miércoles, 12 de agosto de 2015

ENTRE LA PLUMA Y EL ESCALPELO - UN GINECÓLOGO EMBEBIDO EN LAS LETRAS*



Médicos escritores han sido más que los que imaginamos. Probablemente la mayoría han pasado desapercibidos. Ni el paciente supo de las ocupaciones literarias, ni el lector de las actividades médicas. Acaso porque sobresalieron tanto sus letras que para su gloria solo se tuvo noticia de la actividad literaria, o porque el ejercicio médico fue tan notorio que el producto de su pluma pasó prácticamente inadvertido. También, no pocas veces, la literatura ha resultado una actividad solitaria y casi clandestina.

Del largo listado de médicos escritores solo aludiré a unos pocos, cuya mención podrá sorprender, dando validez a mis afirmaciones. Médicos escritores fueron el francés François Rabelais (1494 -1553), el ruso Antón Chéjov (1860-1904), el escocés Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), los españoles Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Pío Baroja (1872-1956), Gregorio Marañón (1887 -1960) y Pedro Laín Entralgo (1908-2001). Y entre nosotros César Uribe Piedrahita (1897-1951), Alfonso Bonilla Naar (1916-1978), Fernando Serpa Flórez (1928-2001), Manuel Zapata Olivella (1920-2004), y es Juan Mendoza Vega, actual presidente de la Academia Nacional de Medicina.

Mi vocación de la niñez a nuestros días
La vena literaria de mi padre me deslumbró siempre, y desde mi niñez quise emularla. Los centros literarios que se llevaban a cabo en el colegio el último día de la semana fueron mi tribuna. A veces me seducía la melodía de los versos, otras veces inflamaba mi pluma la imperiosidad de una crítica. Cincuenta años después descubro que sigo siendo el mismo, el arrobado con la literatura, con un blog bautizado Prosa y Poesía, y el exaltado con los sucesos diarios, que no puede dejar de opinar, con el blog titulado Reflexión y Crítica. Entre tanto, la atracción que ejerció la medicina desde mis años escolares me ha conducido por la ginecología, por la laparoscopia, por la colposcopia, y como actividad  médico filosófica por la bioética.

El médico bioeticista Pedro Sarmiento escribía en el prólogo de mi novela Seguiré viviendo que yo era médico por accidente, señalando la literatura como mi verdadera vocación. Debo decir al respecto que me siento por igual escritor que médico. Y que prevalece mi actividad médica solamente porque de ella derivo mi sustento. Con la literatura probablemente no habría sobrevivido. No soy mercantilista y no me imagino cobrando a mis lectores, no cuando siento que me honran cuando leen mis libros.

Extraña fascinación la mía. Escribo por necesidad, por la imperiosa necesidad de dejar un testimonio bien escrito  de mi relación intelectual o afectiva con el mundo.  Sin la constancia de mi pluma consideraría una invención, una mentira, mi paso por la tierra. Narcisista, quizá, disfruto leerme, pero poco pretencioso no demando lectores. De todas maneras siempre encuentro un receptor que se sintoniza con mi pensamiento.

La medicina no despertó, pero si estimuló mi pluma. Mi afición por las letras antecedió mi gusto por la medicina y me ha acompañado siempre. En Cartas a una amante, su protagonista –mi alter ego- lo proclama: “Mi oficio es escribir. No me concibo sin papel ni pluma, sin pensamientos, sin sentimientos, ni opiniones. La injusticia me inflama y únicamente escribiendo mi exaltación  se calma, el amor me conmueve hasta transformar las palabras en delicados mimos, la tristeza me arrebata el aliento, pero no le quita energía a mis palabras”.

Me agrada escribir lo que siento que puede degustar la razón o el sentimiento.  Lo dulce o tierno que embriaga el corazón, o lo reflexivo o polémico que inflama el entendimiento o enciende el debate. Hay en el fondo de todo un ejercicio filosófico, al punto que más que la trama, en mis novelas importan los asuntos filosóficos. Alguna vez alguien que hacía un análisis de Seguiré viviendo me contestó ante mi explicación de que no era una novela de acción, que sí lo era: “es de acción mental”, afirmó rotundo.    

Los motivos del médico escritor
Cada ser es un mundo ancho y profundo. Difícil pensar que los motivos que me animan a escribir sean los mismos que otros médicos han tenido, ni siquiera podría decir que la visión profesional que compartimos tenga una influencia similar en nuestras incursiones literarias. En mi caso, la práctica de la medicina me ha abierto las ventanas a un mundo que anhelo mostrar a mis lectores. Una novela sobre un moribundo, ya publicada, y dos en plena producción, representan en mi haber la conjunción entre la medicina y la literatura. Un libro sobre la historia de las enfermedades infecciosas y un ensayo sobre la deshumanización de la salud constituyen otras expresiones de mi temeridad con la pluma.

Esa pluma me ha servido para criticar, para ensalzar, para especular, para proponer, para imaginar, para desafiar, para bromear, para soñar. De pronto para hacer justicia por mi cuenta, como lo expresa por mí el protagonista de Seguiré viviendo: “para someter al que somete, condenar al que se niega a perdonar, herir al que hiere, torturar al que tortura, esclavizar al que esclaviza, para brindar satisfacción a los hombres maltratados; y casi nunca para satisfacer agravios personales”.

