La vida, que se da
silvestre y que tan fácil brota, en su continuo florecer encierra la
deslumbrante esencia del milagro. Las miles de gestaciones que he cuidado, los
miles de nacimientos que he observado en tantos años de ejercer la medicina, no
han podido aminorar mi asombro ante el prodigio de la vida. ¡La maternidad es
un milagro!
No es mejor el
hombre, porque subutiliza o desprecia los dones que le dieron, pero
biológicamente es prueba fehaciente de una creación casi perfecta. De dos
primordios diminutos en evolución admirable surge la réplica de un hombre en
miniatura, una obra colosal que cabe en nuestras manos, el niño que tierno nos
doblega. Y que en transformación constante, de criatura frágil se convierte en
recia y vigorosa. ¿Cómo no rendirse ante la semilla que en el vientre de la
mujer germina? ¿Cómo no, ante la mujer
que luego edificará la obra?
Porque la criatura
que embriaga y enciende pasiones, y es también el refugio de las almas en
trance de encarnarse, se encumbra con el instinto maternal tras el paso del
hijo por su vientre.
No es moralmente
madre la mujer -ni padre el hombre- por trasmitir la vida. Engendrar es una
proeza de Dios, no, una hazaña de los hombres. ¿Cuántas veces no es producto de
un acto irreflexivo?
El instinto
maternal, en cambio, a pesar de innato, parece por su benignidad un fruto del espíritu. No
busca, en lo biológico, la supervivencia egoísta del individuo sino la conservación generosa de la
especie. Y trascendiendo lo natural e instintivo se ennoblece con el amor, la
ternura, la dedicación y el cuidado hasta adquirir el carácter de una misión
sublime. No es la vida el acto de amor, es la crianza, la formación, cuando a
ella se aplican todas las virtudes. Por ello, “madre” es un título excelso que
no se debería otorgar a toda mujer por el solo hecho de reproducirse.
Madre es la mujer que se desvive por el tesoro de su
vientre. Madre es la mujer que pincela el porvenir del hijo con tintes de esperanza
y baja del cielo el sol que lo ilumina. Madre es la mujer que depara felicidad a
su criatura e imprime virtud en el libro inédito de su existencia. Madre es la
mujer que pone en boca del hijo el alimento que debería saciarla. Madre es
quien por cuidarle el sueño se desvela. Madre, es, en fin, quien hasta en el
sacrificio por el hijo encuentra recompensa.
LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD.
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