miércoles, 1 de julio de 2015

LA PAZ DE LA HABANA, UN CONCEPTO DEGRADADO

Debe haber honor entre enemigos que pactan la paz. Pero las Farc carecen de dignidad y de nobleza. Los cimientos de la concordia van resultando débiles y perecederos, y la razón solo percibe una guerrilla embaucadora y perversa, un gobierno suplicante y burlado, y un pueblo ilusionado y candoroso. Solo unos cuantos colombianos albergamos el temor de una paz fraudulenta. Nos llaman los “enemigos de la paz” porque no nos deslumbramos con las noticias que llegan de La Habana.
Los “amigos”, en cambio, vuelan oleoductos, contaminan el ambiente, dejan poblaciones enteras sin energía y sin agua, queman vehículos, dinamitan carreteras en demostración auténtica de “voluntad de paz”. El Presidente, por no dejar, los llama cínicos, pero no es capaz de conminarlos. Se le ve la premura de ceder al desescalamiento de las acciones de las Fuerzas Militares por el que las Farc presionan intensificando sus acciones terroristas. Volverá el país a doblegarse ante el temor a los violentos y una nueva lección demostrará que todo se puede por la fuerza, que la autoridad se puede desafiar sin consecuencias y que a más agresividad menor el riesgo. Que solo el delincuente apocado está perdido.
La paz se ha convertido en la palabra mágica que adormece la razón del pueblo. Dejó de ser una noción al ser transformada en puro sentimiento. Nombrarla restituye la tranquilidad perdida y hace de Colombia un paraíso. ¡Cuánto candor! Efectivamente esa sí es la paz, pero no es la que nos ofrecen los diálogos de Cuba.
La paz es más que la firma de un documento, debe ser un compromiso que asegure permanentemente la tranquilidad perdida, que garantice la concordia duradera, que se erija en el deber moral de no hacer daño. Implica ante todo un empeño benévolo y un sentimiento honesto. ¿Es esto lo que deducimos del accionar de la guerrilla?
Qué poco intuyen los peligros los defensores del proceso. Los jefes de las Farc obtendrán los beneficios que han buscado, pero el país no conseguirá el sosiego. Conseguirán curules en el parlamento, el perdón y evadirán la cárcel, y normas que les aseguren la manipulación del pueblo para que florezca su proyecto comunista: el Socialismo del Siglo XXI con el que Chávez arrasó con Venezuela. 
Claro que con la firma de la paz desaparecerán las Farc como grupo y como guerrilla armada. ¡Entelequia apenas! ¿Acaso olvidan los colombianos que también las autodefensas como grupo desaparecieron y que inclusive fueron extraditadas a Estados Unidos sus cabezas? Ya no son tales, porque hasta la ideología anticomunista abandonaron. Pero hoy son multitud de bandas criminales responsables de la inseguridad en campos y ciudades. De igual manera tras la firma del acuerdo con las Farc los miles de bandidos que las integran quedarán acéfalos y asolará al país una nueva generación de pandillas ducha en la comisión de los delitos más atroces.
Para que la paz se diera tendría que obtenerse un compromiso honesto y sincero de cada guerrillero. Tarea imposible, más que por su considerable número, por su corazón torcido, sin sombra de dolor por sus acciones, sin la contrición que induce el perdón del ofendido.
¿Compatriotas ingenuos, dónde veis el remordimiento que desarme de maldad a la guerrilla? ¿No veis a los comandantes de las Farc refutando sus faltas y justificando o negando sus acciones? Si no hay noción de falta no hay remordimiento. ¿Y si no hay remordimiento para qué el perdón? En tales circunstancias la indulgencia es vana. No se necesitaban más de dos años de diálogos si la idea era perdonar por perdonar. Bien hubiéremos podido ir perdonando cada acto terrorista a medida que lo perpetraban, y dándoles con cada perdón la bendición para el nuevo atentado o para el siguiente asesinato.
Entendamos que hoy la paz es un concepto degradado, huérfano de las virtudes en que debía asentar,  desfigurado, oscuro, alejado  de los réditos con que el Presidente pretende convencernos. Se firmará por la terquedad presidencial y el empecinamiento cándido de una mayoría poco analítica. Pero paz no habrá porque la delincuencia y la violencia seguirán campantes y políticamente se abrirá el camino para que la peor de todas las izquierdas se instale en el poder como hizo el chavismo en Venezuela. 

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD.

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