Motivos de inspiración
Me inspiran a inscribir el amor, las frustraciones, la tristeza, la injusticia, el indescriptible paraíso del amor correspondido como la ausencia insondable del desamor, la noche ansiada y soñadora, o la llena de sombras y agonía. La libertad, la muerte, la mujer, la infidelidad, la bondad y la perversidad del hombre. Mi pluma se anima con la ciencia y con la historia, y se expresa en multitud de géneros, más que por aptitud, por necesidad del pensamiento. De ahí que ronde la epístola, como el artículo científico, el texto crítico como el poema, el ensayo como la novela o el cuento.

Son temas reiterados en mis textos el instinto, la infidelidad, los celos, los amantes, el comportamiento sexual, el matrimonio, los hijos, la infancia, la mujer, la naturaleza humana, la ternura, el odio, la irresponsabilidad, el bien y el pecado, la injusticia, la autoridad, la delincuencia, el trabajo, la productividad desenfrenada, la deshumanización, la sociedad, el capital, las ideologías políticas, el puritanismo, los fundamentalismos, la muerte y la espiritualidad.

Los estados de ánimo modulan mi razón y la inclinación de mis escritos. Voy de la resignación al envalentonamiento, del dolor a la dicha, de la templanza a la pasión, del acatamiento a la rebeldía, de la indulgencia al castigo. Vaivenes propios de la naturaleza humana que propician la comunión o generan la ruptura entre quien lee y quien escribe.

Relación entre el autor y el personaje
El protagonista puede resultar un buen recurso para que el escritor exprese lo que piensa, para que lo atenúe o lo resalte, lo vuelva interesante y lo sumerja en una trama exquisita. No disfruto, sin embargo, que el personaje enmascare el pensamiento del autor. Me confieso protagonista de mis obras. En lo intelectual el protagonista y el autor se identifican. No pocas veces, debo confesar, he sentido celos de que el protagonista termine adueñándose de mis ideas y el lector le atribuya al personaje y no al autor la paternidad del pensamiento. En nadie como en mí el autor habla a través de sus personajes.

Mi cosecha literaria
Epistolario periodístico y otros escritos es resultado primordialmente de la crítica directa, explícita, incluso beligerante, al mundo que me tocó vivir. Como médico inevitablemente dedico algunas cartas al juicio de nuestro sistema de salud. Otras veces la opinión la formulo a través de un personaje, es lo que ocurre en mis novelas (Cartas a una amante, Seguiré viviendo y dos en elaboración).

En mis poemarios (Del amor de la razón y los sentidos, Poemas de amor y ausencia, Intermezzo poético y Este no es mi mundo) el estímulo para escribir proviene del amor en todas sus expresiones (del pasional al filial y al patrio), de la nostalgia, la muerte, de la naturaleza, las angustias existenciales, la maldad y la sandez humana. 

La atracción por la historia también espolea mi pluma. Así nació Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas, sobre las conquistas en el conocimiento de las infecciones.

Cartas a una amante es una novela epistolar que teje una historia de amor a través de cartas y con el propósito de presentar mis reflexiones sobre la vida de pareja.

En Seguiré viviendo, a través de un moribundo que  enfrenta su final con ánimo hedonista, especulo sobre la muerte y reflexiono sobre la sociedad y el mundo.

Que en un médico escritor no sirva la pluma para expresar sus preocupaciones y sus angustias y lo que su ojo crítico percibe en el ejercicio de su profesión sería inconcebible. Epistolario periodístico ya albergaba algunos pensamientos, pero como obra totalmente dedicada a la profesión surgió La deshumanización en la salud, consideraciones de un protagonista, ensayo en el que tras treinta años de ejercicio profesional me deslumbro con el progreso de la ciencia y me desencanto con la pérdida de la humanidad.

La influencia del médico en el escritor y del escritor en el médico 
El buen médico es profundo conocedor del ser humano, conoce sus desdichas físicas y afectivas, sus sentimientos y debilidades, sus fortalezas y flaquezas morales, y llega hasta a ver con indulgencia sus descarríos, interpretándolos como consecuencia de la enfermedad, más que como resultado de su perversión. A mí, además, la gineco-obstetricia me abrió un nuevo frente de reflexión: la alegría de perpetuar la vida, y la ternura reflejada en la dicha de la madre y en el milagro del hijo.

El médico conoce las tribulaciones de la pobreza, y sin importar la clase social de la que provengan sus pacientes, de todos conoce el dolor, la angustia y la desdicha. Esto, aunado a todas sus vivencias, hace que no falten motivos para inspirar al médico que tenga la vocación de escribir. De otra parte considero que el  médico inmerso en el arte y la literatura, el médico humanista, tiene más motivos que exalten su sensibilidad y más satisfacciones con el ejercicio de su profesión, aunque, también, más motivos para que lo atormente la angustia que produce la búsqueda de la perfección. 

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO MD.

1. Escrito para la tertulia “Tienes la palabra”, para un foro sobre las motivaciones del médico escritor.  

No hay comentarios: