosotros, heces pútridas / de las
venales cárceles del libre Septentrión; / Venid, venid, apóstoles de la sin par
república / Con el hachón del bárbaro y el rifle del ladrón”.
El Pombo político, contra la
dictadura de José María Melo (1854):
“Seis meses ya de infamia y de vergüenza, / ¡Seis meses de
rapiña y tiranía! / Seis siglos para ti Granada mía / Que eternos en tu frente
pasarán.”
El Pombo de
situaciones
de la boda de sus amigos Ignacio Osorio y Antonia Orrantia:
“De dos amantes venenos / Se hizo un néctar conyugal, / Ya
el singular es plural /, Ya son propios sus ajenos. / Hay una soltera menos,
Hay una casada más; / Ya es de veras
un quizás, / Y hacen dos una existencia: / ¡Cuánta extraña
consecuencia, / Más las que vengan detrás!”.
El Pombo
epistolar:
“Sr. D. Manuel Pombo
Octubre 3 - 49
Con mucho agrado recibí la suya / Fechada en 19 del pasado
/ En la que dice Ud. que ya me encuentra / en escribirle más formalizado, […]
// Esta por ir en verso le suplico / La aprecie en un valor por duplicado /
Pues quiero expiar a costa de la musa / lo que una distracción haya causado; / Y
le encarezco que correspondencia / Para más gusto en verso establezcamos”.
Pombo es inagotable, básteme decir que su “Poesía inédita y
olvidada”, título con que Héctor Orjuela bautizó los dos volúmenes que el
Instituto Caro y Cuervo publicó en 1970 con la obra menos difundida del poeta
bogotano, sobrepasa las 1300 páginas. Así, que justo es que esta nota termine y
que a quienes motivó su lectura vayan calmadamente en pos su vida y de su obra.
Luis María Murillo Sarmiento MD.
Vicepresidente Centro Poético Colombiano
Biblioteca Nacional de Colombia
3 de octubre del 2014
Bibliografía
Orjuela, Héctor. Rafael
Pombo – Poesía Inédita y Olvidada Tomo I, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1970
Orjuela, Héctor. Rafael
Pombo – Poesía Inédita y Olvidada Tomo II, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá,
1970
Pombo, Rafael. Cuentos
pintados, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1955
No hay comentarios:
Publicar un comentario