Debe haber honor entre enemigos que pactan la paz. Pero
las Farc carecen de dignidad y de nobleza. Los cimientos de la concordia van
resultando débiles y perecederos, y la razón solo percibe una guerrilla
embaucadora y perversa, un gobierno suplicante y burlado, y un pueblo ilusionado
y candoroso. Solo unos cuantos colombianos albergamos el temor de una paz fraudulenta.
Nos llaman los “enemigos de la paz” porque no nos deslumbramos con las noticias
que llegan de La Habana.
Los “amigos”, en cambio, vuelan oleoductos, contaminan
el ambiente, dejan poblaciones enteras sin energía y sin agua, queman
vehículos, dinamitan carreteras en demostración auténtica de “voluntad de paz”.
El Presidente, por no dejar, los llama cínicos, pero no es capaz de
conminarlos. Se le ve la premura de ceder al desescalamiento de las acciones de
las Fuerzas Militares por el que las Farc presionan intensificando sus acciones
terroristas. Volverá el país a doblegarse ante el temor a los violentos y una
nueva lección demostrará que todo se puede por la fuerza, que la autoridad se
puede desafiar sin consecuencias y que a más agresividad menor el riesgo. Que
solo el delincuente apocado está perdido.
La paz se ha convertido en la palabra mágica que adormece
la razón del pueblo. Dejó de ser una noción al ser transformada en puro sentimiento.
Nombrarla restituye la tranquilidad perdida y hace de Colombia un paraíso. ¡Cuánto
candor! Efectivamente esa sí es la paz, pero no es la que nos ofrecen los diálogos
de Cuba.
La paz es más que la firma de un documento, debe ser
un compromiso que asegure permanentemente la tranquilidad perdida, que garantice
la concordia duradera, que se erija en el deber moral de no hacer daño. Implica
ante todo un empeño benévolo y un sentimiento honesto. ¿Es esto lo que deducimos
del accionar de la guerrilla?
Qué poco intuyen los peligros los defensores del
proceso. Los jefes de las Farc obtendrán los beneficios que han buscado, pero
el país no conseguirá el sosiego. Conseguirán curules en el parlamento, el
perdón y evadirán la cárcel, y normas que les aseguren la manipulación del
pueblo para que florezca su proyecto comunista: el Socialismo del Siglo XXI con
el que Chávez arrasó con Venezuela.
Claro que con la firma de la paz desaparecerán las
Farc como grupo y como guerrilla armada. ¡Entelequia apenas! ¿Acaso olvidan los
colombianos que también las autodefensas como grupo desaparecieron y que
inclusive fueron extraditadas a Estados Unidos sus cabezas? Ya no son tales,
porque hasta la ideología anticomunista abandonaron. Pero hoy son multitud de
bandas criminales responsables de la inseguridad en campos y ciudades. De igual
manera tras la firma del acuerdo con las Farc los miles de bandidos que las
integran quedarán acéfalos y asolará al país una nueva generación de pandillas
ducha en la comisión de los delitos más atroces.
Para que la paz se diera tendría que obtenerse un
compromiso honesto y sincero de cada guerrillero. Tarea imposible, más que por
su considerable número, por su corazón torcido, sin sombra de dolor por sus
acciones, sin la contrición que induce el perdón del ofendido.
¿Compatriotas ingenuos, dónde veis el remordimiento
que desarme de maldad a la guerrilla? ¿No veis a los comandantes de las Farc refutando
sus faltas y justificando o negando sus acciones? Si no hay noción de falta no
hay remordimiento. ¿Y si no hay remordimiento para qué el perdón? En tales
circunstancias la indulgencia es vana. No se necesitaban más de dos años de
diálogos si la idea era perdonar por perdonar. Bien hubiéremos podido ir
perdonando cada acto terrorista a medida que lo perpetraban, y dándoles con cada
perdón la bendición para el nuevo atentado o para el siguiente asesinato.
Entendamos que hoy la paz es un concepto degradado, huérfano
de las virtudes en que debía asentar, desfigurado,
oscuro, alejado de los réditos con que
el Presidente pretende convencernos. Se firmará por la terquedad presidencial y
el empecinamiento cándido de una mayoría poco analítica. Pero paz no habrá
porque la delincuencia y la violencia seguirán campantes y políticamente se
abrirá el camino para que la peor de todas las izquierdas se instale en el
poder como hizo el chavismo en Venezuela.
LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD.
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